Enrique Colmena

El comienzo de los Juegos Olímpicos de París 2024, con su fastuosa ceremonia de inauguración (si había alguna duda sobre su belleza, creatividad y diversidad, las acerbas  críticas de la extrema derecha lepeniana han confirmado plenamente todas esas virtudes) nos da pie a comentar algunas películas que, a lo largo de la historia, han tenido como tema, bien central, bien de fondo, algunos de estos grandes eventos que, desde 1896, buscan recuperar el espíritu olímpico de aquellos juegos griegos de la Antigüedad que duraron desde 773 a.C. hasta 393 d.C., cuando el emperador Teodosio, ya en la etapa cristiana del Imperio Romano, los prohibió considerándolos paganos.

Pues curiosamente, a pesar del evidente tirón popular que tienen en nuestro tiempo las Olimpiadas, con cientos de millones de telespectadores en cada una de las citas olímpicas (siempre cada cuatro años, siempre en los bisiestos, como las elecciones en Estados Unidos) y una brutal cantidad de dinero que se mueve en su derredor (para que nos hagamos una idea, solo la ceremonia inaugural de París 2024 ha costado la bonita cifra de 10.000 millones de euros), sin embargo, en términos audiovisuales no ha tenido una repercusión equiparable; hablemos con números: FilmAffinity, la conocida página que censa decenas de miles de títulos de todos los tiempos, todos los géneros y todas las nacionalidades, reúne solo 219 títulos (incluidos largos y cortos, ficción y documentales, películas y series) con el tópic “Juegos Olímpicos”, una cifra ciertamente escasa comparativamente hablando. Y lo que es quizá incluso peor, hay mucha morralla en esos poco más de doscientos títulos, de tal manera que, puestos a elegir una representación de cómo el cine ha mostrado en pantalla ese gran acontecimiento cuatrienal, nos ha costado un poquito de trabajo conseguir ocho títulos medianamente decentes…

Haremos el repaso de esos ocho títulos por orden cronológico de las Olimpiadas en las que se enmarcan. Salvo algún caso muy concreto (más que justificado, como se verá), no se trata de películas que traten sobre lo ocurrido deportivamente en esos Juegos Olímpicos, sino historias que se incardinan dentro de esos contextos olímpicos, que actúa como paisaje esencial de esas historias.

Si en este año de 2024 se celebran las Olimpiadas en París, en buena medida se debe al hecho de que se cumplían 100 años de los primeros que se celebraron en la capital de Francia. Pues en aquellos JJ OO de 1924 en París se ambienta parcialmente Carros de fuego (1981), una pequeña película británica producida por el productor independiente David Puttnam, que supuso el descubrimiento del director Hugh Hudson, quien tuvo algunos otros títulos de interés para después caer en el adocenamiento. Pero aquella historia de rivalidad de dos grandes atletas, uno cristiano, otro judío, ambos buscando la gloria por sus muy diversas convicciones religiosas, llegó al público de la época por su modestia y (por qué no decirlo) por la languidez casi “chill out” que transmitían aquellas hermosas imágenes de los atletas corriendo a cámara lenta por la playa, con la equipación deportiva de la época, con largos calzones y camisetas de color inmaculadamente blanco, y con la inolvidable música de Vangelis como una de esas bandas sonoras que se han hecho fuertes en la memoria de cualquiera que la haya escuchado. Por si fuera poco, cuatro Oscars la convirtieron de la noche a la mañana en un gran éxito de taquilla.

Probablemente la película más famosa de todos los tiempos en torno a los Juegos Olímpicos (también la mejor, en términos puramente artísticos) sea la titulada Olimpiada (1938), monumental documental dividido en dos partes sobre el evento olímpico que tuvo lugar en Berlín en 1936. Por supuesto, la película de la directora, productora y actriz Leni Riefenstahl es tan buena como execrable es su visión (no tan) críptica sobre los ¿valores? ensalzados por el nazismo, la abyecta ideología a la que Leni se adhirió con entusiasmo, aunque tras la caída de Hitler se hizo la nueva, la inocente. Al margen de su responsabilidad como propagandista del nazismo, lo cierto es que, cinematográficamente, su díptico olímpico es un auténtico monumento fílmico, una de esas películas que marcó un antes y un después en la Historia del Cine, como lo hizo unos años antes El acorazado Potemkin y años más tarde Ciudadano Kane.

En esa misma Olimpiada de Berlín de 1936 se dio, sin embargo, un hecho ciertamente importante que además desbarató, al menos momentáneamente, la estrategia supremacista de aquel cabrón con bigote que respondía al nombre de Adolf Hitler: el atleta norteamericano Jesse Owens, de raza negra, ganó nada menos que cuatro medallas en aquel evento olímpico, consiguiendo con ello que el Führer se marchara enojado del estadio con tal de no tener que imponer él las preseas correspondientes. Esa hazaña ha sido llevada al cine, bien en ficción, bien como documental, en algunas ocasiones; hemos elegido la titulada El héroe de Berlín (2016), dirigida por Stephen Hopkins, con Stephen James como el velocista que (al menos ese día) tumbó a Hitler, demostrándole que su querida raza aria podía ser batida sin problemas por una (supuesta) raza inferior.

