Pelicula:

CINE EN SALAS

Lanzado a la fama en 1989 gracias a un pequeño film independiente que consiguió, ¡oh, prodigio!, nada menos que la Palma de Oro en Cannes, con el sugerente título de Sexo, mentiras y cintas de vídeo, Steven Soderbergh tiene a sus espaldas una filmografía que no admite otro calificativo que el de inclasificable. Desde aquella su ópera prima, a vueltas con las relaciones personales de un grupo de gente de clase media, ha transitado, sin despeinarse, por la biografía claustrofóbica en Kafka, la verdad oculta, la comedia romántica con polis y ladrones en Un romance muy peligroso, el modesto thriller de venganza en El halcón inglés, el drama judicial en Erin Brockovich, el fresco dramático sobre el narcotráfico en Traffic, el golpe perfecto en la trilogía iniciada con Ocean’s eleven, la metáfora en clave de ciencia ficción sobre el amor y la (im)posibilidad de recuperarlo en su versión de la tarkovskiana Solaris, el díptico entre lo histórico y lo político sobre el Che (El argentino y Guerrilla), la ominosa pandemia que anticipó en Contagio, el espectáculo con aerodinámicos “strippers” en Magic Mike, la comedia negra con mentecatos en La suerte de los Logan y hasta la acre denuncia sobre el filibusterismo fiscal en The Laundromat. Dinero sucio.

Queremos decir que Soderbergh no le hace ascos a nada: todo género, toda forma de hacer cine le viene bien, y eso, la verdad, en este tiempo de autoencasillamientos, ya nos merece un respeto y hasta gratitud no sé si eterna, pero sí por lo menos de 10 minutos... Con esta su nueva película, Presence, no defrauda, y nos ofrece un film teóricamente inscrito en un género, el terror, que hasta ahora no había cultivado. Claro que, en realidad, es un film de terror muy atípico, pudiéndose más bien considerarse casi un drama con trasfondo terrorífico, pero no como una película de miedo al uso. O, por decirlo de otra forma, aquí el que horroriza al espectador no es el fantasma protagonista, sino uno de los humanos supuestamente más buenos que el pan, pero en realidad más malos que la quina...

La película se inicia en nuestro tiempo, en una casa de dos plantas de la localidad de Cranford, en Nueva Jersey (concretamente en el número 45 de la Avenida de Springfield –no, no tiene nada que ver con Los Simpson...-). Es una casa que está en venta; vemos a la agente inmobiliaria enseñándosela a una familia, los Payne, compuesta por el marido, Chris, de raza blanca, y su mujer, Rebekah, de raza asiática, y sus dos hijos, lógicamente mestizos, un chico llamado Tyler, en torno a los 18, y una chica llamada Chloe, algo menor. La familia se ha mudado porque quieren cambiar de aires, al haberse producido algún tiempo atrás el suicidio de una amiga de Chloe con la que estaba muy unida, lo que hace que la chica esté deprimida. Pero en la casa hay una presencia fantasmal que, a veces, se hace ostensible, aunque con cosas simples como cambiar los libros de sitio, aunque también, cuando se enfada, puede hacer que se caiga con estruendo toda la ropa del armario. Tyler es el preferido de la madre, que siempre lo alienta en sus competiciones de natación, mientras que el padre intenta que los dos hijos sientan el respaldo de sus progenitores. Cuando Tyler introduce en la casa a su amigo Ryan, del instituto, las cosas empiezan a evolucionar, y no para bien...

Como decíamos, este terror en puridad no lo es, o al menos no juega con los elementos habituales del género: aquí lo que da miedo no es lo sobrenatural, sino lo natural... si se puede considerar “natural” la tendencia al sadismo, al asesinato sin motivo ni razón, por el mero placer de matar, de captar “ese segundo que va de la vida a la muerte”, que ciertamente pone los pelos de punta... y no es el fantasma precisamente...

Entre las características del cine de Soderbergh, aparte de su eclecticismo temático, que ya hemos comentado, destaca también su interés por buscar nuevas formas de hacer sus películas, es un cineasta muy curioso que no deja de experimentar y de hacer cosas nuevas; aquí también lo hará, y de qué manera: su película está concebida como si estuviera vista en todo momento por ese fantasma que habita la casa, una casa encantada que, desde luego, se aleja mucho del tópico así denominado, por cuanto aquí ese elemento fantasmal no solo no es maléfico, sino que incluso socorrerá a los nuevos dueños de la vivienda cuando se encuentran en situaciones complicadas; más concretamente, se convierte en una especie de ángel de la guarda de la adolescente.

