Pelicula:

Hugh Hudson (Londres, 1936) es uno de esos casos que de vez en cuando tiene lugar, el de un cineasta que tiene su momento de gloria, que puede durar varios años, para después apagarse y no volver a brillar más. Hudson empezó a dirigir en formato de cortometraje a principios de los años sesenta; su primer largo, titulado Irresistible (que más bien podría haberse llamado “Invisible”, porque no lo vio nadie...) data de 1971, hasta que un decenio más tarde hizo Carros de fuego, una pequeña película sobre atletas británicos que se preparan para las Olimpiadas de 1924, y con ella dio el campanazo en los Oscars, consiguiendo cuatro de las preciadas estatuillas, concretamente en los apartados de Película, Guion Adaptado, Música (para el griego Vangelis, con un tema principal que se hizo justamente famoso, y que evoca desde entonces el espíritu olímpico y deportivo) y Vestuario (para Milena Canonero, siendo el segundo de los cuatro Oscars que esta afamada diseñadora tiene cuando se escriben estas líneas).

Aquel éxito le llevó a hacer un par de films más que tuvieron repercusión comercial y cierto aprecio de la crítica: Greystoke, la leyenda de Tarzán, el rey de los monos (1984), que supuso la revelación de Christopher Lambert como actor, y que se reputó como una ajustada versión de la historia que inspiró a Edgar Rice Burroughs para escribir la serie de novelas sobre el famoso personaje de la selva, al fin y al cabo una versión popular del mito del “Buen Salvaje” de Rousseau; y Revolución (1985), una interesante aproximación a la Guerra de la Independencia americana, con Al Pacino al frente del reparto. Después la estrella de Hudson se oscureció, y sus posteriores nuevos títulos (Nuevos rebeldes, Los secretos de la inocencia, Soñé con África, Altamira) se fueron espaciando y haciendo cada vez menos interesantes

Pero momento estelar de Hudson sería sin duda aquel año de 1982 en el que Carros de fuego se convirtió en la gran revelación de la gala de entrega de los Oscars; aquella pequeña película británica convenció a los académicos por su sencillez y abierto sentido filodeportivo que recordaba un cruce entre el celtibérico (y tan “vintage”) eslogan de  "contamos contigo" y un desfile de modelos en blancos calzoncillos largos.

La película narra la historia paralela de dos atletas en las Olimpíadas de 1924, uno de raza judía (con lo que ello suponía entonces, quizá incluso ahora, de desprecio por parte del resto del mundo, incluidos sus pares) y otro un escocés de religión cristiana, con sus respectivos anhelos y destinos.

El tiempo no ha jugado demasiado a favor de esta Carros de fuego que quizá desde la atalaya del siglo XXI parezca antigua (en la peor acepción del término, se entiende...), pero aún así es cierto que mantiene, al menos, cierta frescura en su agradable trama sobre la condición humana y su capacidad de superación de las dificultades, en un mensaje no por archiconocido menos apreciable.

En el amplio reparto destacan los dos protagonistas, Ben Cross y Nicholas Farrell, pero también algunos secundarios de gran peso artístico, como John Gielgud e Ian Holm, y un entonces emergente Brad Davis. Como curiosidad, aparece el “enfant terrible” de Kenneth Branagh en su primera aparición en una pantalla, en un mínimo papel, cuando no lo conocía nadie.

La película contó con un modesto presupuesto de cinco millones de dólares, recaudando en todo el mundo (según cifras de la IMDb) casi sesenta millones, multiplicando los ingresos por tanto doce veces su coste, en un caso de libro de película de extraordinaria rentabilidad económica.

(20-06-2020)


Carros de fuego - by , Sep 19, 2023
2 / 5 stars
Un campanazo en los Oscars