Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).

Cuando Studio Ghibli se funda en 1985 por Isao Takahata, Hayao Miyazaki y Toshio Suzuki, se inicia el camino de una de las más estimulantes empresas audiovisuales japonesas, un estudio que ha dado lugar a un buen número de películas, siempre dentro del terreno del dibujo animado tradicional, que en aquel país, pero también ya de forma internacional, se conoce como “anime”. En el catálogo de Ghibli abundan sobre todo las historias fantásticas, aunque también es posible encontrar varios títulos en clave más realista.

El castillo ambulante es una de las películas de Ghibli que se inscribe más claramente dentro del género fantástico, género en el que Hayao Miyazaki, director de este film y hombre fuerte de Ghibli, siempre pareció encontrarse más cómodo. La base argumental la puso la novela Howl’s moving castle, de la que fue autora la británica Diana Wynne Jones, publicada en 1986. La historia se ambienta en algún país indeterminado a principios de siglo XX, en vísperas de la Gran Guerra (que la Historia conocerá después como Primera Guerra Mundial). En ese contexto, pero en clave totalmente fantástica, conocemos a Sophie, una discreta sombrerera que, habiendo sido acosada por una serie de elementos malévolos, es salvada por Howl, un joven y apuesto mago. A su regreso a su casa, la Bruja del Páramo, celosa de la incipiente relación entre la joven y el mago (al que ella desea ardientemente desde hace tiempo), la maldice convirtiéndola en una vieja de noventa años, no pudiendo además informar a nadie de lo que le ha pasado. Sophie marcha hasta el castillo ambulante, donde se dice que vive Howl con un aprendiz, además de Calcifer, un fuego antropomorfo que se revelará como crucial tanto en el castillo ambulante como en la propia vida del joven mago. Allí entra como servicio doméstico, pero pronto se implicará en las andanzas de Howl y sus amigos...

Aunque El castillo ambulante es uno de los títulos más fantásticos de Miyazaki, sin embargo su dibujo es claramente antropomórfico, con una variada paleta de colores, que solo se torna oscura cuando aparecen los temas de la Bruja del Páramo, con sus seres torvos y viscosos, o en la parte final cuando se resuelve la historia en terrenos brumosos y lóbregos. Según cuentan las crónicas, la adaptación de esta novela fue la respuesta de Miyazaki a la entonces reciente Guerra de Irak, con la que el cineasta japonés estaba en total desacuerdo. Ello se aprecia sobre todo en el tono antibelicista del film, que repudia los movimientos de tropas y las escaramuzas que se realizan entre los países en liza, en un universo que paisajísticamente, pero también en vestuario, primitiva maquinaria y quincallería, se ve claramente inspirada por la sociedad de vísperas de la Gran Guerra, recordando visualmente países desaparecidos como el Imperio Austro-Húngaro o ciudades centroeuropeas como Viena, Praga o Budapest.

Al margen de la temática antibelicista, ya expresada incluso por el propio director, parece evidente que hay en El castillo ambulante otros temas: quizá el más evidente sea el de la necesidad de la familia para la estabilidad del ser humano, aunque esa familia no tenga lazos consanguíneos; así, en el castillo ambulante convivirán, a modo de clan familiar, la Bruja del Páramo una vez despojada de su poder y con todos sus verdaderos años, lo que la convierte en la “nonna” necesariamente dependiente del resto de la familia; Sophie hará las funciones de madre, mientras que Howl ejercerá de padre, conformando ambos una pareja asexuada; el aprendiz ocupará el sitio del hijo, y tendrá hasta su perro; Calcifer, el fuego humanizado, sería otra mascota más. Porque en Ghibli (por intención de sus mentores, obviamente) el tema de la familia, en todas sus variantes y posibilidades, es uno de sus temas constantes y recurrentes. Habrá que hablar también de la autorrealización, la que habrá de llevar Sophie para capear la maldición que ha recaído sobre ella, pero también de la maduración a la inversa: la jovencita discreta y callada, convertida en anciana, habrá de crecer interiormente mientras, intermitentemente, esa maduración la irá rejuveneciendo, en un ejercicio de marcha atrás vital que algunos años después realizaría, en otra clave, el film El curioso caso de Benjamin Button (2008), de David Fincher.

Desde el punto de vista gráfico llama la atención la concepción del llamado “castillo ambulante”, exteriormente similar a una gigantesca ave de hierro, tuercas y engranajes, más pollo que águila, una fantástica nave que evoca icónicamente artilugios del siglo XIX y que guarda su mejor truco para su puerta de acceso, esa que, dependiendo del color que se elija, puede, al abrirse, permitir el paso a distintos lugares del mundo.

El castillo ambulante es, entonces, un film lleno de fantasía con interesantes ideas-fuerza, como la familia (sanguínea o no) como elemento equilibrador de la vida, el antibelicismo, la autorrealización y la consiguiente maduración femenina, que sin embargo adolece de un ritmo quizá algo lento y de un metraje excesivo: una poda de diez o quince minutos, sobre todo en el dilatado nudo de la trama, la habría mejorado. Toma Miyazaki un gran riesgo en el film al hacerlo, sobre todo en su parte final, bastante abstracto, no solo en el espacio, sino incluso en el tiempo, lo que en principio juega contra la inteligibilidad de la historia, aunque por otra parte la hace más original y adulta. En su conjunto, y aunque un tanto caótica, El castillo ambulante gusta sobre todo por su deslumbrante imaginación visual, por su cambio de roles (esa joven convertida en vieja que, sin embargo, es la amada del protagonista...), y por su apuesta decidida por sentimientos tales como el amor, la compasión o la solidaridad.

(25-04-2020)


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119'

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El castillo ambulante - by , Apr 25, 2020
3 / 5 stars
Pollo más que águila