Un “poltergeist” como ángel de la guarda, entonces, una peculiar figura que, desde luego, se aleja del estereotipo habitual en el género de terror, en el que siempre es un ente perverso que atormenta a los incautos moradores de la vivienda maldita. Soderbergh nos presenta a ese “poltergeist” benévolo usando la técnica conocida como “cámara subjetiva” (también conocida con el acrónimo inglés POV, “point of view”, punto de vista), que nos muestra en todo momento lo que ve el fantasma; así, todo lo que vemos en la película está visto a través de sus ojos, a la manera de aquella vieja película, La dama del lago (1946), de Robert Montgomery, o más recientemente Hardcore Henry (2015), de Ilya Naishuller. Pero no se quedan ahí los experimentos, sino que Soderbergh rueda toda la película a base de planos secuencia, siempre desde esa perspectiva supuestamente del fantasma, con solo 33 cortes entre planos: está claro que no busca el alarde del plano secuencia continuado durante toda la peli, pero lo que consigue con ese “pie forzado” es que los personajes se desenvuelvan con una naturalidad que ayuda a creernos mejor la peripecia, es casi como si contempláramos, como ocultos “voyeurs”, la vida de una familia entre las cuatro paredes de su hogar.

Por poner alguna pega a la utilización del POV, de los largos planos secuencia y del fin de cada uno de los 33 que lo componen, todos ellos yéndose a fundido a negro, habría que decir que esta forma de terminar cada plano, con lo que los anglosajones llaman “fade out”, termina resultando un tanto fatigoso, repetitivo, aparte de que la utilización de un objetivo de gran angular hace que cuando el supuesto fantasma “barre” el plano con la mirada se produzca una cierta sensación como de mareo que no parece sea lo más conveniente para la película.

Pero, al margen de esas cuestiones, que en el fondo son menores y solo nos importan a los cuatro o cinco chiflados que nos fijamos en ellas, lo cierto es que la película funciona, y funciona apreciablemente, en lo que supone un drama entreverado de horror en el que, por si no lo sabíamos, se confirma que el verdadero miedo nos lo deben dar aquellos individuos que, bajo una apariencia de tipos enrollados, esconden una monstruosa mente capaz de las mayores vilezas y crueldades.

Bien contada, la película presenta personajes razonablemente bien cincelados, con su fuerte madre/matriarca que es la que manda en la casa, pero también la que, según parece, ha cometido un fraude financiero en su empresa; el padre sobrepasado por los acontecimientos, un hombre sensible que siente indeciblemente el ninguneo que su mujer manifiesta hacia su hija, y que sopesa la posibilidad de divorciarse de su mujer; el niño mayor, tan imbécil como es habitual en los adolescentes de su edad; y la hija más pequeña, permanentemente envuelta en un manto de sufrimiento por una muerte tan cercana que no ha sido capaz aún de gestionar adecuadamente. El guion es de David Koepp, uno de los más interesantes guionistas yanquis de los últimos 30 años, con pelis tan conocidas como Jurassic Park, Mission: Imposible o La habitación del pánico; a través de su guion, hábilmente puesto en escena por Soderbergh, que hace con ella una modesta "obra de cámara” (3 semanas de rodaje, 2 millones de dólares de presupuesto), iremos viendo, a través de la mirada del ectoplasma que, en el fondo, es el auténtico protagonista incorpóreo del film, la lenta descomposición de esta familia, cómo las diversas fuerzas centrípetas van tirando cada una para su lado, de tal forma que la convivencia se va tornando insoportable.

Buen trabajo de los intérpretes, casi todos ellos (salvo Lucy Liu, la matriarca) poco conocidos. De la fotografía se encarga también, como es habitual, el propio Soderbergh, firmándola con el seudónimo de Peter Andrews.

(12-03-2025)


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84'

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Presence - by , Mar 12, 2025
3 / 5 stars
Un "poltergeist" como ángel de la guarda