En anteriores capítulos de esta serie hemos glosado distintos días decisivos del siglo XX que, ciertamente, fueron importantísimos en el devenir de la Humanidad durante ese siglo. Curiosamente (o más bien “lamentablemente”), hasta ahora todos los hechos que hemos comentado han estado unidos directamente a guerras, o han sido detonantes de éstas, o han sido magnicidios: el Asesinato de Sarajevo, el Asalto al Palacio de Invierno, El Ataque de Pearl Harbor, la Bomba Atómica sobre Hiroshima, el Asesinato del presidente Kennedy. En definitiva, todos hasta ahora habían sido actos en los que la violencia fue protagonista principalísima.
Así que el hecho de que el día decisivo que hoy glosamos, la llegada del primer hombre a nuestro satélite natural, no esté vinculado a la violencia sino que, además, fuera un momento para la esperanza de la Humanidad (cuando parecía que todo era posible para el ser humano, incluso habitar la Luna y, por qué no, en el futuro otros astros), es un motivo de alegría.
20 de julio de 1969: el Hombre en la Luna
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta se desencadenó la que se conoció como la “carrera espacial”: como un frente más de la Guerra Fría, la Unión Soviética y los Estados Unidos se enzarzaron en una guerra (incruenta, afortunadamente) para ver cuál de las dos superpotencias alcanzaba antes la Luna. Los soviéticos se habían adelantado al conseguir situar en la órbita terrestre, por primera vez, a un hombre, concretamente el entonces muy famoso Yuri Gagarin. Antes también habían sido los primeros en colocar a un ser vivo (la famosa perra Laika) en el espacio. Vamos, que los rusos llevaban ventaja. Desde las sucesivas administraciones de Eisenhower, Kennedy y Johnson se pusieron en marcha programas espaciales, todos bajo el paraguas de la NASA, agencia creada “ad hoc”, para conseguir ese gran objetivo que era situar a un ser humano sobre la superficie lunar. Se sucedieron los programas de lanzamientos de cohete, en primer lugar con el llamado Gemini, que familiarizó a los astronautas con el hecho de desenvolverse en el espacio en las minúsculas cápsulas lanzadas gracias a los poderosos cohetes Saturno V. El segundo programa, el llamado Apolo, empezó con mal pie, al estallar el módulo en el que se encontraban los tres astronautas durante una simulación de vuelo. Tras detenerse el programa durante 20 meses, se reanudó a buen ritmo hasta conseguir que el 20 de julio de 1969, dos de los tres tripulantes del Apolo 11, Neil A. Armstrong y Edwin “Buzz” Aldrin, pusieran el pie sobre la Luna, se dieran un paseo por la superficie selenita, colocaran banderas de Estados Unidos y recogieran muestras del satélite, entre otras actividades. Armstrong pronunció aquella famosa frase al posar por primera vez su huella sobre la superficie de la Luna: “este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la Humanidad”.
Aquel hecho fue, sin duda, uno de los grandes momentos de la especie humana, el momento en el que uno de sus miembros conseguía poner pie en un astro distinto al hogar originario de la especie, el planeta Tierra. Fueron tiempos en los que se pensó que ir a Marte podría ser cosa de un par de décadas; vamos, que antes de final del siglo XX ya se habría llegado al planeta rojo. La realidad fue que el decaimiento del interés popular en la carrera espacial (una vez que se llegó a la luna, el otro objetivo, el de ir a Marte, se antojaba muy lejano y, por tanto, poco motivador), más la crisis del petróleo de los años setenta, que provocó recortes económicos de todo tipo (incluidos los gastos en la NASA), más la llegada al Despacho Oval de Reagan con su revolución conservadora, que puso el acento sobre todo en variantes belicistas de la carrera espacial (recordemos aquella iniciativa bélica conocida como “la guerra de las galaxias”, una especie de escudo que impediría ser alcanzado por un hipotético ataque atómico soviético), haría que los lanzamientos espaciales se espaciaran y se plantearan de otro modo, con los transbordadores cuyo objetivo máximo era su acoplamiento a la llamada Estación Espacial Internacional; algunos accidentes mortales, como el del Challenger en 1986, en el que murieron los siete tripulantes, tampoco ayudaron precisamente.