La Olimpiada de Melbourne de 1956, en Australia, sería el escenario en el que tuvo lugar un feroz enfrentamiento entre las selecciones de waterpolo de Hungría y la URSS, un partido que se había calentado hasta extremos impensables al haber tenido lugar solo unas semanas antes la invasión del primero de esos países por el Ejército Rojo del segundo, que, “de facto”, gobernaba el país con los títeres correspondientes en la nación magiar. Los waterpolistas húngaros y rusos se enzarzaron en poco menos que una batalla campal dentro de la piscina, hasta el punto de que, al final, el capitán magiar salió del agua con una brecha en la cabeza, lo que daría lugar a que el partido fuera conocido internacionalmente como el “baño sangriento”. Sobre aquel tremendo suceso entre lo deportivo y lo político, para conmemorar su cincuentenario, el cine húngaro rodó Hijos de la gloria (2006), con dirección de Krisztina Goda, que buscó hacer un homenaje a aquellos hombres que se batieron bravamente el cobre, sabiendo que a la vuelta a su país podían ser duramente reprimidos; de hecho, la mitad de la representación olímpica húngara no volvió a Hungría, quedándose en el exilio.

La segunda vez que Alemania acogió una Olimpiada sería en Múnich, en 1972, y si la primera, la de Berlín, se recuerda por la fantochada supremacista de Hitler y la guantá (como decimos en mi tierra) sin manos que le dio Jesse Owens al felón, la segunda se recordará sobre todo por haber sido el escenario en el que el grupo terrorista palestino Septiembre Negro secuestró y asesinó a 11 atletas israelíes. Sobre esa brutal historia, Steven Spielberg rodó en 2005 el film Munich, que narra no solo el secuestro y matanza de los deportistas judíos en plenas Olimpiadas, sino también la venganza que el estado de Israel (que ya sabemos no se anda con chiquitas…) planificó y ejecutó contra los terroristas que participaron en tan abyecto crimen. Eric Bana, Daniel Craig (poco antes de 007), Ciarán Hinds, Mathieu Kassovitz y Geoffrey Rush, entre otros, intervinieron en una peli que funcionó también, de alguna forma, como una cierta catarsis para la etnia hebrea.

La Olimpiada de Barcelona 1992 fue uno de esos momentos brillantes en la Historia reciente de España, coincidiendo con la Expo’92 de Sevilla y la capitalidad de la cultura europea de Madrid en ese mismo año. En ese contexto se ambienta 42 segundos (2022), un film dirigido por Dani de la Orden y Àlex Murrull, y que narra la verídica historia de cómo un equipo de waterpolo de cuarta fila, la selección hispana de la época, consiguió sobreponerse a sus evidentes carencias y, a fuerza de tenacidad, fortaleza mental y un entrenamiento rigurosísimo, se plantó en la mismísima final de las Olimpiadas; el hecho de que finalmente la perdiera no quitó un ápice de valor a una hazaña solo equiparable a que el Alcorcón F.C. quedara subcampeón de La Liga… es cierto que la película tenía algún problema con uno de los coprotagonistas, Álvaro Cervantes, que daba vida al mítico capitán de la selección Manel Estiarte, cuando el por lo demás buen actor catalán, de carisma anda cortito con sifón… Pero el tono de misión imposible finalmente (casi) conseguida se lograba razonablemente.

En las Olimpiadas de Atlanta, en Estados Unidos, celebradas en 1996, tuvo lugar un atentado terrorista en el Parque Olímpico con una mochila llena de explosivos que causó la muerte de una mujer (más un cámara turco muerto por infarto), y heridas a otras 111 personas. El atentado pudo haber sido mucho peor si no hubiera sido por un guardia de seguridad, Richard Jewell, quien se dio cuenta del peligro y consiguió que muchas personas desalojaran el lugar; sin embargo, algunas informaciones le pusieron a él en la diana, haciéndole responsable de haber puesto la bomba para después quedar como un héroe, cosa que tiempo después se revelaría como totalmente incierto, al descubrirse al verdadero culpable. Esa historia la llevó a la pantalla Clint Eastwood en la película titulada precisamente Richard Jewell (2019), con un actor de orondas formas y también notable talento, Paul Walter Hauser, en una de esas historias de perdedores que al cineasta y actor sanfranciscano tanto le gustan.

La última peli que traemos a este apresurado y por supuesto en absoluto exhaustivo repaso de los films olímpicos se ambienta en la Olimpiada de Río de 2016. Su título es Las nadadoras (2022), siendo una producción británica dirigida por la cineasta anglo-egipcia Sally El Hosaini, en la que narra la verídica odisea de dos hermanas sirias, nadadoras de élite en su país, del que tuvieron que escapar tras ser bombardeada su casa en el transcurso de la guerra que asuela Siria (¡desde 2011, y sin visos de acabar!), para embarcarse, literalmente, en un viaje infernal con destino Europa, en un bote cuyo motor se averió en medio del mar Egeo, teniendo las hermanas que remolcarlo a pura fuerza, para salvarse y salvar a los que iban en la precaria embarcación; tras conseguir llegar a duras penas al Reino Unido, una de las hermanas participaría en la Olimpiada dentro del equipo de refugiados.

Illustración: Una imagen de la película Las nadadoras (2022), de la directora Sally El Hosaini.