Enrique Colmena

Era la una y media larga de la madrugada cuando el caos se apoderó momentáneamente de la ceremonia de los 39 Premios Goya: Belén Rueda, junto a los representantes de la multipremiada Mar adentro (de la que se cumplían 20 años), abría el sobre para desvelar el galardón más esperado y apreciado, el Premio Goya a la Mejor Película; cuando abrió ese sobre ya se notó algo extraño: junto a la cartulina donde debía figurar el título de ese film ganador, apareció una cuartilla blanca. La actriz leyó en voz alta El 47, y automáticamente los miembros de la película de Marcel Barrena saltaron en sus asientos: era la guinda al pastel de la gala para ellos, el quinto premio; pero en esos momentos, y con cierta confusión en los tiros de cámara que retransmitían la ceremonia, escuchamos al comentarista de RTVE, Carlos del Amor, dubitativo (cosa poco habitual en este hombre, que lo lleva todo perfectamente preparado siempre...), diciendo en voz alta lo que los espectadores, en su casa, aún no entendían: por fin se aclaró la cosa, resulta que el máximo galardón de la gala era compartido “ex aequo” por El 47 y La infiltrada, en un caso ciertamente rarísimo, porque la Academia está compuesta por casi 2000 afiliados, y que se produzca un empate es muy complicado, al ser tantos los que tienen posibilidad de votar.

Pero el hecho es que se produjo ese “ex aequo” que obligó a que sobre el escenario del Palacio de Congresos y Exposiciones de Granada, donde se celebró la gala de los 39 Premios Goya, se apelotonaran algo así como cuarenta personas, entre premiados de cada una de las dos películas más los cinco entregadores de los “cabezones”, en una imagen ciertamente inusual.

Los 39 Premios Goya (el año que viene se supone que será una entrega especial, al alcanzar los laureles del cine español los cuarenta años de existencia), en cuanto a las películas galardonadas, lo cierto es que resultó bastante repartido, quizá como confirmación de que, como se ha dicho en los últimos días hasta la saciedad (y no por ello es menos cierto...), ha sido un muy buen año de cine español. Por supuesto, El 47 se puede considerar sin duda alguna la vencedora de la noche: con cuatro estatuillas y media (si dividimos, por mor del “ex aequo”, la de Mejor Película entre ella y La infiltrada), el film catalán se llevó también los premios por los conceptos de Actor de Reparto (Salva Reina), Actriz de Reparto (Clara Segura), Efectos Especiales y Dirección de Producción. La emocionante película de Marcel Barrena reproduce un hecho histórico, la rebelión de un charnego en su infrabarrio de Torre Baró, a finales de los años setenta, al secuestrar el autobús 47 que conducía hasta llevarlo a su barreduela, reivindicando con ello que los habitantes de aquel lugar dejado de la mano de Dios también eran barceloneses; su potente mensaje social  está claro que ha llegado nítidamente al público y, desde luego, a los académicos que la han votado.

La han seguido, por número de estatuillas, dos películas que optaban (como El 47) a un nutrido número de premios, pero que se han tenido que conformar con tres: La habitación de al lado, la ambiciosa película rodada en inglés por Pedro Almodóvar (que no asistió a la gala, al parecer por culpa de un accidente doméstico), sobre la amistad y la muerte elegida, consiguió los relativos a Guion Adaptado (para el propio Pedro Almodóvar), Música (Alberto Iglesias, que consiguió su duodécimo Goya, récord absoluto...) y Fotografía (Edu Grau); y Segundo premio (la cinta que se publicitaba como “esta NO es una película sobre Los Planetas”...), con coproducción andaluza a través de Aralán Films y Canal Sur, se llevó tres “cabezones”, uno de ellos de los más importantes, Dirección (Isaki Lacuesta – que no pudo asistir a la ceremonia- y Pol Rodríguez), y otros dos “de pedrea”, para Montaje y Sonido.

