CRITICALIA CLÁSICOS
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Quién le iba a decir a Sir Walter Scott, un noble escocés arruinado, que tuvo que firmar casi todas sus obras con seudónimo, que al cabo del tiempo sus novelas serían enormemente populares y a la cabeza de ellas, sin duda, Ivanhoe, muchas veces llevada al cine desde 1913 hasta una versión en dibujos animados de 2018. Pero la madre y maestra de todas las versiones resulta ser, de forma meridianamente clara, la rodada por Hollywood en la década dorada del cine de aventuras, los años cincuenta del pasado siglo.
La MGM encargó su realización a un especialista, Richard Thorpe, eso que los críticos llamamos tantas veces "un artesano", pero que tenía mimbres y sabiduría más que suficientes para embelesarnos con esta bizarra historia de normandos y sajones, caballeros y nobles, damas y plebeyos... todos ellos en la idealizada visión del siglo XII de la verde Inglaterra, con sus poderosas fortalezas, intrincados bosques, aventuras sin fin, torneos a caballo, asaltos al castillo... y de fondo el trauma del cautiverio de Ricardo Corazón de León a su vuelta de las Cruzadas desde Tierra Santa.
En esta ocasión, además de normandos y sajones (que siempre salen en estas cintas medievales), hay que añadir a los judíos, con un personaje importante, Isaac de York, padre de la bellísima Rebeca y único poseedor de los muchos dineros que hacen falta para rescatar al rey Ricardo. Está también el felón usurpador, Juan Sin Tierra y, por fin, el trovador y aventurero Wilfredo de Ivanhoe, noble sajón (o sea, de los buenos) que juega en los momentos cruciales con una segunda identidad, la del Caballero Negro...
Rodada en la propia Gran Bretaña y en los estudios de la Metro en Hollywood, no cabe duda que el fastuoso reparto de grandes estrellas contribuyó al éxito, desde un Robert Taylor en lo más álgido de su carrera, a Joan Fontaine como lánguida rubia de la corte real, Elizabeth Taylor en un dramático papel clave del argumento y en plena belleza morena... de ojos azules, sin olvidar a un actor tan dúctil e inteligente como George Sanders, tan eficaz con chaqueta como cuando calza malla y coraza. Y envolviendo todo, la poderosa partitura de un especialista como Miklós Rósza...
Si volvemos a quien coordinó este sugestivo entramado, Richard Thorpe, un apunte: es el realizador de la historia del cine que cuenta con más largometrajes en su haber, nada menos que 184 (por delante de todos los grandes y sacralizados autores) en algo más de medio siglo de carrera. Con decir que en dos años, 1952 y 1953, encadenó cuatro excelentes ejemplos de cine aventurero: Ivanhoe, El prisionero de Zenda, Los caballeros del rey Arturo y Todos los hermanos eran valientes... Sí, sí, un artesano... pero un artesano cum laude.
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