Pues el cine y la televisión han visto aquella gesta que fue poner a un Hombre en la Luna de muy diversa forma, aunque generalmente, por supuesto, de forma positiva. Como siempre, haremos una selección de los títulos que han hablado del tema, títulos que nos parecen representativos y significativos de aquella hazaña ciertamente sobresaliente. El primero que puso el tema en imágenes lo hizo tan temprano como el propio año 1969 en el que sucedió aquel alunizaje; fue un documental titulado Footprints on the moon (literalmente “pisadas en la luna”), un film que cubrió todo el período comprendido entre el lanzamiento del Apolo 11, su llegada a la luna, con el descenso del módulo Araña a la superficie del satélite, la primera pisada de Armstrong, los paseos lunares de este y de su compañero Aldrin, y el regreso triunfal a la Tierra. Con dirección de Bill Gibson, el documental utilizaba esencialmente material videográfico suministrado por la propia NASA, montándolo con fotos e imágenes fijas relativas a la expedición lunar, y con la peculiaridad de que estaba narrado nada menos que por el mismísimo Wernher Von Braun, creador del cohete Saturno V, que puso en órbita las naves espaciales de los programas Gemini y Apolo (y también inventor de los siniestros misiles V2, que asolaron Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial…).
Solo dos años después nos encontramos con otro documental, titulado Moonwalks One (1971), con dirección de Theo Kamecke, que inicialmente estaba concebido como una gran obra audiovisual, con el concurso de la Metro Goldwyn Mayer, que pusiera de relieve la gran hazaña de llevar a un hombre a la luna, aunque posteriores recortes presupuestarios redujeron bastante el ambicioso tamaño del film. Con auspicios de la NASA, aunque en un tono muy menor al inicialmente previsto, lo que se hizo fue intentar ubicar el viaje espacial en su contexto histórico, pero también hablar de cómo lo sintió sobre todo el norteamericano medio y qué sensaciones le produjo aquel hecho ciertamente extraordinario.
Como decimos, las décadas de los setenta, ochenta e incluso noventa no fueron buenos para la vocación espacial del ser humano. A mediados de esa última década encontramos otro audiovisual relevante sobre el tema del Hombre en la Luna; su título es Moon Shot (1994), y fue una miniserie documental norteamericana con dirección de Kirk Wolfinger y producción de TBS, el prestigioso canal televisivo de Ted Turner. La miniserie abarcaba todo el proyecto Apolo, desde sus inicios (incluido el accidente del Apolo 1) hasta el número 17 de este programa espacial, que sería el último. De la calidad de esta serie documental puede dar idea el hecho de que fue nominada a dos premios Primetime Emmy, uno de los más codiciados del panorama televisual norteamericano.
Con el título de Apollo 11 (1996) se realizó un docudrama televisivo para el canal familiar norteamericano The family channel, con dirección de Norberto Barba, que buscaba poner de relieve las inevitables tensiones que surgieron entre las familias de los astronautas que pisaron la luna y los equipos técnicos de la NASA, los primeros lógicamente preocupados por la seguridad de sus maridos o padres que viajarían en aquel primer vuelo tripulado que se posaría sobre nuestro satélite, y los segundos ocupados en garantizar esa seguridad, pero también la viabilidad del proyecto. Este audiovisual también sería nominado a un Primetime Emmy.
