Pelicula:

CINE EN SALAS

Las películas sobre niños abandonados (voluntaria o involuntariamente) a su suerte tienen una cierta representación en cine, y algunas de ellas son buenas e incluso muy buenas; entre las primeras cabría citar, por ejemplo, el clásico de Jack Clayton A las nueve, cada noche (1967), con Dirk Bogarde, y la menos conocida pero también interesante El jardín de cemento (1993), de Andrew Birkin, con Charlotte Gainsbourg, sobre la novela de Ian McEwan; y entre las segundas, quizá la mejor, Nadie sabe (2004), el estremecedor drama del japonés Hirokazu Koreeda.

El tema de esta interesante Paradise is burning es también parecido. La acción se desarrolla en nuestro tiempo, en Suecia; conocemos a tres niñas, entre 7 y 15 años; la madre se ha marchado de casa hace unos meses, como ha hecho en otras ocasiones; del padre nada sabemos. La mayor, Laura, adolescente de 15 años, procura hacer el papel de madre de las dos menores, la preadolescente Mira, que, fiel a su edad, está empezando a mostrar la rebeldía propia de la pubertad, y Steffi, la más pequeña, lógicamente también la más infantil (aunque, en puridad, las tres son niñas aún...). Laura y sus hermanas sortean como pueden, y como su ingenio les aconseja, los inevitables inconvenientes de no tener a un adulto al frente del hogar: pequeños hurtos, falsificaciones de notas maternas para no llamar la atención en el colegio... también les encanta entrar en casoplones que saben deshabitados para disfrutar de las piscinas o, simplemente, para hacer el ganso en ellas. Pero un día reciben la llamada de servicios sociales preguntando por la madre y anunciándoles que al lunes siguiente irán a hacer una visita a la casa para comprobar que todo está bien. Laura oculta el hecho a sus hermanas, para no preocuparlas, mientras maquina cómo conseguir una madre sustituta para esa visita...

Mika Gustafson (Linköping, 1988) es una directora y guionista sueca formada en la prestigiosa Valand Film Academy, radicada en Gotemburgo. Se inició en cine en 2013 con una serie de cortos, el último de los cuales, Mephobia (2017), llamó la atención, tocando un tema (menores con cierto desarraigo) no lejano al del film que comentamos. Su primer largometraje fue Silvana (2017), documental sobre la artista Silvana Imam, que Mika codirigió junto a Olivia Kastebring y Christina Tsiobanelis, con el que consiguieron el Escarabajo de Oro (equivalente a nuestro premio Goya) del cine sueco al mejor documental.

Ahora salta al largo de ficción con este film, Paradise is burning (literalmente “el paraíso está ardiendo”, traducción textual del título original en sueco, Paradiset brinner), que tiene algo de documental, no tanto porque sus protagonistas se correspondan con sus papeles, lo que no es el caso, sino porque busca, evidentemente, un tono realista que asemeje el film a una situación real como la que aquí se describe, tres niñas abandonadas por su madre; por cierto que en ningún momento se entra a juzgar tal hecho: simplemente es así.

Gustafson evidencia desde el principio que quiere hacer una película sobre un drama infantil, pero un drama al que se enfrenta desde una postura no trágica, sino que sus protagonistas, como niñas que son, lo afrontan desde esa postura irreflexiva que es inherente a los menores de edad que, en circunstancias normales, no tienen que preocuparse de nada más que de estudiar y formarse, que para el resto ya están sus mayores. Faltos aquí de la tutela materna (o paterna), ni siquiera de los posibles abuelos ni del estricto control del estado (del que Laura, la mayor y “madre” por accidente de sus hermanas pequeñas, huye como de la peste, intuyendo, con buen criterio, que en ese caso las tres niñas serán separadas para ir a distintos hogares de acogida), las menores, de todas formas, actuarán como las niñas que son, con sus juegos y sus rebeldías, con sus manías (esa pequeña que cada vez que encuentra un perro en la calle se lo lleva a casa, que la hermana mayor le obliga a devolver), pero también, dada su situación, con sus pequeñas trampas y triquiñuelas para sobrevivir, emulando como pueden los cuidados que deberían ejercer otras personas con la autoridad y experiencia suficientes.

Opta Gustafson por una filmación en la que prima la cámara en mano, pero sin temblequeo, lo que tanto le agradecemos; busca, por supuesto, la cercanía, sobre todo a las niñas, pero también el verismo, a veces incluso el costumbrismo, un costumbrismo extraño por cuanto lo que vemos en ese hogar es una especie de remedo de lo que debería ser en circunstancias normales.

Hay, evidentemente, una complicidad de la directora con los personajes de las chicas, aunque también cierta mirada entomológica: muestra la situación tal como es, una situación anómala, tres menores sin tutela alguna, y vemos también los esfuerzos de la mayor para evitar la (con toda seguridad inevitable) disgregación del núcleo familiar cuando lleguen los servicios sociales, para lo que intentará reclutar para el papel de madre sustituta a diversas personas, desde la vecina que la soporta a la renuente tía feriante, centrándose finalmente en Hannah, la mujer de mediana edad con la que alcanzará algún grado de complicidad, al sentir ésta cierta atracción por el abismo, que para ella supone, con el concurso de la experta Laura, entrar en viviendas ajenas cuando los dueños no están en ellas, quizá por el mero hecho de infringir la ley, de sentir el vértigo del riesgo, aunque no terminamos de saber a qué se debe esa pulsión por la adrenalina de la ilegalidad.

Es cierto que la película adolece de un ritmo a ratos un tanto desfalleciente, pero el conjunto es estimulante por lo que plantea y por cómo lo plantea, ese “paraíso que está ardiendo”, que quizá se refiera al generalmente considerado paraíso nórdico de Suecia, un paraíso que, de todas formas, y como cabía imaginar, también tiene fallas, como este agujero en la convivencia y en la crianza de los más vulnerables, la infancia, cuando los soportes en los que deberían apoyarse simplemente desaparecen. Todo ello en un cine muy natural, muy fresco, en el fondo también triste por las circunstancias que se plantean, pero sin pintarlo como un drama ni mucho menos como una tragedia.

Es cierto que, como suele suceder con los directores y guionistas noveles, algunas líneas argumentales secundarias, como la del marido de la vecina que canta en el karaoke, o el amiguito de la pequeña Steffi, resultan más endebles, sin que tengan mucho interés ni aporten nada a la trama central, pero el conjunto es estimulante y ciertamente atractivo, en una filmación sin subrayados, que no busca hacerse notar, volcada fundamentalmente en contar la historia, sin más.

Chapó para las tres pequeñas protagonistas, las tres sin experiencia previa delante de una cámara, pero de una extrema naturalidad, de una frescura que se adivina conseguida a fuerza de mucho trabajo junto a la directora.

Paradise is burning, además de dos Escarabajos de Oro (a Mejor Película y Mejor Diseño de Producción), consiguió premios en los festivales de Venecia y Londres.


(10-06-2024)


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108'

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Paradise is burning - by , Jun 10, 2024
3 / 5 stars
El paraíso está ardiendo