En este segundo segmento (tras el primero, dedicado a lo mejor del cine español: para leerlo, pulse aquí) vamos a glosar las mejores películas que, a nuestro juicio, nos han llegado desde Europa.
FRANCIA/BÉLGICA
Los dos países francófonos por excelencia de Europa (bueno, en Bélgica también se habla flamenco, y en algunos otros países europeos el francés es también lengua cooficial, como en Suiza y Luxemburgo) suelen coproducir con mucha frecuencia, hasta el punto de que casi es más difícil encontrar películas producidas solo por uno de ellos que films coproducidos por ambos.
Lo cierto es que el cine francófono goza de excelente salud, al menos desde el punto de vista de su calidad. Hasta seis títulos traemos a este balance de lo mejor del año. Quizá el más llamativo de todos ellos, o al menos el que más ha sorprendido, sea Emilia Pérez, que ha sido llamado “narco-corrido-musical-trans” (que ya son referencias peculiares...), pero que en realidad es una película en la que lo que más llama la atención es precisamente la originalidad de su planteamiento, nada menos que la historia de cómo un narcotraficante temido por todos se convierte en mujer y comienza una nueva vida, con la ayuda de una abogada, y todo ello trufado de preciosas canciones y bailes musicales. Vamos, como un cruce entre Sonrisas y lágrimas, Narcos y Las aventuras de Priscilla, reina del desierto...
Pero el cine francófono tiene también como cualidad evidente su eclecticismo, lo que habla de su variedad. Así, Cuando cae el otoño es un denso drama intergeneracional, entreverado de thriller (o viceversa...), de la mano del ya veterano y tan interesante François Ozon, o el muy peculiar thriller carcelario Borgo, dirigido por Stéphane Demoustier, centrado no en los presos sino en una de las funcionarias carceleras. Por no hablar de El sucesor, coproducción franco-canadiense dirigida por Xavier Legrand, sobre una herencia (casi literalmente...) envenenada, y cómo afrontarla cuando los buenos propósitos se tornan en otros no tan buenos... Con El caso Goldman, dirigida por Cédric Kahn, el cine galo cumple con nota con su cuota de cine judicial, con la notable reconstrucción de un famoso caso judicial ocurrido en los años setenta en el país vecino.
En cuanto a Bélgica, presenta en solitario un notable thriller entreverado de drama, Amal, con dirección del cineasta belgo-marroquí Jawad Rhalib, en un ambiente que pronto se revela asfixiante, un instituto laico en Bruselas, donde una profesora de cultura árabe pero alejada de la religión de Mahoma encontrará serios problemas en algunos alumnos radicalizados (y no digamos en sus intransigentes padres) cuando intente hacerlos más tolerantes respecto a las tendencias no heterosexuales, una película vibrante y dura que confirma lo difícil que es, incluso en Europa, enseñar en libertad.
REINO UNIDO
En la pérfida Albión, a pesar del Brexit, el cine parece seguir disfrutando de salud: lo corroborarían algunas buenas películas que nos han llegado este año, es cierto que con frecuencia en coproducción con otros países. Es el caso de Cónclave, la nueva película del germano-austríaco-helvético (pero aquí firmando bajo pabellón inglés, para cuadrar el círculo...) Edward Berger, tras su laureada nueva versión del clásico de Erich Maria Remarque Sin novedad en el frente. Aquí Berger traza un demoledor panorama del alto gobierno de la Iglesia Católica, atravesada, como toda institución humana (por muy divina que se reclame...) por la ambición, la codicia, la lujuria, la traición. Con un repartazo (Fiennes, Tucci, Rossellini, Lithgow) y un estilazo, ha sido, a nuestro juicio, una de las grandes películas del año.
