Pelicula:

Hay un cine numeroso que hace del choque de opuestos su razón de ser. El enfrentamiento entre seres muy distintos, o de caracteres tan diversos que es imposible que casen tiene una larga trayectoria en cine. Los ejemplos son innúmeros, desde los policías contrapuestos de Alma letal (1987), de Richard Donner, hasta el exquisito rico tullido y el negro expresidario del más reciente Intocable (2011), de Toledano & Nakache, en una lista larga como un brazo. Por eso teníamos cierto prejuicio ante este Green Book, que se prometía otro eslabón más en esta cadena de personas irreconciliables que, sin embargo, terminan siendo más amigos que Popeye y las espinacas. Afortunadamente no ha sido así, gracias a una historia que, aunque ciertamente resulta previsible, sin embargo compensa esa previsibilidad con una dirección en la que el progresivo acercamiento entre los protagonistas está realizado con extrema sensibilidad, sin lugar para el brochazo ni el trazo grueso, sino usando el delicado pincel de la sutileza.

La película se inspira en hechos y personajes reales, que aparecen además con sus propios nombres (y apodos, en su caso...). El Bronx, en Nueva York, en los últimos meses de 1962. Tony Vallelonga, conocido por todos como Tony Lip, es un italoamericano que mantiene a su familia (mujer, dos hijos varones pequeños) con trabajos de todo tipo, incluido ejercer de “gorila” en una sala de fiestas. Cuando esta cierra para ser reformada, Tony tendrá que aceptar el trabajo de llevar por todo el profundo Sur al exquisito pianista afrocamericano Donald Shirley, un músico virtuoso que se empeña en hacer esa gira ciertamente peligrosa, y que confía en Lip (aunque este es sordamente racista) para que le conduzca por esos territorios tan peligrosos para los de su raza. Shirley le entrega a Lip un folleto, el Green Book del título, el Libro Verde, una especie de guía turística para negros que tenían que viajar a los entonces (ahora quiero creer que menos...) estados sureños, llámense Alabama, Georgia, Tennessee o Louisiana, una guía turística que indica en qué hoteles (antros sería más propio decir) se pueden alojar los negros en la zona, a qué bares pueden acudir, qué normas deben cumplir para no incurrir en la ira de los pálidos hijos de puta.

Tiene entonces Green Book la virtud de la sutilidad: la aproximación entre estos dos seres que se pudieran reputar antitéticos se hace a través de pequeños detalles, de escenas cotidianas en las que ambos, inicialmente enrocados en sus posturas, en sus pensamientos y actitudes, finalmente van entendiendo que ni el negro es tan estirado ni elitista como parece, aunque tiene razones sobradas para ello, ni el italiano es tan pendenciero, chabacano y destripaterrones como aparenta; habrá una ósmosis previsible pero entrañable entre estos dos seres que, finalmente, aprenderán a respetarse tal como son, aprenderán también a modificar conductas irreductibles para ser más humanos, más generosos, más capaces de aceptar la idiosincrasia del otro, más dados a entregar el aprecio, el cariño debido al amigo.

Film hermoso en su denuncia antirracista, aunque esta lo sea en segundo plano, reservando el primero para la relación entre el bronco italiano de pésimos modales y el atildado afroamericano que guarda algún secreto en aquella época inconfesable, tiene también referencias no por conocidas menos hermosas: la invocación al Cyrano, de Rostand, no sería ociosa; también el hecho de tocar el bellísimo estudio chopiniano “Winter Wind” en un tugurio de mala muerte, entre el arrobo extasiado de un público no acostumbrado a tales joyas, pero cuya percepción natural del arte permanece intacto, es otro momento glorioso de una película que reconcilia con el ser humano: que hace poco más de medio siglo, en el país por antonomasia de los derechos civiles, en el inventor de la democracia moderna, un ciudadano, por el mero hecho de ser negro, no pudiera comer en el mismo restaurante que los ciudadanos blancos, es como para borrarse del género humano.

Peter Farrelly, hasta ahora, siempre había codirigido con su hermano Bobby, y lo cierto es que ambos han transitado generalmente por la comedia que se suele conocer como “nonsense” (para entendernos, el humor de idiotas), en films como Dos tontos muy tontos (1994), aunque también hicieron alguna aportación al humor “destroyer”, como la célebre, y tan divertida, a fuer de destilar mala leche a espuertas, Algo pasa con Mary (1998). Pero ciertamente no imaginábamos que uno de los hermanos, este Peter, tuviera en dosis tan apreciables esa virtud inasible conocida generalmente como sensibilidad. Hace Peter Farrelly un muy interesante trabajo, sin subrayados, dejando que sean sus dos protagonistas los que hagan todo el gasto. Porque, y esa es una de las bazas incontestables del film, tanto Viggo Mortensen como Mahershala Ali hacen unos trabajos realmente extraordinarios, componiendo unos personajes perfectamente reconocibles, que se identifican enseguida con apenas unos gestos, unas actitudes, unas miradas. Ambos están nominados al Oscar, uno al Mejor Actor Protagonista (Viggo) y el otro al Mejor Actor de Reparto (Mahershala), extraña distinción cuando ambos son, en puridad, los personajes centrales del film. Estos académicos...


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130'

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Green Book - by , Feb 07, 2019
3 / 5 stars
Choque de opuestos