Enrique Colmena

Si en las dos primeras entregas de este serial hablábamos de cómo había presentado el cinematógrafo el Atentado de Sarajevo y el Asalto al Palacio de Invierno, respectivamente, hoy haremos lo propio sobre el Ataque a Pearl Harbor, aquel embate que el ejército imperial de Japón perpetró contra la base militar norteamericana en la localidad hawaiana de ese nombre.


7 de diciembre de 1941: El Ataque a Pearl Harbor

Para hablar de este histórico día que decidió a Estados Unidos a entrar en una conflagración bélica (la Segunda Guerra Mundial) a la que era renuente (en buena medida por una opinión pública mayoritariamente en contra), habrá que situarnos en contexto: en septiembre de 1939, tras una serie de arrogantes anexiones que el Tercer Reich, comandado por el Führer Adolf Hitler, había realizado con países vecinos (la Anchluss en Austria, la Ocupación de los Sudetes en Checoslovaquia...), el poderoso ejército alemán, la Wehrmacht, ocupó en una operación relámpago la vecina Polonia, última línea roja que los temerosos líderes de los países europeos occidentales, fundamentalmente Reino Unido y Francia, habían puesto como límite que no se debería de superar. El resto es conocido: Alemania ocupó en pocos  meses la mayor parte de Francia, sorteando sin problemas la Línea Maginot, muralla que supuestamente debía preservar al país de Molière, pero concebida con criterios anticuados, de la Primera Guerra Mundial; Hitler bombardeó un día sí y el otro también Londres y otras localidades británicas, sembrando el terror en la población civil. En el Reino Unido llegó al poder el viejo Winston Churchill, que se opondría con uñas y dientes a los ataques nazis y supo insuflar en su pueblo, con sus ardorosos discursos radiofónicos, el valor y la esperanza para soportar una terrible guerra de desgaste.

En ese contexto, Estados Unidos, recién salido de la grave crisis provocada por el Crack del 29, que cobró forma posteriormente en la llamada Gran Depresión, no era en su opinión pública partidaria de entrar en un conflicto que se veía lejos, aún con el recuerdo de la tremenda pérdida en vidas humanas que provocó la anterior incursión del país en la llamada Gran Guerra (después Primera Guerra Mundial). Es cierto que las élites del país sí que eran proclives a entrar en el conflicto, y probablemente por ello existen líneas de pensamiento que suponen que los poderosos servicios de inteligencia norteamericanos estaban al tanto del inminente ataque nipón a Pearl Harbor, pero que, por indicación de quien podía hacerlo (el presidente Roosevelt, o alguno de sus más directos colaboradores), se miró para otro lado para tener una excusa con la que entrar de lleno en el conflicto, entonces sí ya con el apoyo masivo de la población yanqui, conmocionado ante el ataque a sus tropas y la gran cantidad de muertos que aquella agresión ocasionó.

Sea como fuere, lo cierto es que Pearl Harbor supuso el momento decisivo en el que Estados Unidos, con su poderío militar, entró en guerra con las potencias del Eje, Japón, pero también Alemania e Italia, igualando de esta forma la contienda, dado que el Tercer Reich era una poderosísima y modernísima maquinaria militar, en la que todo estaba orientado hacia la expansión del país a través bien de anexiones supuestamente “pacíficas”, bien, a partir de la invasión de Polonia, por la fuerza.

La primera película que vamos a glosar en la que (en el orden cronológico de rodaje que nos hemos marcado como criterio para esta serie de artículos) se tocó de lleno el Ataque a Pearl Harbor, es el documental titulado 7 de diciembre (1943), dirigido nada menos que por John Ford y Gregg Toland (de este, menos conocido, baste decir que fue el genial operador de Ciudadano Kane, además de otras famosas películas de Wyler, Hawks y el propio Ford), una película sobre los hechos acontecidos aquel fatídico día, en el que murieron más de 2.400 estadounidenses y fueron dañados o destruidos gran número de buques de guerra y aviones de combate. La película, realizada en plena Segunda Guerra Mundial, cuando aún no se veía claro cuál iba a ser el resultado de la misma (aún faltaba casi un año para el Desembarco de Normandía, y había acabado muy recientemente la batalla de Stalingrado, que marcó el comienzo del declive nazi en el frente ruso), estaba destinada obviamente a insuflar ánimos patrióticos al pueblo estadounidense, y ese objetivo se cumplía sobradamente, en un film sin intereses artísticos evidentes, aunque estando de por medio los talentos de Ford y Toland, era casi imposible que no apareciera, aunque fuera a ráfagas, el genio de ambos, en un film que combinaba acertadamente la dramatización sobre el ataque propiamente dicho con la habitual propaganda patriótica que procede en estos casos. Del film se hicieron varios montajes, uno largo, más denso, de algo más de 80 minutos, y otro más corto, de apenas media hora, que fue el que se difundió mayoritariamente. Ese montaje más abreviado sería el ganador del Oscar al Mejor Cortometraje Documental (al final de este artículo el lector encontrará un enlace para visionar este documental).

