Enrique Colmena

En los capítulos anteriores de esta serie de artículos hemos glosado la forma en la que el cine y la televisión han presentado algunos días históricos de la pasada centuria, tales como el Atentado de Sarajevo, el Asalto al Palacio de Invierno y el Ataque a Pearl Harbor. En esta nueva entrega haremos lo propio con el día decisivo que, precisamente, nos ha permitido glosar estos momentos históricos del siglo XX: el Desembarco de Normandía, del que en estos días se han cumplido ochenta años.


6 de junio de 1944: El Desembarco de Normandía

En 1944 la situación de la Segunda Guerra Mundial era relativamente incierta; es verdad que en el frente este los rusos habían conseguido rechazar (con un insoportable coste en vidas humanas literalmente millonario) el asedio de Stalingrado, donde se desarrolló la considerada como la más sangrienta de las batallas que haya existido nunca (y mira que hay donde elegir...), y avanzaban ya imparables hacia el oeste, hacia Berlín, y que en África los aliados habían conseguido importantes victoria como la batalla de El Alamein, así como que en Italia el régimen fascista había ya colapsado. Pero para que la guerra empezara a tener de verdad visos de ser ganada, era fundamental expulsar a los nazis de Francia. Durante toda la primera mitad del año hubo un juego del ratón y el gato entre los servicios secretos aliados y los alemanes, empeñados los primeros en ocultar las intenciones de dónde y cuándo se produciría la invasión norteamericana e inglesa, y los segundos en enterarse de esos datos para poder desbaratarla. Porque lo que todos daban por hecho es que la invasión se iba a producir. Había dos lugares en la costa francesa que se consideraban como los más probables, teniendo en cuenta que las tropas debían proceder al asalto del Viejo Continente desde Inglaterra: Calais, el puerto más cercano a la Gran Bretaña, y Normandía, que pillaba más lejos y por ello parecía más improbable. Ese juego de espías consiguió incluso, con algunas añagazas que se han llevado al cine y la televisión, engañar a la Abwehr, el temible servicio secreto nazi, y hacer creer con ello al alto mando del Tercer Reich que el desembarco tendría lugar en Calais, cuando los aliados tenían ya determinado que sería en Normandía, en la que se conoció como Operación Overlord. Aunque el día en principio iba a ser el 5 de junio, finalmente se dilató hasta el 6, por el mal tiempo del día anterior. Ese sería, entonces, el conocido en la Historia como el Día D.

La primera película que vamos a glosar en la que aparece ese “Día D” será de una fecha tan temprana como 1945, el mismo año en el que finalizó la Segunda Guerra Mundial. Su título, The true glory (literalmente “la verdadera gloria), un documental de producción anglo-norteamericana dirigido por los reputados cineastas Garson Kanin y Carol Reed, y que sería narrado por el mismísimo general Dwight “Ike” Eisenhower, el jefe supremo de las fuerzas aliadas, y años después presidente de Estados Unidos. El documental, en el hermoso blanco y negro de la época (con dirección de fotografía, por cierto, de Russ Meyer, que años  más tarde se hizo famoso por sus películas “softcore” con señoras de pechos enormes...), relataba los hechos más relevantes de la invasión aliada de Francia hasta concluir a mediados de 1945 con la toma de Berlín, gracias a miles de metros de celuloide que fueron grabados por un gran número de cámaras que acompañaron a los ejércitos aliados en la reconquista del país de Astérix, comenzando precisamente por el Desembarco de Normandía. Lógicamente, estamos más ante un film de exaltación patriótica, máxime cuando se acababa de ganar la guerra, antes que ante un relato sosegado y objetivo de lo que se cuenta, pero las imágenes documentales de aquellos hechos bélicos, por supuesto, son impagables (al final de este artículo el lector encontrará un enlace para poder visionar esta película).

