Pelicula:

CINE EN SALAS

Edward Berger (Wolsfburgo, Alemania, 1970) es un cineasta cosmopolita: nacido en la tierra de la canciller Merkel (¡cuánto te echamos de menos, Angela! ¿Dónde están los carismáticos líderes europeos? Todos muertos o jubilados...), sin embargo tiene también las nacionalidades suiza (por mamá) y austríaca (por papá), y además se formó, aparte de en su Alemania natal durante su infancia y primera juventud, en la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. Sus primeros trabajos en el mundo del cine tuvieron lugar también en Estados Unidos, dentro de la productora de cine independiente Good Machine, donde hicieron películas gente como Ang Lee, Todd Solondz y Hal Hartley, y que sería el germen de la posteriormente poderosa Focus Features. Posteriormente se ha desempeñado como profesor en la también norteamericana Universidad de Columbia y en la Universität der Künste de Berlín, ciudad donde está radicado desde finales del pasado siglo; vamos, que está más viajado que el baúl de la Piquer...

Ese cosmopolitismo, aparte de la exquisita formación artística y sus trabajos docentes y profesionales dentro del mundo del cine, han tenido como consecuencia un cineasta ciertamente ecléctico, finísimo en su estilo, que no se prodiga mucho, y cuya carrera se desarrolla igualmente en televisión y cine; en el primero de esos formatos ha estado en títulos perfectamente reconocibles y reconocidos como las series The terror y Your Honor, mientras que en cine ha tenido éxitos notables (a su escala, claro está) con títulos como Jack (2014), intenso drama sobre la infancia abandonada,  y, sobre todo, la nueva versión del clásico de Erich Maria Remarque Sin novedad en el frente (2022), que consiguió 4 Oscars, entre ellos el de Mejor Película Internacional, y le puso definitivamente en el mapa del cine independiente con vocación mayoritaria.

De ese éxito probablemente procede la posibilidad de hacer esta Cónclave, adaptación al cine de la novela homónima, editada en España en 2016 por Grijalbo, volumen original del periodista y escritor británico Robert Harris, una historia que se ambienta totalmente en el Vaticano, y que se inicia cuando el Papa, del que no conoceremos su nombre, fallece. Se inicia entonces el complejo rito para sustituirlo, previa la destrucción del anillo papal para que no se pueda utilizar su sello para emitir nuevos documentos, la declaración de “sede vacante” y la elección del nuevo pontífice de la Iglesia Católica. El cardenal Lawrence, como decano del Colegio Cardenalicio, es el encargado de dirigir el cónclave que habrá de elegir al nuevo ocupante del trono del Estado Vaticano. Pero el cónclave se mostrará pronto, a los ojos de Lawrence, como un enrevesado tablero de ajedrez en el que los distintos aspirantes (el canadiense Tremblay, los italianos Bellini y Tedesco, el africano Adeyemi) juegan sus cartas, no siempre precisamente de forma moral o ética. De hecho, Lawrence no tarda en percatarse de que el juego sucio es la norma en una elección tan decisiva para el futuro de la Iglesia y del mundo...

Cónclave, como película, sigue con bastante fidelidad el original del novelista Robert Harris, con algunos pequeños cambios no significativos, como el hecho de que el protagonista, monseñor Lawrence, anglosajón, en la novela es realmente un cardenal italiano, monseñor Lomeli. Al interpretar este papel central el actor inglés Ralph Fiennes (de cuya implicación en el proyecto da idea el hecho de que actúa también como coproductor ejecutivo en el film), se ha cambiado la nacionalidad de este personaje esencial en la trama, sobre la que pivota toda la historia y que actúa, “sotto voce”, como una especie de detective que habrá de discernir sobre las actitudes marrulleras de algunas de sus eminencias con tal de ocupar el solio de San Pedro.

Con un estilo visualmente poderoso (como ese plano con decenas de cardenales vestidos de blanco y, sobre todo, de rojo, avanzando parsimoniosamente por las plazas del Vaticano, cubiertos por inmaculados paraguas blancos...), con una elegancia consustancial a su exquisita formación académica y profesional, Berger nos presenta un producto comercial que, a la vez, induce a reflexionar sobre el poder, sobre el Poder, también dentro de una institución supuestamente tan sacrosanta como la Iglesia Católica, en esa jerarquía conocida como la Curia, donde la ambición es la norma y el desprendimiento la excepción, donde nadie se salva: los reaccionarios como Tedesco (por cierto, esta palabra significa “alemán” en italiano... ¿nazi, quizá?), que quieren volver a la Iglesia tridentina, a la Inquisición y a la más oscurantista teocracia; los liberales como Bellini, porque en el fondo son unos cínicos belicosos que conciben la actualización de la institución más antigua del mundo, la Iglesia Católica, como una guerra (quizá santa...) contra los enemigos ultramontanos; las nuevas iglesias africanas, porque a la busca de entronizar como sea a uno de los suyos, son capaces de comulgar con ruedas de molino (qué propio, dado el tema...).