Por detrás la cosa ya estuvo bastante repartida: La virgen roja, la película de Paula Ortiz que recrea la vida y muerte (ambas cosas propiciadas por su madre) de Hildegart Rodríguez, la gran esperanza blanca de la izquierda española en los años treinta, se tuvo que conformar con dos Goyas, ambos de corte secundario, Vestuario y Dirección de Arte. Igual número de premios para La estrella azul, el sorprendente film del maño Javier Macipe sobre el cantante Mauricio Aznar, que se llevó los relativos a Dirección Novel (para Macipe, lógicamente) y Actor Novel (Pepe Lorente, que hacía toda una creación del cantante); Marco, de los vascos Aitor Arregi y Jon Garaño, sobre la vida de Enric Marco, gran impostor, también se llevó otros dos galardones, uno que estaba cantado, el de Actor Protagonista, para Eduard Fernández, que podría haberlo conseguido también por su Manolo Vital de El 47, y que con este se ha hecho ya con cuatro “cabezones” (a ver si deja algo para los demás...), y uno “de pedrea”, el de Maquillaje y Peluquería; La guitarra flamenca de Yerai Cortés fue un poco sorpresa, porque se llevó también dos premios, uno como Película Documental y otro por Canción Original, en lo que supone uno de los más curiosos (también interesantes) desembarcos de un artista de otra rama de la cultura, en este caso la música, el cantante y compositor C. Tangana, que ha debutado como director con este film. Tangana también se ha iniciado como actor, habiéndolo visto hace algún tiempo en Un año, una noche, la anterior película de Isaki Lacuesta.

La infiltrada, por su parte, podríamos decir que se ha llevado un Goya y medio (siguiendo con la pauta antes comentada, por mor del sorprendente “ex aequo” con El 47), el medio de Película y otro (este entero...) a Actriz Protagonista, merecidísimo para Carolina Yuste.

Casa en llamas, que tenía 8 nominaciones, se tuvo que conformar con un premio, el de Guion Original, para Eduard Solà, que hizo un potente “speech” (este hombre se podía convertir en escritor de discursos de agradecimiento de premios: ya la lio parda con el que leyó en los Gaudí...) elogiando el papel de las supermadres de la generación de su progenitora; Salve María se llevó el de Actriz Revelación para la gaditana (de Tarifa) Laura Weissmahr.

El Goya a la Mejor Película Iberoamericana fue para la brasileña Aún estoy aquí, de Walter Salles, que tiene tres nominaciones a los Oscar; y el de Mejor Película Europea fue para Emilia Pérez, recogido por los distribuidores españoles, tras el considerable revuelo que se ha generado en torno a la actriz trans española Karla Sofía Gascón y sus tuits de hace algunos años, lo que ha propiciado que prácticamente la hayan silenciado para no perjudicar a la película, lo que no ha sido óbice para que uno de los distribuidores la reivindicara con un vibrante “ante el odio y el escarnio, más cine y cultura”.

Por lo demás, las presentadoras, Maribel Verdú y Leonor Watling, estuvieron formalmente bien: queremos decir, dijeron sus papeles con convicción y seguridad, aunque ciertamente el guion (como ya pasó con los Premios Carmen) fue de lo más plano y aburrido; parecía que la consigna era la misma que se pone en los carteles en el pomo de las habitaciones de los hoteles: NO MOLESTAR. En cuanto a los premiados, los agradecimientos se alargaron extenuantemente, haciendo que la ceremonia durara tres cuartos de hora más de de lo previsto: la música que sonaba para que dejaran de hablar se la pasaron por el forro la mayoría de ellos, algunos incluso con recochineo, diciendo a boca llena que no iban a hacer caso de ese aviso sonoro; por cierto, al habitual agradecimiento a padres, madres, esposas y esposos, parejas de toda laya, hijos y hermanos, este año varios de ellos han agradecido hasta a sus sobrinos... al paso que vamos, habrá que ir agrandando el horario de la gala para dar cabida a primos, primos segundos (por parte de madre o de padre...), suegros, cuñados... en fin, toda la parafernalia familiar...

