C R I T I C A L I A C L Á S I C O S
Disponible en Filmin y Prime Video.
Ya sabemos que en los años cincuenta del siglo XX las productoras de cine en Estados Unidos notaron muy negativamente en su país la influencia de la televisión, presente allí en todos los hogares. Eso hizo que se prodigaran cintas suntuosas, de llamativos decorados, inmensos paisajes, vestuarios lujosos y ambientación histórica, mucho colorido y, obviamente, pantallas grandes, para contrastarlas con el tamaño de los televisores, entonces tan pequeños y en blanco y negro. Por ejemplo, la Metro-Goldwyn-Mayer acertó de lleno con títulos como Ivanhoe o Los caballeros del rey Arturo, ambientadas en la Edad Media, y que fueron grandes éxitos. Eso llevó a la Twentieth-Century-Fox (que tenía patentado el más extendido de los grandes formatos, el CinemaScope) a seguir la estela medieval rodando El príncipe Valiente en 1954.
Para ello compró los derechos de autor a Harold Foster, un dibujante canadiense emigrado a Estados Unidos en los años veinte, que como historietista se había hecho famoso con las tiras de Tarzán, el famoso héroe selvático creado por Edgar Rice Burroughs, y publicadas en numerosos periódicos. Pero ya cansado de idear estas aventuras, a finales de los años treinta (y durante algunos meses coexistiendo con ellas) ideó un nuevo personaje situado en un período histórico muy dispar. Así nació Valiente (Valiant), como nombre (no como calificativo), un joven príncipe vikingo de la Edad Media, un personaje que lo tuvo ocupado décadas casi hasta su muerte en 1982. El dibujo de Foster fue muy cuidado y detallista, sin usar los habituales "globos" de los tebeos para escribir los diálogos, sino reservando el margen inferior de cada viñeta para escribir el texto, y así no estorbar las magistrales escenas dibujadas.
Hay que reconocer que la Fox cuidó el proyecto para rodar el film. Encargó el guión al veterano y prestigioso Dudley Nichols (La fiera de mi niña, La diligencia, por citar sólo dos perlas, y Oscar por El delator), la música a Franz Waxman, y la fotografía a Lucien Ballard. Del reparto ya hablaremos luego, y coordinando todo ello en la realización puso a un todo terreno como Henry Hathaway, en cuya filmografía tenemos desde cine negro (como El beso de la muerte, en 1947, con Richard Widmark, o Niágara, en 1953, con Marilyn Monroe) a numerosos y buenos westerns, como Valor de ley, la primera, la de 1969, con John Wayne. Tampoco el cine de aventuras le era ajeno, con Tres lanceros bengalíes (con Gary Cooper) en los comienzos de su carrera, o La rosa negra (con Tyrone Power) ya en los cincuenta, entre otros ejemplos.
La historia que cuenta nuestra película es una de las muchas que podía narrarse del personaje de Valiente. Sin el más mínimo rigor histórico, en un imaginario reino escandinavo, su rey cristiano Aguar es destronado por el traidor y pagano Sligon, que quiere eliminar a toda la familia, incluyendo al pequeño Valiant, y expulsar a los cristianos. Refugiado en un monasterio, con los años el príncipe -ya un joven aguerrido-, es enviado en secreto a la corte del rey Arturo con el fin de que allí se prepare para ser caballero. Cuando llega a Camelot descubre que allí hay también traidores que preparan una invasión vikinga. Se mezclan así clásicas aventuras artúricas con la presencia vikinga, entre los que encontramos cristianos y paganos, fieles y traidores. Pero estos vikingos un tanto de opereta, que sólo visten pantalones, llevan el torso desnudo (a pesar del frío) y lucen unos espectaculares y gigantescos cuernos en sus cascos, nada tienen que ver con los que, pocos años después, en 1958, nos presentaba Richard Fleischer en su inimitable Los vikingos, con producción de Kirk Douglas, el más serio, riguroso y dramático film de aventuras medievales rodado.
Y así, en un agradable tono aventurero, con un joven Robert Wagner que calca al detalle la figura de los dibujos de Harold Foster, un uso muy inteligente de la pantalla en CinemaScope, con damas y damiselas, con caballeros afables y un Rey Arturo dialogante, la película nos va presentando todo un muestrario de los films medievales, con el gran castillo que han de sitiar y conquistar los buenos, peleas entre las almenas, muchas escenas nocturnas, emocionantes torneos, una imaginativa huída del protagonista de la celda donde está recluido, la figura misteriosa de un caballero de negro... entremezclado todo ello con escenas galantes en hermosos jardines, para compensar.
Y para encarnar a los personajes nos encontramos a toda una serie de actores y actrices con los que hemos disfrutado de muchas aventuras ya anteriormente. Empezando por una rubia y excelente Janet Leigh -la princesa Aleta-, que en estos años enlazaba cintas de época. O con una morena como Debra Paget -la dama Leina- habitual en films históricos como Los diez Mandamientos o Demetrio y los gladiadores. También, y como contrapeso, el gran Sterling Hayden es el afable y casamentero Sir Gawain - casi a la vez que encarnaba su inolvidable Johnny Guitar-, y naturalmente sin olvidar al siempre sublime y cínico James Mason, capaz de ensalzar cualquier papel. Más extraño resulta que aparezcan por estas medievales aventuras dos actores tan habituales de John Ford como Donald Crisp o Victor McLaglen. Aunque la guinda del reparto la pone sin duda la presencia del antiguo boxeador Primo Carnera, de origen italiano, encarnando al pérfido y usurpador Sligon... Vamos, que desde luego no nos aburrimos para nada en estos cien minutos de aventuras más -o menos- históricas...
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