C I N E E N P L A T A F O R M A S
ESTRENO EN FILMIN
El buen aficionado al cine sabe que el wéstern clásico murió hace ya casi cincuenta años; solemos poner la cruz de su defunción en El último pistolero (1976), de Donald Siegel, que fue la última película protagonizada por John Wayne, ya herido de muerte por la enfermedad que se lo llevaría al otro mundo, un wéstern a la antigua usanza, crepuscular, melancólico, que fue un arquetípico canto del cisne de un género (a la clásica manera) que, como todo en esta vida, tuvo un principio y un final. Por supuesto, después se han hecho muchos wésterns, pero ahora los llamamos, parece que acertadamente, neowésterns, porque, aunque muchos de ellos participen al menos en parte de las constantes del género clásico, también introducen muchas novedades y, sobre todo, son muy autoconscientes de que están haciendo un género que se reputa(ba) inmortal, y probablemente lo sea, aunque en distintas fases y con diversos ropajes temáticos y estéticos.
La acción se desarrolla fundamentalmente en los Estados Unidos de América, a mediados del siglo XIX, en concreto en el tiempo aproximado que duró la Guerra de Secesión (1861-1865). Conocemos a Vivienne, primero niña en lo que podría ser Canadá (por su origen francófono), que sufre la muerte de su padre durante una guerra; ya adulta, se ennovia en San Francisco con un petimetre ricachón que la aburre soberanamente; cuando conoce a Holger Olsen, un maduro varón procedente de Dinamarca, se da cuenta de que ha encontrado a su media naranja. Juntos viajan hasta un inhóspito lugar en Nevada, que él tiene idealizado, pero que resulta ser poco más que una pocilga. A pesar de ello, ambos serán felices en aquellos parajes; en el pueblo la ley “de facto” es la del cacique del lugar, Alfred Jeffries, un tipo sin escrúpulos que hace tándem con el a la vez banquero y alcalde; pero el peor es el hijo de Alfred, Weston, un auténtico cabrón con patas que hace y deshace a su antojo, tirando de gatillo con facilidad, teniendo que ser constantemente cubierto por el padre. Olsen marcha a la Guerra, creyendo que es su deber, a pesar de la oposición de Vivienne, que no entiende qué se le ha perdido en un conflicto bélico de un país que no es el suyo. Cuando Olsen se va, Vivienne será acosada por Weston...
A ese tipo de wéstern que ahora se le llama neowéstern pertenece este curioso film, Hasta el fin del mundo (el título original, The dead don’t hurt, algo así como “Los muertos no hieren”, es más enigmático), que resulta ser la segunda película dirigida por el actor Viggo Mortensen, tras su debut en la realización con el drama intergeneracional Falling (2020). Viggo es neoyorquino, a pesar de sus evidentes ancestros escandinavos, como delatan su nombre y apellido; es un actor apreciado por el público, si bien le costó llegar a ese aprecio: 17 años, nada menos, desde su debut en 1984 hasta que, tras un gran número de papeles secundarios sin mucho relieve, saltó a la fama por el bombón de papel que era el Aragorn de la trilogía de El Señor de los Anillos (2001-2003), que le catapultó instantáneamente a una popularidad que él ha sabido aprovechar con una serie de buenas películas que han tenido proyección mundial: Una historia de violencia, Promesas del Este, Appaloosa (un neowéstern, por cierto), La carretera, Las dos caras de Enero, la oscarizada Green Book, Crímenes del futuro...
Ya asentado en su faceta interpretativa, Mortensen ha iniciado una carrera como director, con la mentada Falling, interesante aproximación a las relaciones siempre complicadas entre generaciones, y más cuando se junta la intolerante homofobia del viejo progenitor con la homosexualidad abierta del hijo que ha de cuidarle. Ahora, con esta Hasta el fin del mundo, Viggo juega otras cartas: utiliza el paisaje del cine del Oeste para esta historia de amor y venganza, la historia de amor de dos espíritus libres, una mujer avanzada a su tiempo, a la que la vida, obra y muerte de Santa Juana de Arco, repetidamente contada por su madre durante su niñez, la inspiró para ser una mujer fuerte que pudiera valerse por sí misma sin necesidad de depender de ningún varón; y un hombre del que no sabemos gran cosa, más allá de que, en su tierra, Dinamarca, cuando se fue a la guerra, su esposa no le esperó y no estaba ya cuando volvió. Entre ambos, espíritus fuertes (quizá más ella que él...), surge un amor sólido, de pocas palabras y algunos gestos, que constituye una de las dos partes troncales del film; la otra será la venganza, un clásico donde los haya en el wéstern, pero también en el neowéstern.
Viggo se nos revela como un guionista y director interesante, aunque nos parece que todavía tiene que aprender cosas; por ejemplo, a no exagerar en los tiempos muertos, que abundan demasiado en la película, tiempos en los que no pasa nada, ni externa ni (lo que es peor) internamente. También habrá de pulir sus guiones para que no haya incoherencias como el extraño compromiso que la protagonista mantenía con el mentecato con pajarita, cuando era evidente que aquel tipo solo se quería a sí mismo y a ella la tenía como otro objeto más de su propiedad: ¿cómo esta epígona de la brava Santa Juan de Arco se avino a ser la novia de aquel engreído que hablaba siempre como si estuviera sobre las tablas de un teatro? Tampoco los personajes están demasiado perfilados, en especial el del protagonista, del que apenas sabemos nada, más allá de su sentido del deber, de su rectitud moral, de su amor por Vivienne. La parte final, en la que se plasmará la venganza, tampoco es un prodigio de imaginación.
Film irregular, entonces, no nos parece desdeñable, pero sí evidentemente mejorable. Lo mejor, el personaje de ella, quizá improbable dado el tiempo en el que se desarrolla (una mujer libre a mitad del siglo XIX en Estados Unidos... ), pero está bien que se presenten este tipo de roles, aunque sean históricamente poco probables; el tono simbólico de las varias escenas en las que, intermitentemente, aparece un jinete ataviado con armadura, como en la época de Juana de Arco (curiosamente cada vez con una persona distinta dentro, hombres y mujeres...), aporta la idea bastante peculiar de lo que podría llamarse un “amigo imaginario” de (literalmente) armas tomar, un personaje histórico que será crucial en la vida de esta niña que sería mujer indómita.
Correcto trabajo actoral de los dos protagonistas, Krieps más extrovertida y Mortensen más hacia adentro. Buena utilización de los paisajes naturales de lugares paradisíacos como el entorno del lago Ontario, pero también de la mexicana Durango. Y chapó para la música, original también de Viggo Mortensen, una preciosa y melancólica banda sonora en la que predominan los instrumentos de cuerda (chelo, contrabajo...), además del piano, interpretada también por el actor y director neoyorquino junto a otros músicos.
(17-05-2024)
129'