Eso sí, ya que las presentadoras, con el guion que les habían preparado, no se metieron en ningún charco, los premiados sí que lo hicieron: lo más citado curiosamente fue una especie de “elefante en la habitación”, porque buena parte de esos galardonados alertaron (y con tanta razón...) sobre el peligro que supone para la democracia, la cultura y las libertades públicas la nueva administración Trump, aunque casi ninguno lo citó expresamente... hasta que llegó Pedro Almodóvar, quien en el discurso escrito que leyó su hermano Agustín sí que lo citó con nombre y apellido. Pero no fue la única reivindicación: hubo tiempo y espacio para protestar por el grave problema de la vivienda en España, también a favor de los inmigrantes que llegan jugándose la vida en pateras, y a favor de más mujeres en el mundo del cine en puestos como el de dirección, entre otras cuestiones sociales. Curiosamente, entre las reivindicaciones izquierdistas (lo común en este tipo de galas...), se coló, ya al final, algunas que habitualmente no suelen considerarse como tal, las que hizo la representante de Bowfinger (la productora de Santiago Segura), María Luisa Gutiérrez, que rompió una lanza a favor de que la llamada Memoria Histórica no fuera solo para la Guerra Civil, sino también para recordar los crímenes de ETA (su película era La infiltrada...), e hizo también un vibrante alegato a favor del campo español, el eterno olvidado de todos.

El discurso más original, el de Javier Macipe, el director de La estrella azul, que lo leyó en verso, con acordes de divertida milonga; el más aburrido, el institucional del presidente de la Academia, el historiador y director Fernando Méndez Leite (esto ya es habitual; al menos este año no ha vuelto a reivindicar que se diga “película” y no “peli”...); los más emocionados, Salva Reina y Laura Weissmahr, tan emocionados que a veces costaba entenderles en medio de sus respectivas llantinas.

Richard Gere recibió el Goya Internacional; el hecho de que el por lo demás gran actor de Filadelfia viva desde hace algunos meses en Madrid se supone que habrá ayudado a la hora de concederle el premio... su agradecimiento hizo hincapié en conceptos como esperanza, resistencia y fraternidad, ante los malos tiempos que se avecinan. Aitana Sánchez-Gijón recibió un merecido Goya de Honor, por una larga y fructífera trayectoria a pesar de su aún no provecta edad (57 años).

Buenas canciones pespuntearon la gala, comenzando por un vibrante “Bienvenidos”, que cantaron varios actores y actrices, como Luis Tosar, además de, por supuesto, el mítico Miguel Ríos que la compuso e hizo popular; también habría que citar la preciosa versión que Alejandro Sanz hizo de una de las legendarias canciones del grupo de rock andaluz Triana, “Abre la puerta, niña”, o la de la lorquiana “Verde que te quiero verde”, musicada por Manzanita, que interpretó Lola Índigo con una puesta en escena muy a lo Rosalía; y, desde luego, Rigoberta Bandini y su potente versión de “El amor”, de Manuel Alejandro, que popularizó Massiel.  

En conjunto, entonces, una ceremonia extenuantemente larga, con un vencedor bastante ajustado, El 47, un guion de la gala muy plano, y unas reivindicaciones que estuvieron solo en los agradecimientos de los premiados, además de producirse un llamativo desembarco masivo de políticos de primera línea: presidente del gobierno, dos vicepresidentas, un ministro, y el presidente de la Junta de Andalucía, además de otros de rango inferior. Y, en términos cinematográficos, la constatación de que el año 2024 ha sido un excelente año de cine español: que siga la racha...

Ilustración: los representantes de El 47 agradeciendo el Premio a Mejor Película, mientras los de La infiltrada esperan su turno para hacerlo también.