Está visto que hay que tener mucho más carácter para encajar los éxitos que los fracasos. Steven Soderbergh se hizo un nombre en el cine con aquella Sexo, mentiras y cintas de vídeo, que supuso una pequeña revolución en los dramas de relaciones personales, imponiendo los diálogos explícitos sobre sexo, aunque no se viera un solo centímetro de epidermis. Su carrera fue después renqueante, sin terminar de encontrar su sitio, hasta que dos películas filmadas consecutivamente, la muy comercial Erin Brockovich y la mucho más interesante y densa Traffic, le pusieron en el candelero, consiguiendo entre ambas (sobre todo con la segunda) una buena ración de Oscar.
Pero parece que Soderbergh no ha sabido digerir bien aquellos galardones, como confirma este su nuevo filme, una nueva versión de La cuadrilla de los once, que manufacturara el artesano Lewis Milestone hace 42 años, con el clan Sinatra al completo, y en el que un grupito de delincuentes concibe un plan perfecto para "limpiar" la caja fuerte de tres casinos de Las Vegas, lógicamente a un tipo especialmente despreciable, para impedir la identificación del público con el robado.
Pero este "remake", estos once del patíbulo, carece del tono humorístico de su antecesor y apuestan más por la trama de los manidos golpes imposibles, en la variante que han impuesto títulos como The game, con sorpresa final incluida, antes que en la pura intriga que hace tan agradecidos este tipo de filmes, cuando saben conectar con el público y le mantiene dos horas aferrado a la butaca; por el contrario, aquí uno no sabe ya cómo ponerse en el asiento, adormecido por un flojo guión repleto de roles tópicos y sin desarrollar, incluso los protagonistas, con un Clooney interpretando de nuevo el personaje con pasado turbio, a pesar de que su carisma personal lo hace casi todo; Pitt parece el Crispín del Capitán Trueno, y Julia Roberts ejerce aquí exclusivamente de guapa (con boca tipo buzón de Correos, es cierto).
Soderbergh dirige con solvencia, pero quiere conferirle una personalidad que en este tipo de cine sobra: lo que hay es que entretener, y aquí se bosteza. En definitiva, que el Oscar emborracha y hay que saber digerirlo. No le vendría mal a Soderbergh, cuyo talento es indudable, una cura de humildad: no todo lo que hagas es oro puro, Steven, un poco de autocrítica...
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