The arctic convoy

CINE EN SALAS

El cine sobre la Segunda Guerra Mundial, casi ochenta años después de su finalización, sigue aportando material para ser llevado a la pantalla. Ahora son ya poco frecuentes (salvo para públicos hiperventilados y con exceso de testosterona...) la recreación de batallitas y hazañas bélicas, mientras que suelen ser más habituales historias (generalmente inspiradas en hechos reales) que incluyen a civiles como protagonistas o al menos personajes relevantes. Es el caso de este The arctic convoy, que se estrena en España con su título internacional en inglés, en vez de traducirlo literalmente como “El convoy ártico”, como parecería lógico.

La acción se desarrolla en 1941, inicialmente en el Atlántico Norte. Hitler ha invadido la URSS, rompiendo el tratado de no agresión conocido en la historia como Pacto Molotov-Ribentropp, creyendo que sus aliados rojos serán fácilmente batibles. Para mantener ese frente oriental vivo, los aliados deciden enviar por la ruta más al norte suministros de guerra a Rusia, en convoyes civiles. El film se centra en uno de esos cargueros, de tripulación noruega (excepto el artillero, único militar, que es sueco), que se verá inmerso en una serie de ataques de la aviación nazi, situación que se tornará casi insostenible cuando desde el Alto Mando ordenan la dispersión del convoy, ante la imposibilidad de protegerlos con escoltas navales y aéreos, y además el capitán resulta gravemente herido en uno de los ataques alemanes...

Henrik Martin Dahlsbakken (Hamar, 1989) es un guionista y director noruego de formación autodidacta, cosa poco frecuente en la profesión. Está haciendo cine desde 2010, cuando tenía solo 21 años, aunque lo cierto es que su carrera se ha circunscrito mayormente a la zona escandinava; su filmografía es muy ecléctica, habiendo realizado incluso un biopic, Munch, sobre el famoso pintor de El grito. Con este film echa su cuarto a espadas sobre el papel que tuvieron algunos civiles en el desarrollo de la contienda bélica más sangrienta (hasta la fecha: todo se puede empeorar...) de la Humanidad, la Segunda Guerra Mundial, con este film que busca combinar la tensión bélica con las tensiones en las relaciones personales entre los personajes principales de la historia. Aquí el personaje determinante será mayormente el del primer oficial Mork, antiguo capitán degradado por haber perdido su anterior barco, atormentado por esa circunstancia y, de alguna forma, obsesionado por el hecho de que, si tiene que hacerse cargo del mando, no le vuelva a ocurrir, quizá ensayando una variante sobre el clásico por antonomasia del cobarde que quiere redimirse, el Lord Jim de Conrad. Por otro lado, tendremos al capitán Skar, sabedor del íntimo drama de su primer oficial, aunque con un punto de desprecio hacia él por su miedo a volver a fallar, y otros personajes secundarios, como la telegrafista Ranghild y el artillero sueco Lars.

En principio la idea parece buena, y en general hay que reconocer sin ambages que las escenas de acción, en las que los nazis atacan con aviones al buque carguero noruego, están muy bien conseguidas, con una tensión creciente que, sin embargo, no se desactiva por un alargamiento exhaustivo, que no llega a producirse: bien planificadas, bien montadas, esas escenas son lo mejor del film. No ocurre igual, sin embargo, con las escenas dramáticas entre los personajes centrales, de los que (salvo el primer oficial, excapitán de barco perdido) apenas sabemos nada, y cuya interacción entre ellos tampoco es que sea ninguna maravilla. Hay cierta tendencia al discursivismo, ese enemigo de la amenidad y del realismo, de tal manera que las escenas de diálogo se hacen más bien pesadas, buscando adensar, sin conseguirlo, el drama que se narra. Es cierto que la película tiene muy buenas intenciones, dar valor al papel de los civiles en el conflicto bélico mundial que se desarrolló entre 1939 y 1945 (y, por elevación, a la participación de los civiles en cualquier guerra), pero el conjunto resulta bastante desequilibrado entre las escenas de acción, generalmente muy bien resueltas (salvo las de las minas flotantes, rodada muy chapuceramente), y las dramáticas que suponen la interrelación entre los personajes, bastante más aburridas y previsibles. Incluso en algún momento aparece el fantasma de algunos clásicos fílmicos del amotinamiento en alta mar, como Rebelión a bordo, pero no termina de cuajar.

No nos resistimos a comentar que los guionistas y el propio director no parecen tener muy buena opinión de las autoridades que, desde el exilio, dirigieron en aquella época su país, Noruega, durante la ocupación de los nazis; esa negativa opinión no se corresponde, desde luego, con la mucho más benévola e incluso muy favorable que hemos podido ver en productos audiovisuales de los últimos años, como La decisión del rey o la serie Atlantic Crossing, en los que, sobre todo la familia real, estaba retratada de forma admirativa en su actitud y su gestión de una situación tan catastrófica como es la ocupación del país por una potencia extranjera. Aquí en esta película, sin embargo, los comentarios que se ponen en boca de algunos de los personajes, dichos como de pasada (pero con evidente intención...), dejan en muy mal lugar al rey, al que se le acusa de abandonar el país para refugiarse en Reino Unido, enviando a su familia a un lugar seguro como Estados Unidos, y al primer ministro, al que se le retrata como un temeroso político al que le temblaba el pulso ante la tesitura de tener que oponerse a la poderosísima maquinaria militar nazi.  

Resumiendo, The arctic convoy nos parece un film irregular, interesante en la plasmación en pantalla de las escenas puramente bélicas, muy bien moduladas, pero más desafortunado en su parte dramática. Los actores y actriz (hay una sola, la telegrafista, Heidi Ruud Ellingsen), en general, bien, correctos, destacando quizá (porque su personaje tenía más “carne” que los demás) Tobias Santelmann, un intérprete todoterreno que sirve igual para un roto que para un descosido (lo cual, por supuesto, es todo un elogio...).

(19-06-2024)