Pelicula:

CINE EN SALAS

No es muy frecuente, pero a veces la figura del autor de la novela que se adapta, y no digamos ya sí, además, se encarga del guion, confiere a la película en cuestión un tono muy personal, propio de ese escritor y guionista, incluso sobreponiéndose a la figura generalmente incuestionable del director (directora, en este caso). Nos parece que en esta Descansa en paz estamos en un caso modélico de lo que decimos. El nombre de John Ajvide Lindqvist quizá no diga mucho al cinéfilo, quizá tampoco al bibliófilo, pero sí quizá si decimos que fue el autor de la novela en la que se inspiró el film sueco Déjame entrar (2008), la película de Tomas Alfredson que impactó poderosamente en el aficionado al cine de terror en la primera década de este siglo, una aproximación sutilmente distinta al mito del vampiro, de una sutileza extraordinaria; de ese film el cine yanqui hizo su propia versión, también titulada Déjame entrar (2010), de la mano del director Matt Reeves, claramente inferior, aunque es verdad que no carecía de méritos (entre otras cosas porque había escenas literalmente calcadas...).

El nombre de Ajvide Lindqvist estuvo también asociado como autor del relato corto original en el film Border (2018), del cineasta sueco-iraní Ali Abassi, una historia esquinada, con un protagonista peculiar no, lo siguiente, una mujer con una extraña deformidad, que esconde otra cuestión, un film sobre lo difícil que es ser diferente, y también, en el fondo, una película sobre un grave dilema moral.

Descansa en paz, el film que comentamos, adapta la novela homónima de John Ajvide Lindqvist, publicada en 2005; confesamos que cuando la leímos, hace años, nos dejó bastante hechos polvo; vista la película, hay bastante, o mucho, de esa misma sensación, así que parece que se ha dado en la diana. La película se ambienta en nuestro tiempo; aunque en la novela los hechos suceden en la sueca Estocolmo, aquí, por mor de la mayoritaria producción noruega, tienen lugar en Oslo, aunque en puridad es un cambio sin relevancia. Estamos en un agosto bastante tórrido (todo lo tórrido que puede ser el verano en Escandinavia, se entiende...),; iremos conociendo fundamentalmente a tres familias; una de ellas está formada por David, noruego, su mujer Eva, sueca de origen iraní, y sus dos hijos, una adolescente ya casi adulta y un niño como de diez años; esa mañana los esposos van a sus respectivos trabajos, pero ella sufre un accidente y muere... otro de los hogares que nos es dado contemplar será el formado por la pareja formada por Tora y Elisabet, ambas muy mayores, habiendo fallecido la segunda recién, por lo que Tora, tras las exequias, vuelve a casa destrozada... la tercera familia la compone el abuelo Mahler, su hija Anna y el pequeño hijo de ésta, de nombre Elias, que ha fallecido hace unos días, por lo que el abuelo intenta que la hija retome su vida, aunque ésta aún se niega a aceptar lo ocurrido...

La tesis de la novela de Ajvide Lindqvist, que por supuesto hace suya el film, es la de contarnos varias historias de otras tantas familias, imaginando que seres queridos de estas, por mor de algún raro fenómeno paranormal (aquí lo que parece una fortísima subida de la tensión eléctrica, seguida de un apagón generalizado prácticamente en toda la ciudad), trajera como consecuencia la rarísima circunstancia de que los muertos reviven, casi siempre con la querencia de volver a donde vivían, con sus seres queridos, aunque esos muertos estén, en realidad, más muertos que vivos, y en algunos casos no pasen casi del estadio vegetal, aunque sí tienen la capacidad de mirar, aunque no está claro si también de ver, que no es lo mismo...

