Una de las filmografías inicialmente más estimulantes de los años ochenta fue la del irlandés Neil Jordan, que debutó con Danny Boy (aunque su título original era Angel), una interesante aproximación al espíritu de su tierra, la irredenta Irlanda, para después conmocionar el mundo del fantástico con su simbolista En compañía de lobos, una fábula revolucionaria sobre el mundo de los cuentos de hadas.
Su tercer filme fue este Mona Lisa, una indagación en clave de thriller en los terrenos movedizos del policíaco y del romántico, unidos contra natura en la pareja protagonista de este filme elegante, con un ex presidiario al que encargan hacer las veces de chófer de una prostituta de lujo. Paulatinamente el mundo tan distante de ambos sugiere una aproximación tal vez no tan descabellada.
Bob Hoskins obtuvo el Premio al Mejor Actor por esta interpretación en el Festival de Cannes. Cathy Tyson gozó de cierta fama a raíz de su intervención en este film, fama que no tuvo continuidad al no volver a participar en películas o series de relieve. Además de Hoskins, lo mejor, como siempre, el maestro Michael Caine. Lástima que Jordan cayera después en patochadas como El hotel de los fantasmas y Nunca fuimos ángeles, que no tenían, ni de lejos, el nivel aquí alcanzado.
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