El día más largo (1962) se reputó, durante muchos años, como la película definitiva sobre el Desembarco de Normandía, cosa que el tiempo matizó notablemente, como veremos. Concebida como una gran superproducción, estuvo dirigida por un cuarteto de cineastas, un británico (Ken Annakin), un nacionalizado americano (Andrew Marton, el director de segunda unidad que rodó la famosa secuencia de la carrera de cuadrigas de Ben-Hur), y dos alemanes (Bernhard Wicki, que se encargó de la parte correspondiente al ejército alemán, y Gerd Oswald, aunque el metraje rodado por este finalmente se quedó fuera del montaje final). La película contó con un gran reparto de estrellas de Hollywood: Richard Burton, John Wayne, Henry Fonda, Robert Mitchum, Robert Ryan... Su peculiaridad era que contaba la historia desde los dos puntos de vista, tanto el aliado como el alemán, buscando una cierta objetividad, teniendo en cuenta que había transcurrido ya más de un cuarto de siglo desde el final de la guerra. El film fue muy popular, su taquilla mundial quintuplicó su presupuesto, el tema principal de la banda sonora de Maurice Jarre se hizo muy popular, y su éxito puso de moda el cine bélico sobre la Segunda Guerra Mundial.

No solo se han hecho películas que recrean el Desembarco de Normandía, sino también con cierta frecuencia se han rodado films sobre los esfuerzos tanto de los servicios secretos nazis por descubrir cuándo y dónde se produciría ese Día D, como por los de la inteligencia aliada para despistar a sus colegas tedescos. A veces, eso sí, se ha entrado en el terreno cuasi de la ciencia ficción, como en el caso de la por lo demás interesante 36 horas (1964), producción norteamericana dirigida por el aseado artesano que fue George Seaton, que imaginaba una alambicada intriga en la que los espías nazis secuestran a un alto oficial yanqui conocedor de las circunstancias del Desembarco (día y lugar, mayormente), internándolo en lo que parece una clínica norteamericana recreada ex profeso, en la que le hacen creer que están en 1950, la guerra ya ha terminado,  y él tiene intermitentes pérdidas de memoria, a fin de sonsacarle el secreto tan celosamente guardado. Con un triplete de intérpretes muy apañado (James Garner, Eva Marie Saint, Rod Taylor), la película era, evidentemente, más una fantasiosa ficción (basada en un relato de Roald Dahl, por cierto) que un acercamiento a la realidad, pero evidenciaba la importancia que en ese Día D tuvo, además por supuesto del propio Desembarco, toda la labor de la inteligencia y la contrainteligencia de los dos bandos.

En la década de los setenta se hizo un film, Overlord (1975), que tomaba su título, como ya hemos visto, del nombre de la operación con la que fue conocida en clave el Desembarco de Normandía, un film británico dirigido por Stuart Cooper, que se centra en un joven llamado a filas que sabe que participará en la batalla decisiva del conflicto bélico, un intento de acercarse al drama particular dentro de la gran tragedia colectiva que supuso la Segunda Guerra Mundial; la película incluye una serie de escenas de carácter documental, rodadas en su momento en el Día D, para aportar mayor verosimilitud a la historia, filmada en un precioso blanco y negro por John Alcott, el operador que ese mismo año fue el responsable de la fotografía de la prodigiosa Barry Lyndon, de Kubrick.

Uno de los nombres del Hollywood clásico, Sam Fuller, aportará también otro título de interés que toca el Desembarco de Normandía. Su título es Uno Rojo: División de Choque (1980), un film desencantado y ajeno a todo patrioterismo (aunque Fuller fue acusado en décadas anteriores de coquetear con ideas ultraconservadoras), la historia de un pequeño grupo de soldados que, comandados por un veterano sargento que ya estuvo en la Gran Guerra (un estupendo y tan apropiado Lee Marvin), prácticamente atravesaba por todas las batallas que tuvieron lugar en el continente europeo, incluido el famoso Día D. La peculiaridad del film, aparte del tono bronco y seco que le imprimió Fuller, radicaba en el hecho de que, efectivamente, ese pequeño grupo de soldados buscaba su propia supervivencia, luchaban por sí mismos y no por esos altos (y etéreos...) ideales con los que se adereza la motivación de la soldadesca en todo conflicto bélico. Curiosamente, en el grupo de militares protagonista aparecía nada menos que un jovencísimo Mark Hamill, por aquel entonces muy popular por las dos primeras entregas de Star Wars, seguramente deseoso de no ser encasillado en el género de la fantaficción.  