Casi ninguno escapará de la aviesa ambición, de la maniobra rastrera, de la traición como de Judas, con tal de calarse el solideo blanco del Papa. Casi ninguno; y cuando el Espíritu Santo los ilumine, quizá el candidato finalmente elegido tenga algún oscuro secreto que haga problemático que pueda llevar la sotana blanca (o no, como diría el gallego...).

Potente thriller cardenalicio este Cónclave, y peculiar por su localización, la asamblea (no tan sancta...) que decide el futuro del catolicismo, pero también del mundo: recordemos el famoso “¿Cuántas divisiones tiene el Papa?”, que preguntó retóricamente Stalin al ministro de Exteriores francés Pierre Laval. Pues un Papa, en concreto Juan Pablo II, sin una sola división, echó abajo, sin tocarlo, el Muro de Berlín (bueno, también contribuyeron de forma importante otros actores, como Reagan, Thatcher, y la disolución como un azucarillo de la URSS...). Así que el futuro de la Iglesia, se quiera o no, es también el futuro del mundo, así que lo que se cueza en aquel sanctasanctórum nos afecta a todos.

Berger juega con habilidad con las escenas de intriga, con las sucesivas capas de este policíaco entre casullas y capelos, entre rezos y puñaladas traperas, con los sabrosos diálogos entre los primeros espadas de la Iglesia que se baten en sordo duelo por el bonete blanco; diálogos en los que habrá lugar para la duda, también para el descreimiento (¿de Dios? ¿de la Iglesia?), pero también, y firmemente, para la fe. Diálogos también que afectan al mundo seglar y su relación con el mundo clerical: ¿A dónde va la Iglesia Católica? ¿Cuál es su lugar en el mundo en este primer cuarto de siglo XXI, y en el futuro próximo o medio? ¿Qué reformas se deben implementar para que siga cumpliendo su misión en nuestro tiempo?

Thriller, sí, por tanto, pero también drama de hondo calado, incluso de cierto nivel teológico, lo que no deja de ser curioso para un film que, evidentemente, es también (como los conclavistas deseosos de ser llamados Santo Padre) muy ambicioso: ya se habla de esta Cónclave para los próximos Oscar, y desde luego, hay algunas categorías (pensamos en Película, Dirección, Guion y Actor Protagonista, para Ralph Fiennes, y Actor de Reparto, para Carlos Diehz, el cardenal hispano nombrado “in pectore” por el Papa, que tendrá un papel determinante en la trama) en las que ya vemos al film como claro favorito, al menos para las nominaciones a las doradas y longilíneas estatuillas.

Gran trabajo, efectivamente, de Fiennes, que tuvo unos comienzos espléndidos (La lista de Schindler, Quiz Show, sobre todo El paciente inglés), para después opacarse como el Voldemort de la saga Harry Potter o el M de la serie 007, y que aquí parece volver por sus fueros. Excelente, como siempre, Stanley Tucci, como el cardenal liberal, supuestamente renuente a la Cátedra de San Pedro, pero en el fondo rabioso por conseguir sentarse en ella. Más bien pasado de rosca vemos a Sergio Castellitto como el patriarca de Venecia, el prelado ultramontano que quiere volver a la Iglesia medieval (eso es visión de futuro...). Isabella Rossellini, en el único papel femenino relevante del film, está excelsa, a pesar de (o precisamente por) la contención requerida a su personaje, la monja en jefe que atiende a los cardenales, y cada vez más parecida a su madre, la mítica Ingrid Bergman.

La banda sonora del alemán Volker Bertelmann (que firma normalmente como Hauschka) nos parece notable, jugando con sones que buscan acentuar la intriga, pero sin caer en los tópicos musicales del thriller, incluyendo algunos temas clásicos, como el bellísimo Miserere, de Allegri. La fotografía del francés Stéphane Fontaine extrae preciosos matices de los colores esenciales del film, en especial del rojo de los purpurados.

(21-12-2024)


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120'

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Cónclave - by , Dec 21, 2024
4 / 5 stars
Poderoso thriller cardenalicio