Pelicula:

[Esta película forma parte de la Sección Oficial del 21 Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’2024)]

Russudan Glurjidze (Tiflis, 1972) es una directora de cine georgiana cuya obra cinematográfica, a pesar de que ya ha rebasado los cincuenta años, es ciertamente corta, de apenas dos largometrajes, siendo este el segundo de ellos. Anteriormente se dedicó al cine publicitario y a la producción, habiéndose graduado en su juventud en Lengua y Literatura Francesa en la Universidad Estatal de su ciudad natal.

Su primera película como directora, de impronunciable título, Skhvisi sakhli (2016), cuyo título internacional, House of others (“casa de otros”), ya resulta más asequible para los españoles, fue premiada en varios festivales (Karlovy Vary, Anatolia, Pekín, Bergen...), lo que sin duda la ha espoleado para esta segunda cinta, aunque lo cierto es que ha tardado 8 años en poder conseguirlo.

San Petersburgo, 2006: conocemos a Vadim, un viejo jubilado (se dan algunas pistas de que pudiera haber sido miembro del siniestro KGB o su sucesor, el no menos siniestro GRU –no el de los Minions, que ese es otro...-) que ha puesto en venta su apartamento, con la condición de que el comprador tiene que aceptarlo a él dentro de la venta, en una suerte de usufructo vitalicio, y cuya propiedad se traspasará completamente una vez que haya fallecido. Se lo compra Medea (que ya tiene guasa ponerle a una hija el nombre de la asesina de sus hijos por un despecho amoroso, según la tragedia griega...), una georgiana que es la persona al cargo de una tienda de antigüedades teledirigida (literalmente...) desde Georgia por su propietario. Medea tiene un novio, Lado, que la ha dejado embarazada, aunque él no lo sabe, un novio que es medio carajote (bueno, carajote entero, pero eso tampoco lo sabe...).

Tiene un problema muy llamativo The Antique que no entendemos cómo ha podido ocurrir en una producción evidentemente costeada y en la que no se ha reparado en gastos: se ambienta teóricamente en 2006, momento en el que el gobierno de Rusia, efectivamente, ordenó la deportación “manu militari” a su tierra de 1500 ciudadanos georgianos que vivían en el país de Tolstoi, en represalia por la detención en Georgia de cuatro oficiales rusos acusados de espionaje por el entonces gobierno prooccidental de aquel país. Es supuestamente 2006, decimos, pero resulta que en la película, en la que vemos algunas de esas deportaciones, y que consecuentemente está ambientada en ese año, todo el mundo tiene unos “smartphones” estupendos, hasta con mensajes de WhatsApp y todo, cuando el primer móvil inteligente data de... 2007, el famoso primer iPhone de Apple, y WhatsApp empezó a dar servicio en… 2009: ¿cómo es posible un anacronismo de tal calibre?

Errores (de bulto) de ambientación aparte, lo cierto es que nos parece que Glurjidze ha equivocado también el camino: si lo que quería hacer era, como parece, denunciar aquel gravísimo atentado contra los derechos humanos (sí, ya sabemos que a Putin los derechos humanos le importan mayormente un pimiento…), la historia que nos cuenta no nos empatiza para nada; viéndola la verdad es que se nos da una higa esa deportación: en ningún momento hay tensión, ni nos sentimos cercanos a los pobres diablos deportados. Es más, en el caso de Lado, el novio de la protagonista, con lo imbécil que es, casi se alegra uno de que lo manden a su tierra y así, ya de paso, nos lo quiten de la pantalla…

Pero no es esa la historia central, sino otra, la de la relación más o menos difícil entre Medea y el viejo Vadim, con una línea colateral anexa cuando aparece el hijo del anciano, desheredado por éste no sabemos por qué. Pero, como decimos, eso que se nos cuenta tiene más bien poco interés, a vueltas con el viejo cascarrabias, la joven especializada en antigüedades y algunos mínimos rifirrafes entre ellos. Todo eso a lo largo de dos horas bien despachadas, en el que el espectador se aburre a modo, con escenas larguísimas que no dicen nada, que no aportan nada, que no interesan nada. Queda en todo caso disfrutar (menos los más frioleros…) de los hermosos paisajes nevados de San Petersburgo, obviamente filmados de forma clandestina, porque a buen seguro que las torvas autoridades putinescas no habrían dado permiso de rodaje (más bien le darían una generosa dosis de polonio…) a una directora georgiana para contar aquella felonía de la arbitraria deportación de 2006.

Del cine francés, los francófobos (que los hay, y a puñados…) dicen (sin razón) que se ve crecer la hierba… pues del cine ruso, con esa misma exageración y brutal simplificación, cabría decir que se ven caer los copos de nieve… a cámara lenta. Fuera de bromas, el cine ruso (y su antecedente el soviético) siempre ha sido muy pausado, con cierta tendencia a la premiosidad, y la directora georgiana, como cineasta de esa región del globo terráqueo que en tiempos constituyó un todo bajo las siglas URSS, nos parece que participa de esa morosidad, de esa lentitud narrativa que, es cierto, aburre al más pintado.

Está bien la (poco acre) denuncia, pero hubiera sido mejor con menos metraje (vamos, le quitas media hora y se queda estupendamente) y, desde luego, dando mayor preeminencia a ese tema, no como si fuera una línea totalmente secundaria y con menos fuerza que una horchata de chufas…

Nos gusta mucho la protagonista, Salome Demuria, muy fresca y creíble. Algo menos bien nos parece el coprotagonista, el anciano Sergey Dreiden, al que vemos un tanto sobreactuado.

(13-11-2024)



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Duración

132'

Año de producción

The Antique - by , Nov 13, 2024
1 / 5 stars
Se ven caer los copos de nieve... a cámara lenta