Otto Preminger, en los años sesenta, rueda como director y productor Primera victoria (1965), un film bélico nada menos que con Kirk Douglas y John Wayne, cuyo comienzo incluye precisamente una recreación del ataque a Pearl Harbor, un film de tono bélico, pero no belicista, un drama que, como solía ocurrir con el autor de Tempestad sobre Washington, huía del patrioterismo de baja estofa y hacía una lectura mucho más neutra, más compleja, poniendo el acento en factores dramáticos y psicológicos; quizá por eso este film no es de los más apreciados de su director, habiendo cosechado solo una nominación a los Oscars, a la Mejor Fotografía, que además no ganó, aparte de ser masacrada por la crítica de la época.

¡Tora, tora, tora! (1970) se concibió como una gran superproducción entre Estados Unidos y Japón, una forma de restañar simbólicamente las heridas mutuas del ataque a Pearl Harbor, para lo que se preparó un elevado presupuesto para la época, de 25 millones de dólares; sin embargo, la taquilla, que no llegó a los 30 millones a nivel mundial, no funcionó. La película fue dirigida por varios cineastas, dependiendo de que las escenas fueran relativas a los militares yanquis o nipones; en el primer caso el encargado fue el siempre solvente Richard Fleischer (recuérdense títulos tan apreciados, y tan eclécticos, como 20.000 leguas de viaje submarino, Los vikingos o El estrangulador de Boston), y en el de los japoneses se acreditaron dos, Kinji Fukasaju y Toshio Masuda, más el gran Akira Kurosawa, que también rodó algunas escenas aunque decidió no figurar en los créditos. La película recreaba el ataque a Pearl Harbor desde los dos puntos de vista, el japonés y el norteamericano, huyendo (con buen criterio) de hacer una historia de buenos y malos, sino intentando ceñirse al rigor histórico. Se hizo famosa la frase con la que se cerraba la película, con la supuesta premonición que tuvo el general japonés que dirigió el ataque, cuando dijo aquello de “Me temo que lo que hemos hecho es despertar a un gigante dormido y llenarlo de terrible resolución”.

Una década después, el cine fantástico o de ciencia ficción también echará su cuarto a espadas a vueltas con el ataque a Pearl Harbor. El final de la cuenta atrás (1980) imagina la posibilidad (más bien imposible...) de que un portaaviones norteamericano en el Pacífico, en la época de su rodaje, en los años ochenta, atravesara una extraña tormenta magnética que le sitúa... justo en la víspera del famoso ataque, con lo que se planteará, evidentemente, la cuestión de si podrían intervenir en la misma para defender su base en Hawai, teniendo en cuenta además el poderío militar de la US Navy casi cuatro décadas después, pero también las consecuencias imprevisibles que ello conllevaría en el espacio-tiempo, al cambiar la Historia en no sé sabe qué rumbo. Con el buen artesano que era Don Taylor a los mandos, y con un reparto apañado (Kirk Douglas, Martin Sheen, Katharine Ross...), la peripecia resultaba ciertamente curiosa, aparte de disparatada.

Quizá la película por excelencia sobre el ataque a Pearl Harbor (aunque no sea estrictamente por sus grandes méritos cinematográficos, pero sí por su popularidad) sea la que se titula, precisamente, Pearl Harbor (2001), film que dirigió a principios de este siglo XXI el especialista en cine de acción Michael Bay, insertando una historia romántica a tres bandas, con una chica amada por dos chicos (no, nada que ver con Jules et Jim...), aunque el fuerte de la película era, desde luego, la reconstrucción del famoso ataque, realizado con los grandes medios técnicos y visuales de los que ya disponía en esa fecha el cine en general, y no digamos el norteamericano. Bastante patriotera, sin embargo como vehículo de acción resultaba muy espectacular y se dejaba ver, al margen de que la historia romántica, más que yanqui, parecía marciana. La película, con un mastodóntico presupuesto de 140 millones de dólares, salvó los muebles razonablemente al prácticamente triplicar esa cifra en su recaudación mundial, al rozar los 450 millones.

El último film que citaremos en este repaso a aquel ataque que auspició la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial es reciente: su título es Midway (2019), y la dirigió Roland Emmerich, un alemán que lleva afincado en los USA desde hace más de tres décadas, habiendo conseguido en ese tiempo varios “hits” comerciales, como Independence Day, Godzilla (versión 1998), El día de mañana y 2012, aunque también ha tenido tiempo para hacer algunos films fuera del “mainstream” que parece consustancial a su carrera, lo que hizo en Stonewall (2015), sobre los famosos disturbios que sacaron del armario al movimiento gay, y, sobre todo, en Anonymous (2011), sugestivo relato ambientado nada menos que en la Inglaterra isabelina (de Isabel I, se entiende...), a vueltas con Shakespeare y su autoría (o no...) de sus famosas obras. En este Midway Emmerich, como era de prever, enseñó su rostro más rutinario, tirando muchísimo de efectos digitales creados en ordenador, lo que hacía que el ataque a Pearl Harbor, por momentos, pareciera más un videojuego (Call of Duty, por ejemplo) que una película... El público no picó mayormente, así que el film, con 100 millones de dólares de presupuesto, apenas llegó a los 127 millones de recaudación mundial: un fiasco...

Enlace para visionar 7 de diciembre (1943), de John Ford y Gregg Toland:
https://www.youtube.com/watch?v=p6MvgqluoWM

Ilustración: Ben Aflleck, en una escena de la película Pearl Harbor (2001), de Michael Bay.

Próximo capítulo: En el 80 aniversario del Desembarco de Normandía: días históricos del siglo XX vistos por el cine. El Día D (IV)