Dentro de las fantasías alimentadas por el juego de espías que fue consustancial al Desembarco de Normandía, encontramos El ojo de la aguja (1981), film británico rodado por Richard Marquand, que versionaba la novela homónima de Ken Follett, y que imaginaba la existencia de un espía nazi que se enteraba en Inglaterra de la fecha y lugar donde tendría lugar ese desembarco, sin embargo, al viajar del Reino Unido a Alemania para contárselo al Fürher, su barco naufraga y el espía tiene que recalar en una pequeña isla en el Canal de la Mancha, donde solo vive un hombre paralítico y su joven esposa, cuya mortecina vida encontrará en ese hombre aparentemente amable (un Donald Sutherland estupendo en su ambigüedad de lobo con piel de cordero) una razón para vivir, aunque pronto se percata que más bien lo que le puede deparar es una razón para morir... Con un suspense bien trabado, la película es, por supuesto, una fantasía, aunque bien armada y contada.

Decíamos unos párrafos atrás que El día más largo fue durante mucho tiempo la película por excelencia sobre el Desembarco de Normandía... hasta que llegó Salvar al soldado Ryan (1998), uno de los grandes éxitos de Steven Spielberg en los años noventa (los otros dos, de muy distinto signo, podría considerarse que fueron La lista de Schindler y Parque Jurásico), que se propuso, y en buena medida lo consiguió, hacer un film bélico que superara todo lo que hasta entonces se había hecho en cine dentro de ese género. Lo cierto es que la sensación de fisicidad de la película fue notable, y la tensión del desembarco, rodado desde dentro de las propias barcazas que acercaron a los soldados a las playas normandas, resultó extraordinariamente creíble, en una recreación de lo que pudo ser aquel Día D que cambió el rumbo del mundo, pero visto desde la perspectiva de aquellos soldaditos. La historia posterior, ya en el continente, derivaba hacia otra cuestión, el envío de un comando tras las líneas enemigas para preservar la vida de ese soldado Ryan del título cuyos tres hermanos habían muerto en la guerra y el Alto Mando (esto suena a licencia artística: no  me imagino a tantos galones y estrellas con un pensamiento humanista como ese...) decidió que había que salvarlo a toda costa, para que al menos quedara uno vivo de la familia. Con Tom Hanks al frente del reparto, ya convertido en el gran actor norteamericano de su generación, la película consiguió 5 Oscars, con una abrumadora crítica positiva, cifrada en un 94% (fuente: Rotten Tomatoes) y un magnífico comportamiento en taquilla (con un presupuesto de 70 millones de dólares, superó los 480 millones de recaudación a nivel mundial; fuente: IMDb).

El último título que vamos a reseñar en este capítulo es Churchill (2017), el film británico de Jonathan Teplitzky que se centra en los días previos al Día D, poniendo en pantalla las serias dudas que el famoso premier inglés tuvo sobre la idoneidad del lugar en el que se iba a realizar el desembarco, temiendo una matanza similar a la de la batalla de Gallipoli, en la Primera Guerra Mundial, en la que él, como Primer Lord del Almirantazgo, tuvo la responsabilidad de llevar al matadero a un cuarto de millón de soldados. No estamos entonces ante un film que recree el decisivo hecho bélico que estamos glosando, sino más bien los encuentros que mantuvo Churchill sobre este asunto con los altos mandos militares aliados, como el norteamericano general Eisenhower, jefe supremo de las fuerzas aliadas, y el británico Montgomery, su correspondiente en el ejército inglés. Esas dudas que, según la película, finalmente se despejaron antes de llegar el día de marras, convirtiéndose desde entonces el premier en el más ferviente defensor de esa opción, que se demostró, a la larga, como la más adecuada para los intereses de las potencias occidentales. Con un gran trabajo de Brian Cox como el viejo político británico, pero también de Miranda Richardson como su esposa, que, según el film, jugaría un muy importante papel en el cambio de opinión de sir Winston, la película Churchill sin embargo tuvo una muy tibia acogida en taquilla (con un modesto presupuesto de 7 millones de dólares, no llegó a recuperar esa inversión en su exhibición mundial en salas de cine; datos: IMDB), lo que nos parece ciertamente injusto: pero el cine es así, por supuesto, no hay varitas mágicas que garanticen el éxito...

Enlace para visionar The true glory (1945), de Garson Kanin y Carol Reed:
https://www.youtube.com/watch?v=TZY2wU8YHZk

Ilustración: Tom Hanks, en primer plano, en una de las tremendas escenas que recreaban el Desembarco de Normandía en Salvar al soldado Ryan (1998), de Steven Spielberg.

Próximo capítulo: En el 80 aniversario del Desembarco de Normandía: días históricos del siglo XX vistos por el cine. La Bomba Atómica sobre Hiroshima (V)