Serie: Atlantic Crossing

Esta serie está disponible en Movistar+.


Es posible que la génesis de esta miniserie de 8 capítulos de raíz histórica (aunque después se tome bastantes libertades...) esté en la película La decisión del rey (2016), film de Erik Poppe que ponía en imágenes los difíciles momentos atravesados por Noruega cuando, a pesar de ser un país neutral, la Alemania nazi le conminó a que le permitiera el paso de las tropas, subterfugio para, en realidad, conseguir su vasallaje y ponerla de su lado en la guerra que ya mantenía, con clara ventaja por su parte, contra Reino Unido y Francia, mientras Estados Unidos se quedaba de perfil, con una opinión pública contraria a entrar en la que la Historia conocerá como Segunda Guerra Mundial. El rey Haakon se resistió a tal cosa, a entregar el país, desoyendo las voces temerosas de su gobierno, y se exilió en Inglaterra para, desde allí, dirigir la resistencia a los nazis.

Esta Atlantic Crossing cuenta también aquella historia, pero quedando en un segundo plano, mientras que lo que realmente interesa aquí es la relación existente entre la princesa heredera Martha y el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, una relación que ciertamente existió, si bien no hay razones para creer que esa relación pasó de lo meramente amistoso y diplomático, aunque la serie sugiere lo contrario, bien que en un plano puramente platónico.

La historia que se nos narra abarca varios años, desde 1939, cuando arranca la miniserie con la visita de Martha y su marido, el príncipe heredero Olav, a los Estados Unidos, donde son recibidos y agasajados por el presidente Roosevelt, quien desde el primer instante se siente muy cercano a la princesa. Una vez que los nazis consuman su amenaza de invadir Noruega, el rey y el heredero se exilian en el Reino Unido, mientras la princesa consorte y los tres hijos del matrimonio se refugiaban en Suecia, de donde era oriunda Martha; sin embargo, el rey sueco, Gustavo V, tío de la princesa, de tendencia filonazi, procuró en todo momento hacer que su sobrina abandonara el país, temiendo que su presencia allí enojara a Hitler. Finalmente, Martha y sus tres hijos viajaron en barco hasta Estados Unidos, donde se refugió al amparo de Roosevelt...

Lo cierto es que, con independencia de que la relación entre el presidente y la princesa fuera, o no, de carácter amoroso (aunque sin relación sexual), lo que a estas alturas es algo secundario (el cine no tiene por qué dar lecciones de Historia...), la serie noruega funciona como lo que es, un drama familiar, pero también personal, el de una mujer llamada a un altísimo papel en la vida de Noruega (aunque finalmente no llegaría a cumplirlo en toda su extensión: murió en 1954, tres años antes de que su marido se sentara en el trono, por lo que ella nunca fue reina), que se encontró escindida entre su amor a su marido y a su país, y la atracción personal que sintió (si hay que hacer caso a la serie...) por la carismática figura de Franklin Delano Roosevelt, sin duda una figura crucial en la Historia de Estados Unidos, y del mundo, en el siglo XX, primero por su decisiva acción contra la Gran Depresión, a través del New Deal, el acuerdo nacional que movilizó ingentes cantidades de dinero público para revertir la ruina absoluta que supuso el Crack del 29, y después, a partir de 1941, tras el ataque japonés a Pearl Harbor, al entrar de lleno en la Segunda Guerra Mundial y ser fundamental el poderío militar norteamericano para revertir el sesgo que por aquel entonces tenía la conflagración, con el Reino Unido bombardeado inmisericordemente por los aviones de la Lufthansa y más de la mitad de Francia en poder del Tercer Reich, además de la mayor parte de la Europa Central.

Esa relación conforma el eje esencial de la serie, y colateralmente cómo ello pudo influir en el papel que Roosevelt jugó en beneficiar a los aliados y, singularmente, a Noruega, con la llamada Ley de Préstamo y Alquiler, que buscaba soslayar la neutralidad USA, que le obligaba a no “vender” armamento a las potencias aliadas, pero no decía nada sobre “prestarlo” o “alquilarlo”, añagaza legal que sirvió para armar a británicos, franceses y también pequeños países resistentes como Noruega. También será relevante la línea argumental que presenta la reticencia del príncipe heredero a esa relación ambigua entre su mujer y el presidente yanqui, y cómo ese recelo envenenará su relación conyugal hasta finales de la conflagración con las potencias del Eje.

Bajo la dirección del creador de la serie, Alexander Eik, Atlantic Crossing resulta ser un audiovisual de buena factura, tipo BBC, para entendernos, donde la historia, la suntuosidad y el mantenimiento de la atención del espectador por medios lícitos son la norma. Es cierto que da una visión quizá demasiado amable sobre la familia real noruega, en la que todos son agradables de trato, amorosos padres, amantes apasionados, patriotas sin tacha, etcétera, aunque en el transcurso de la trama podremos ver como alguno de ellos, singularmente el príncipe heredero, tenía problemas de autoestima, tanto por su papel en la guerra, que él veía disminuido con respecto a sus pretensiones, como por la extraña relación de su mujer con el hombre más poderoso de la Tierra (aunque estuviera postrado en una silla de ruedas por la polio desde años atrás). En este sentido, parece evidente que la serie intenta humanizar a los “royals”, hacerlos cercanos y próximos.

Por supuesto, el mejor tratado de los miembros de la familia real será la propia Martha, presentada como una mujer muy inteligente que supo hacer lo correcto (al margen de la relación que pudiera tener con Roosevelt) para que su país mejorara su posición en la complicada telaraña de intereses bélicos de la época; una figura que, por mor de su sexo, se vio preterida en las complejas relaciones internacionales, cuando su papel, según la serie, fue determinante para Noruega. También el rey Haakon aparece nimbado de generosidad, entrega, sentido de estado y patriotismo, mientras que el heredero, Olav, como queda dicho, no sale tan bien parado.

Lo cierto es que la miniserie tiene buena factura, manteniendo la atención del espectador mediante la hábil mezcla de lo personal (la vida y sentimientos de los “royals”) con los hechos históricos y bélicos de aquellos aciagos años en los que Noruega estuvo en un tris de desaparecer como país.

Con escenas de tensión bien rodadas, como el bombardeo del tren real por parte de la Luftwaffe, la poderosa aviación nazi, o la recreación del ataque a Pearl Harbor por parte de los japoneses, con una puesta en escena elegante pero no especialmente personal, Atlantic Crossing resulta ser un sólido producto de estirpe histórica, aunque, como vemos, se toma sus licencias artísticas.

Buen trabajo de Kyle MacLachlan, el inolvidable agente Cooper de Twin Peaks, aquí ya con edad para incorporar a un anciano Roosevelt, haciéndolo aparecer tan carismático como, según parece, fue el mandatario norteamericano. Pero la que sin duda es la protagonista de la serie es Sofia Helin, que realiza un muy matizado trabajo en su papel de la princesa Martha. Helin, recordable por su policía afectada por el síndrome de Asperger de la serie Bron (El puente), hace toda una creación de su personaje, en las antípodas de aquella sugestiva “madero” incapaz de mostrar emociones o sentimientos, pero con una notable capacidad de análisis para resolver crímenes. De su implicación en esta miniserie da idea el hecho de que Helin ha intervenido, además de como actriz protagonista, como productora ejecutiva.


Atlantic Crossing - by , Feb 05, 2022
3 / 5 stars
La princesa y el presidente