Thea Hvistendahl (Oslo, 1989) es una cineasta noruega todavía relativamente novata, formada en la oslense Westerdals School of Communication (WSoC). Está haciendo cine desde 2013, generalmente cortos, salvo Adjo Montebello (2017), que fue un largo documental que consiguió el premio Amanda (el equivalente al Goya en Noruega) al Mejor Diseño de Producción. Ahora debuta en el largo de ficción con este film y, ciertamente, no parece una novata, mostrando que tiene las ideas muy claras y sabe cómo plasmarlas, en una devastadora historia en la que se juega con talento con la elipsis, con la sutileza narrativa, huyendo casi siempre del terror barato y al uso. De hecho, aunque haya cadáveres ambulantes en la película, casi nunca (salvo al final, en el que guionista y directora se permiten algún coqueteo con el cine de “no-muertos” al uso) se utiliza a estos silentes difuntos a la manera en la que lo ha popularizado el cine de zombis, ya prácticamente un género en sí mismo, desde aquel primigenio La noche de los muertos vivientes (1968), de George A. Romero, que hace ya más de medio siglo dio el pistoletazo de salida a un tipo de cine que ha evolucionado, y de qué forma, aunque el tópico del zombi furioso y hambriento de carne humana, generalmente, se mantiene de forma constante, y ahí no suele haber cambios ni evolución. Pero no aquí, salvo, ya decimos, algún caso aislado.

Película entonces no sobre los muertos vivientes, sino más bien sobre los afectos que tenemos hacia las personas y cómo gestionarlos cuando estos se van, por ley de vida, y no digamos sobre cómo lo haríamos si, más bien improbablemente, volvieran del otro mundo (la forma en la que lo hagan, evidentemente, aquí es lo de menos...), Descansa en paz, efectivamente, no deja de ser una desolada apuesta por superar el duelo por los seres queridos, por pasar dolorosamente la página de la vida para seguir con la existencia, porque no habrá, no puede haber, segundos alientos (como sí puede suceder en las carreras de fondo); claro que la tentación de volver a disfrutar de esos seres queridos es fuerte, fortísima; claro que cuando los viéramos lo que el corazón nos pediría sería abrazarlos y llevarlos de nuevo al hogar común; pero también estaría claro que, más temprano que tarde, nos daríamos cuenta de que aquellos seres a los que amamos ya no están en esas carcasas vacías que aparentan ser lo que ya no son.

Hermoso, doloroso film, transido de la amargura que recorre toda la obra de John Ajvide Lindqvist (para quien tenga interés en su novelística, además de los títulos ya citados, recomendamos su Puerto humano; eso sí, previamente sería bueno la ingesta de un Prozac o similar...), ya decimos que solo algún desvío en alguna de las historias sobre el concepto de antítesis del zombi que es esencial del film, impide que sea una obra redonda, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que no sea una obra valiosa, tan valiente en su planteamiento anticomercial, tan profundamente humanista como bien contada, a base de detalles y de sensaciones, huyendo del brochazo de trazo grueso y cincelando con mimo estas tres historias en las que alguna escena será difícilmente olvidable para el espectador, como la del conejo en la habitación del hospital donde se ¿repone? Eva, o la final con la madre de Elias, con su niño zombi en brazos, en medio del mar, en una barca de remos prácticamente a la deriva, en la que el título de la película cobrará su autentico sentido.

La directora, Hvistendahl, aprueba con nota este su primer examen, su debut en el largo de ficción, aunque contaba con la inestimable ayuda de una historia muy potente y con el apoyo de Ajvide Lindqvist, tan implicado que, además del guion, ha coproducido la película. Habrá que ver a Thea en otros empeños que quizá no tengan una materia prima tan subyugante. Excelente la sentida, doliente música de Peter Raeburn (ganadora de un premio en Sundance), que conviene muy bien al tema y a las imágenes del film, y la fotografía de Pal Ulvik Rokseth, que juega con frecuencia con las sombras, pero sin intentar dar miedo de forma impostada ni artificial. Muy buen trabajo actoral, en el que todos brillan a gran altura, desde los jóvenes Renate Reinsve y Anders Danielsen Lie (a los que recordamos con agrado en La peor persona del mundo) a los muy veteranos Bente Borsum y Björn Sundquist.

Como curiosidad, John Ajvide Lindqvist tenía vendidos los derechos a una productora que, ante la oferta millonaria de una compañía norteamericana, quiso vendérselos, a lo que se negó el escritor sueco, hasta conseguir rescatar esos derechos y hacer esta película con Einar Film, productora noruega de carácter indie, y con Zentropa, la productora creada por Lars Von Trier; menos mal, porque imaginarnos qué hubiera hecho una productora comercial USA con este material sí que da escalofríos (y no precisamente por tratarse del género de terror...).  

(22-06-2024)


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97'

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Descansa en paz - by , Jun 22, 2024
3 / 5 stars
La antítesis del cine de zombis