CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Prime Video, Disney+, Google Play Movies y Classix.
La verdad es que es una pena que los adolescentes de ahora no lean a Julio Verne, y quien dice Verne puede añadir a Emilio Salgari, Capitán Gilson, H.G. Wells, Robert L. Stevenson, H. Rider Haggard... escritores todos ellos del siglo XIX y principios del XX que supieron imaginar y trasladar a sus lectores todo un mundo de aventuras, viajes, fantasía... con sus dosis de superación, esfuerzo, amistad... dando como resultado que sus libros no sólo eran para jóvenes, sino también perfectamente asumidos por los adultos. Ahora, nos conformamos con que los niños lean a Harry Potter, una saga entretenida y elaborada con inteligencia.
Verne fue un burgués de Amiens que gozó de fama y popularidad gracias a una interminable lista de novelas, de las que probablemente las más famosas y divulgadas en la posteridad fuesen La vuelta al mundo en 80 días y 20.000 leguas de viaje submarino. En toda su obra gusta de mezclar la narración con unas dosis de divulgación científica y didactismo que a veces pueden lastrar su lectura, pero que fue marca de la casa. El cine no ha tratado demasiado bien su legado, a menudo infantilizando en exceso, mezclando personajes y situaciones, simplificando la aventura, en un claro reduccionismo.
Pero si hay un versión respetuosa y acorde con la obra de Verne (de las muchas que se han hecho sobre esta aventura subacuática, desde 1906 a nuestros días) esta es sin duda la versión de 1954 producida por Walt Disney y que no sólo respetó el libro sino aportó los medios necesarios para su éxito, como por ejemplo rodarla en CinemaScope, formato idóneo para su espectacularidad, buscar un gran reparto, y -su gran acierto- encargar la dirección a Richard Fleischer, un profesional eficaz en muchos géneros que demostró en su larga carrera saber llevar a buen término cualquier encargo. Pocos años más tarde rodaría la poderosa Los vikingos, seguramente la mejor cinta de aventuras medievales filmada en los dorados años cincuenta.
Y para redondear ese respeto, el guión de Earl Felton ni quita ni inventa personajes, adoptando el tono de "aventuras viriles" propias de los autores citados al comienzo, y obviando la presencia postiza de algún personaje femenino, como sí han incurrido (por ejemplo) en las muchas cintas en torno a Las minas del Rey Salomón, la magistral novela de H. Rider Haggard, como fue en la versión más famosa, de la Metro en 1950, -por otra parte entretenida y correcta-, y aunque la señora inventada la encarnara la siempre exquisita Deborah Kerr...
Con estos mimbres 20.000 leguas de viaje submarino nos va narrando la historia de unos misteriosos hundimientos de barcos, para lo cual se organiza una expedición que los aclare, y que acabará siendo también víctima de ellos. Recogidos sus náufragos, conocemos al fin el submarino Nautilus, causante de estas catástrofes y en donde viajarán ahora el profesor Aronnax (Paul Lukas), su ayudante Conseil (Peter Lorre) y el impetuoso arponero Ned Land (un vigoroso Kirk Douglas). Así viajarán por las profundidades con diversos episodios (la huerta subacuática, el entierro submarino, la lucha con el pulpo gigante, la visita a una Atlántida sumergida...) y con las controversias y enfrentamientos con el dueño y señor de la nave, el Capitán Nemo.
Nemo (Nadie, en latín) es el vengador implacable que, con la acostumbrada anglofobia de Julio Verne, quiere hundir barcos británicos como venganza por motivos familiares y étnicos, por el sometimiento del pueblo hindú en aquella época colonial. Un imponente personaje que también aparecerá en La isla misteriosa y, más tangencialmente en Los hijos del Capitán Grant. Nemo ha sido interpretado por muchos actores en la gran pantalla y en televisión, como Herbert Lom en la cinta de Cy Enfield La isla misteriosa, 1961, Robert Ryan en La ciudad de oro del Capitán Nemo, 1967, mediocre adulteración del libro, Omar Shariff en otra versión de 1973, producción franco española, insólitamente dirigida por Juan-Antonio Bardem, o por el gran Michael Caine en una serie televisiva de 1997.
Pero todos ellos palidecen ante el soberbio James Mason de esta película, un Nemo atormentado, elegante, complejo, que no evita peligros y tras los hundimientos desahoga sus dudas y angustias interpretando a J.S. Bach en el órgano de su suntuoso salón del Nautilus. El gran actor inglés, con trabajos tan excelentes como los de Operación Cicerón (1952, Joseph Leo Mankiewicz) o Lolita (1962, Stanley Kubrick) y a veces como secundario de lujo, Con la muerte en los talones (1959, Alfred Hitchcock), o su memorable papel de consejero de Marco Aurelio en La caída del Imperio Romano (1964, Anthony Mann), aquí redondea con su interpretación esta muestra ejemplar de cine aventurero que forjaron entre Verne, Walt Disney y Fleischer para disfrute de sus espectadores.
127'