CRITICALIA CLÁSICOS
Disponible en Filmin y Movistar+
En Italia, en el mar Tirreno, en el conjunto del golfo de Nápoles, se forma un archipiélago que tiene como isla más famosa a Capri, pero la más importante es Ischia y su capital (de unos 22 mil habitantes) destaca por su clima benigno, baños de barro, aguas termales y un Gran Hotel. No es de extrañar que el turismo, no solo europeo, sino también estadounidense, acuda y frecuente la isla. Y eso es lo que hicieron una pareja de yanquis durante diez años, puntualmente, del 15 de Julio al 15 de Agosto, eligiendo con razón el periodo central y veraniego por antonomasia.
Partiendo de una obra teatral de Samuel Taylor, de 1968, en 1972 el gran Billy Wilder se encargaría de llevarla a la pantalla, un Wilder al que solo le quedarían otros tres largometrajes para culminar su extraordinaria carrera, en la que tocó toda clase de temas y géneros. Y lo hace sin querer inventar nada nuevo, retroalimentándose de su propio estilo y filmando una cinta que casi recuerda el cine de "teléfonos blancos" de la época de Mussolini, sólo que esta vez son también blancos los corredores, las puertas, las habitaciones, los uniformes de las camareras... Incluso el humor puede recibir el calificativo de ese color.
Argumentalmente la trama se inicia con la llegada a Ischia del hijo varón de esa pareja antes citada, avisado por la muerte de su progenitor en un accidente de coche. Y allí llega Wendell Ambruster Jr, heredero de la rica familia de tal nombre, magnates de Baltimore, con gran amistad con políticos y senadores muy influyentes en la alta política norteamericana. Así aparece en escena el gran Jack Lemmon, que aterriza con su avión particular y que viene malhumorado y entristecido. Y la cosa se complica cuando le preguntan por la mujer que viajaba con su padre en el vehículo siniestrado, obviamente la pareja del binomio de los veraneantes del 15 de Julio al 15 de Agosto.
Con un habilísimo guión de I.A.L. Diamond, escritor habitual de los films wilderianos-junto con Charles Brackett-, entramos en un juego de idas y venidas, enriquecidos cuando aparece la otra mitad del misterio: la hija de la señora acompañante, una rubia inglesa (excelente Juliet Mills) que en principio no simpatiza con la otra parte del misterioso idilio de tantos veranos. Sin forzar el ritmo, casi con desgana, vamos viendo distintas sorpresas, aparición de unas fotos comprometedoras de los progenitores bañándose desnudos en el mar, cadáveres que se evaporan... y -eso sí- aparece un personaje clave que se va convirtiendo en protagonista del enredo: el director del Grand Hotel Excelsior, un tipo listo, elegante, capaz de salir de cualquier embrollo, interpretado magistralmente por el británico Clive Revill.
Un suave final feliz, con previo chantaje de una mafiosa familia lugareña, nos depara la llegada de un helicóptero del ejército norteamericano (dada la categoría de la familia Ambruster) para recoger el cuerpo del supuesto difunto -aunque el que va en el féretro no es tal-, mientras los hijos de los accidentados (ya amorosamente reconciliados) arreglan en secreto que sus padres respectivos reposen eternamente juntos, aquí en Ischia, como en sus veranos felices. Antes, quizás como requisito, también ellos se bañan desnudos en las inocentes aguas de la bahía napolitana... y reservan el hotel para el próximo 15 de Julio, no faltaría más.
Con un título español exageradamente explícito, termina una cinta de Wilder al ralentí, pero que aún así no pierde su toque inteligente y estilo propio, cuando ya solo le quedaba por firmar Primera plana, en 1974, tercera versión de una obra de Ben Hecht (que ya habían rodado antes Lewis Milestone, en 1931, y Howard Hawks en 1940), donde recuperó su pulso en buena parte, con un agradecido trabajo de Walter Matthau y (una vez más) Jack Lemmon. Fedora, en 1978, un melodrama con William Holden e Hildegard Knef, y un cierre poco recomendable con Aquí un amigo, ya en 1981, endeble versión de una comedia francesa de Eduard Molinaro, a pesar de la presencia también de Lemmon y Matthau.
Y con esta Avanti! cabría decir -finalmente- que si un señor realizador rueda a lo largo de varias décadas 26 largometrajes de un nivel medio altísimo, no es cuestión de ponerse delicado y rechazar cualquier bajón, porque habría que recurrir (como otras veces) precisamente a su sentencia más famosa y que lo identifica inmediatamente: "Nadie es perfecto" . Pues eso...
(23-03-2025)
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