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Esta miniserie de 4 capítulos se inicia con Cary Grant hablando en off: nos va a contar su vida; estamos en 1986, y lo vemos en una especie de entrevista múltiple ante un auditorio, en el que personas anónimas le hacen preguntas; esta chispeante, ocurrente... alguien le pide que le diga cómo prepara un personaje, y él contesta que creó un personaje para poder sobrevivir... A partir de ahí, como recuerdo de ese Cary de mediados de los años ochenta (ya retirado de la actuación), iremos conociendo su vida en sucesivos flashbacks, comenzando en su Bristol natal, en Inglaterra, en 1911, cuando tenía solo 7 años y vivía en una familia de extrema pobreza; tanta que su hermano pequeño, que enfermó por una herida, murió sin tratamiento al no disponer de dinero para acudir al médico. Aquella tragedia afectó gravemente a la madre, hasta el punto que el padre llegó a ingresarla en un sanatorio psiquiátrico, aunque en realidad lo hizo para crear una nueva familia y desentenderse de su anterior esposa; para que Cary (entonces todavía con su nombre real, Archibald Alexander Leach, conocido como Archie) dejara de preguntar por ella, el progenitor le dijo que había muerto. Entre padre e hijo se abre un abismo, y el chico, ya adolescente, queda fascinado por el mundo del circo, decidiendo que él quiere pertenecer también a la gente de la farándula...
La vida de Cary Grant, uno de los grandes actores de Hollywood, una de las estrellas masculinas por excelencia del cine clásico norteamericano (a la altura de un Gary Cooper, un Clark Gable o un Gregory Peck, por citar solo tres nombres igualmente incontestables) era ciertamente una bicoca para cualquier productora. Aquí han sido BritBox y la poderosa televisión británica ITV (la más importante en el Reino Unido tras la pública BBC) las que han ido adelante en este proyecto ciertamente atractivo, para lo que se han basado en buena parte en el libro de Dyan Cannon titulado Dear Cary: My Life with Cary Grant (“Querido Cary: Mi vida con Cary Grant”), publicado en 2011, que se convirtió en un bestseller.
El problema de que la miniserie se base en el libro autobiográfico de Dyan Cannon (que además actúa como productora ejecutiva), quien fuera su esposa entre 1965 y 1968, es que, inevitablemente, estamos ante la mirada de ella (que lógicamente no es neutral...), aunque tiene como contrapartida el hecho de que, evidentemente, lo conoció muy bien, puesto que ambos compartieron su vida durante varios años, siendo pareja desde algunos años antes de casarse, y siendo Cannon madre de la única hija de Cary, Jennifer... así que vaya una cosa por la otra.
Jeff Pope, el creador de esta miniserie, es un guionista y productor británico que tiene entre sus créditos haber escrito los libretos cinematográficos de films conocidos como Philomena (2013) y El Gordo y el Flaco (2018). Aquí Pope demuestra buena mano y, junto con el director de los cuatro episodios, Paul Andrew Williams, consiguen un buen resultado, una serie elegante, con empaque, bien narrada, contada con personalidad, siempre inteligible a pesar de los continuos saltos atrás y adelante para conocer los primeros años de la vida de Archie Leach, cómo llegó a ser Cary Grant, cómo se convirtió en una estrella mundial, y cómo en sus últimos años como actor su relación con Dyan Cannon y su inicial renuencia a la paternidad, dieron lugar a, una vez que la pequeña Jennifer estuvo en el mundo, establecer una dedicación absoluta hacia la niña, abandonando incluso su carrera actoral, aunque es cierto que hacía ya años que daba muestras de querer jubilarse de ella, como finalmente hizo.
La serie pinta una infancia absolutamente infeliz del niño y adolescente Archie, con un padre que pronto se agenció otra familia, tras perder al hijo menor e ingresar a su esposa en un manicomio, una infancia desgraciada de la que el muchacho huyó en cuanto pudo, primero a través del circo que le fascinó, después, ya en Estados Unidos, a donde acudió en una gira, quedándose en el país del Tío Sam y no volviendo a Inglaterra hasta muchos años después. Asistiremos, como es lógico, a sus relaciones con muchos famosos del Hollywood clásico, desde Hitchcock a Audrey Hepburn o Stanley Donen, pasando por Danny Kaye, Grace Kelly, Doris Day o Fay Wray, entre otros muchos.
No se hurta la ambigua relación que Grant mantuvo con el también actor Randolph Scott, con el que compartió hogar desde 1932 a 1944; en palabras del propio Cary que contestaba a las preguntas de los auditorios que llenaba, como en la primera escena de la serie, el que fuera uno de los más grandes actores de Hollywood ni afirmó ni negó nada al respecto, dando lo que en España conocemos como “una larga cambiada”.
Se habla también de su extrema tacañería, quizá como resabio de su infancia en la más absoluta miseria, que le hacía ser cicatero en los temas económicos hasta límites insospechados, y también de su cualidad de maniático hasta decir basta. Dyan Cannon define su vida con Grant como algo parecido a un infierno, teniendo en cuenta que lo muestra como un déspota egoísta que hacía lo que le daba la gana sin consultar a nadie, también como un machista irredento, desconsiderado con su mujer, a la que imponía constantemente su criterio. También veremos la difícil relación que tuvo Cannon con su suegra, que no la aceptaba, y los momentos tensos que ambas (y Cary como testigo...) vivieron a cuenta de ello. La miniserie, sobre los textos de Dyan, cuenta también la peculiar “medicación” a la que se sometía de vez en cuando Cary Grant, tomando productos lisérgicos, concretamente LSD, que le sumaba en trances alucinatorios, todo ello controlado por su médico de confianza, a lo que intentó que se acostumbrara Dyan, pero con resultados más bien desastrosos.
Con inclusión, de vez en cuando, de imágenes documentales, y en otras con ocasiones imágenes filmadas ahora “ad hoc” pero avejentadas para que parezcan de época, la miniserie recrea también algunos rodajes famosos de Cary Grant, como la famosa escena del avión en vuelo rasante de Con la muerte en los talones (1959), para concluir en el hecho de que hasta qué punto el joven Archie Leach nunca pudo recuperar su infancia, esa que le hurtó el padre al prácticamente abandonarlo y privarle de una madre que, en contra de lo que le dijo, no había muerto. Estamos entonces ante el retrato de un hombre infeliz, que supuestamente lo tenía todo, pero que en realidad no tenía nada.
Gran trabajo de Jason Isaacs como Cary Grant, un papel que confesó le había apabullado cuando supo que tenía el envite de interpretarlo; Isaacs consigue que veamos a la estrella rutilante, pero también al hombre bastante cuestionable, el maniático, el machista, el déspota (todo ello según la versión de Cannon, desde luego...). Laura Aikman, de bastante parecido con Dyan, la que fuera cuarta esposa de Cary Grant, la encarna adecuadamente. Del resto nos quedamos con la veterana y siempre estupenda Harriet Walter, que interpreta muy matizadamente a la madre del actor, con su mente perjudicada por la tragedia de la muerte de su hijo pequeño y los muchos años de abandono familiar en una institución psiquiátrica.
(12-10-2024)