Uno de los proyectos más ambiciosos que se hayan realizado sobre el empeño del ser humano en llegar a nuestro satélite natural quizá haya sido la miniserie de 12 capítulos titulado De la Tierra a la Luna (1998), tomando el nombre de la famosa novela de Jules Verne, pero nada más de aquel (por lo demás) delicioso relato de ciencia ficción. La miniserie norteamericana, grabada para la poderosa HBO, estuvo producida, entre otros, por tres grandes nombres de Hollywood, Tom Hanks (que también presentaría casi todos los capítulos), Brian Grazer y Ron Howard, todos ellos también coproductores en el entonces reciente y exitoso largometraje cinematográfico Apolo 13 (1995), que narró el accidentado vuelo de aquella misión que tuvo que volver a la Tierra, con gran peligro para la vida de los tres astronautas, tras comunicar el comandante de la nave aquella famosa frase, “Houston, tenemos un problema”. En esta miniserie se habló de toda la misión Apolo, buscando aspectos menos conocidos y no reincidiendo en los más sabidos; por ejemplo, como el accidente del Apolo 13 se había recreado exhaustivamente en la peli del mismo nombre que hemos citado, aquí se opta por dramatizarla a partir de las crónicas televisivas que se hicieron sobre lo que estaba ocurriendo, dando una visión de los hechos desde una perspectiva distinta. Por supuesto, uno de los episodios, el sexto concretamente, titulado Mare Tranquilitatis, se centraba en el alunizaje del Apolo 11 y en Armstrong y Aldrin sobre la luna, en concreto en ese Mar de la Tranquilidad que adelantaba el título del capítulo. Armstrong tendría aquí los rasgos del actor Tony Goldwyn, Aldrin los de Bryan Cranston (años antes de hacerse famoso como protagonista de Breaking bad) y el tercer astronauta, Michael Collins, el que se quedó en el módulo orbitando la Luna, lo haría Cary Elwes (varios años después de haber hecho la mítica La princesa prometida). De la ambición del proyecto da idea el hecho de que su presupuesto alcanzó la cifra de 68 millones de dólares, una pasta para la época, y que consiguió varios Globos de Oro y de Primetime Emmys.
Pero la que seguramente es “la película” por antonomasia sobre la llegada del hombre a la luna sea First man (El primer hombre) (2018), la no menos ambiciosa apuesta de Damien Chazelle (que venía de su gran éxito musical, La la land, que consiguió 6 Oscars) por poner en imágenes la hazaña de ese primer ser humano en nuestro satélite natural, pero también la tragedia íntima de ese Neil Armstrong que, según lo que se nos cuenta, nunca llegó a superar la muerte de su hija de 3 años por una devastadora enfermedad. Ese hombre, entonces, tuvo que superar aquel trauma insoportable y encargarse de hacer lo que nadie antes que él había hecho, llegar hasta otro astro celeste y, con ello, transmitir un mensaje de esperanza al resto de la Humanidad. Casi nada… El empeño, ciertamente ejemplar, espléndidamente puesto en escena por Chazelle, huyendo de la patrioterada al uso y centrándose más en la tragedia íntima y personal de ese ser humano especial que fue Armstrong, tuvo una moderada repercusión en taquilla (105 millones de dólares a nivel mundial, para un presupuesto de 60 millones; fuente: IMDb), y en los Oscars se tuvo que conformar con el previsible a los Mejores Efectos Especiales. Ryan Gosling, actor fetiche de Chazelle, sería un muy ajustado Armstrong, siendo capaz de ser a la vez el héroe que todos amaban y el hombre acongojado que nunca pudo olvidar a su pequeña Karen.
Al año siguiente la red publica de televisión norteamericana, la PBS, produjo Chasing the moon (2019), un documental de 6 horas dirigido por Robert Stone, que se centró en la misión del Apolo 11 y el legado que aquella hazaña ha dejado para la posteridad, no solo en el terreno de los avances tecnológicos que permitió la carrera espacial, que ha propiciado grandes inventos en campos tales como la medicina, sino también como disposición de la especie humana a continuar explorando nuestro universo.
Cerramos este capítulo con un producto audiovisual que, para variar, no es norteamericano: 8 days: to the Moon and back (2019) (literalmente, “8 días: a la luna y volver”) es un documental producido por la británica BBC (con lo cual ya tenemos asegurada la solvencia y calidad del producto), cuya dirección se le encargó a Anthony Philipson, en la que se recreaban los 8 días, 3 horas, 18 minutos y 35 segundos de la misión, tanto con dramatizaciones como con imágenes documentales de la época y recreaciones con efectos digitales.
Ilustración: Ryan Gosling, como Neil A. Armstrong, en una imagen de First man (El primer hombre) (2018), de Damien Chazelle.
Próximo capítulo: En el 80 aniversario del Desembarco de Normandía: días históricos del siglo XX vistos por el cine. La Caída del Muro de Berlín (y VIII)