CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin y Prime Video
Delbert Mann (1920-2007), uno de los más conspicuos componentes de la llamada “generación de la televisión”, no fue uno de los grandes de esta quinta que renovó el cine (hablaríamos de Sidney Lumet, de Norman Jewison, de John Frankenheimer, de Martin Ritt), pero también hizo un puñado de buenos films que cimentaron su fama de profesional firme y solvente, tanto en el drama, como fue el caso de Marty (1955), ganadora de 4 Oscars, entre ellos los de Mejor Película y Mejor Director, o de Mesas separadas (1958), sobre la pieza teatral homónima de Terence Rattigan, como en la comedia, en títulos como Pijama para dos (1961), una de las tres películas que compartieron Doris Day y Rock Hudson, y también esta Suave como el visón (1962), también conocida en España como Suave como visón, sin el artículo determinado. También es cierto que la buena época de Delbert Mann fue relativamente corta, más o menos de mediados de los años cincuenta a mediados de los sesenta, para después adocenarse en productos fílmicos rutinarios o directamente audiovisuales televisivos puramente alimenticios.
Pero en esta época, como decimos, Mann estaba en plena forma, y eso se nota en esta Suave como el visón, divertida comedia en clave más bien irónica, una historia romántica con el esquema clásico de la lucha de sexos, con una pareja de opuestos que inicialmente se repelen para después no poder quererse más... La historia se desarrolla en su tiempo de rodaje, a principios de los años sesenta, en Estados Unidos. El cochazo de Philip, multimillonario, al pisar un charco, pone perdida de agua a la viandante Cathy, una chica más bien pelanas, que (lógicamente) se enoja por este hecho y por la indiferencia mostrada por el ricachón. Finalmente ella va a lo que va, a recoger su cheque del subsidio; el funcionario en cuestión se le insinúa, ella se deja querer hasta que tiene el talón, y entonces le da calabazas... Cathy le exige disculpas al millonetis, pero este envía a Roger, su secretario (licenciado en Princeton, pero en realidad chico para todo), a excusarse en su nombre, pero este hombre, bastante cabreado con su jefe, le calienta la cabeza a la muchacha contra Philip, así que la mujer va a verlo sumamente indignada...
Con un guion de Stanley Shapiro y Nate Monaster, que escribieron varios libretos juntos, conformando un peculiar dúo experto en comedias románticas, Suave como el visón es un producto muy clásico (en la mejor de las acepciones), una comedia que juega con el humor de opuestos, con la lucha de sexos, pero también incluso con el tono de la comedia “screwball”, la comedia alocada o sofisticada en la que Hawks, Cukor, Capra, Lubitsch o Minnelli fueron maestros. Tiene el film de Mann ese tono, tan característico de la comedia romántica, teñida de un humor suave, con cierta ironía, y además aquí, ya en los años sesenta, con algunos detalles (la tentación del concubinato que, veladamente, se plantea; las posibles relaciones extramaritales vistas sin mojigaterías) que evidencian que los tiempos avanzaban y ya las historias de amor no se limitaban al casto beso (de no más de tres segundos, según el idiota Código Hays), sino que jugueteaban pícaramente con otras cuestiones sexuales, aunque siempre sin pasarse, más como un elemento oral añadido a la comedia para mover a la sonrisa al espectador (y a alegrarle un poco las pajarillas, ya que estamos...).
Simpática y divertida, a ratos deliciosamente ingenua a la par que ligeramente picante, juega mucho con los malentendidos, todo un clásico del cine de comedia, y no digamos de la comedia romántica en la que los celos y los desamores están a la orden del día, aunque, por supuesto, al final todos serán felices y comerán perdices... Como signo de los tiempos, los malentendidos llegan incluso a plantear, equivocadamente, algunos supuestos de amores homosexuales, lo que para la época era el no va más de la audacia...
Tiene otras curiosidades la película, como la aparición de la figura del crápula, el propio Philip, un tipo que quiere yacer con la prota sin pasar por vicaría, un crápula por supuesto elegante y de modales sumamente corteses y atentos, pero un crápula, al fin y al cabo, o al menos la idea que se tenía en aquellos tiempos, a principios de los sesenta, sobre los hombres que no mezclaban sexo con amor, no digamos ya con matrimonio. Pero aquí nuestro crápula favorito, este Philip millonetis, resulta ser que, al menos con la prota Cathy, le pasa lo mismo que a Carpanta, pero en sexo, que tiene mucha hambre pero no se come nunca una rosca...
Con un final muy divertido, en una larga pero muy entonada secuencia en la que Mann juega con habilidad con la comedia que se suele llamar “de puertas y ventanas”, en las que hay muchos personajes que entran o salen por esas puertas o ventanas provocando divertidas situaciones de enredo, Suave como el visón es, además de una de las últimas películas que interpretó Cary Grant (como siempre el actor perfecto, tanto para comedia como para thriller o drama), una de las también últimas buenas comedias norteamericanas de la época clásica. Doris Day es el complemento perfecto a la elegancia y saber estar de Grant, y Gig Young (que interpreta al secretario del protagonista) compone un curiosísimo personaje, un tipo que está deseando que su jefe lo despida (porque no es capaz de dar él ese paso, y además está muy bien pagado) para poder volver a su vocación universitaria, para lo que se convierte en un Pepito Grillo para su jefe y en un “calentador de cascos” para Cathy, esperando que la boda de Grant le permita escapar de su, para él, incómoda situación actual (aunque esté regada cuantiosamente de billetes...). Como curiosidad, en un papel secundario aparece Dick Sargent, quien pocos años después interpretaría el papel del esposo de la protagonista de la célebre serie televisiva Embrujada.
(08-05-2024)
99'