No le va a la zaga, pero en un tono y un estilo muy distinto, Desconocidos, dirigida por Andrew Haigh, una historia entre lo fantástico, lo romántico y lo traumático, todo a la vez, o cómo alguien asolado por la vida puede, por fin, hacer la paz consigo mismo y, a la vez, llegar a formar parte de ese pasado inexistente, como preludio de la eternidad, con una extraordinaria interpretación del cuarteto protagonista: Andrew Scott, sobre todos, pero también su amante Paul Mescal (aquí –afortunadamente- lejos de su personaje de musculitos y testosterona de Gladiator II), y unos padres encarnados por Claire Foy y el niño (ya no tan niño...) de Billy Elliot, Jamie Bell.
Y de nuevo cambiando el tercio, y de qué manera, Jonathan Glazer, el desasosegante director de films tan raros como Reencarnación y, sobre todo, la (casi literalmente) extraterrestre Under the skin, nos ofreció otra rareza, La zona de interés, o como la cotidianidad más banal (¡ay, Hannah Arendt, cuánta razón tenías!) puede convivir con el horror más insoportable, ese que solo el ser humano es capaz de infligir a sus semejantes.
ITALIA
La “bella Italia” parece que está de vuelta: tras mucho tiempo sin apenas películas de interés, este año hemos apreciado al menos tres títulos que nos han parecido atractivos. Y, como también ocurre con las otras nacionalidades comentadas (y que comentaremos), quizá su signo distintivo sea su eclecticismo, la variedad de sus propuestas. Así, en Siempre nos quedará mañana, la actriz Paola Cortellesi, en su primera película como directora, nos ofrece una revisitación actualizada del Neorrealismo, el fenómeno cultural más importante del siglo XX en Italia. Su peli, ambientada en los años cuarenta del siglo XX, en plena postguerra, es una firme apuesta por las mujeres, tomando la directora algunas decisiones arriesgadas, como esas escenas de maltrato conyugal, coreografiadas y musicadas, que levantaron ampollas entre el personal “más cafetero” –a buen entendedor...-, cuando era evidente que se trataba de una meditada decisión artística tras una primera escena (el bofetón con el que responde el marido cabrón al alegre “buenos días” mañanero de la esposa) que dejaba bien clara la abyección de esa violencia doméstica.
Manteniéndose en el cine “de época”, pero viajando en el tiempo al siglo XIX, nos encontramos con El rapto, la nueva película del veteranísimo (85 años cuando se escriben estas líneas) Marco Bellocchio, que hace cine como si tuviera 30 años, no casi tres veces más, un film dotado de una fuerza impresionante, sobre un caso verídico (una de esas felonías que cometen las religiones cuando se saben poderosas) que, de alguna forma, precipitó la unión de Italia bajo una sola bandera (como se suele decir, Dios escribe derecho con renglones torcidos...). La tercera peli italiana que traemos aquí nos devuelve a nuestro tiempo, a un territorio y una situación lacerante: Yo capitán, la nueva película de Matteo Garrone, es desgarradora, la historia de un joven africano que decide iniciar la inmigración a Europa, y cómo ese viaje será lo más parecido a un infierno; pero, sobre todo, en esa peripecia el joven se revelará como la persona cabal, generosa, honesta, moral, que quizá todos deberíamos llevar dentro.
ESCANDINAVIA
De los fríos países nórdicos nos han llegado varias películas interesantes. Empezaremos por una rareza (la cosa va de rarezas...): Descansa en paz es la adaptación de la novela homónima de uno de los nuevos y buenos escritores del género de terror, John Ajvide Lindqvist, autor de los relatos que dieron lugar a films tan (re)conocidos para los aficionados al género como Déjame entrar y Border. Este nuevo film basado en su obra, con dirección de la noruega Thea Hvistendah, es la antítesis del cine de zombis, un relato estremecedor sobre la vida, la muerte, y la posibilidad de que aquellos que se fueron vuelvan, tal vez solo para abrazar a los suyos.
Paradise is burning, con puesta en escena de la directora sueca Mika Gustafson, plantea un panorama muy distinto: aquí será una familia compuesta solo por menores de edad, abandonados por la madre, en uno de esos clanes desestructurados, desoladoramente desarticulados, sobre los que el cine, de vez en cuando, nos cuenta lacerantes historias. Esa familia guiada por una adolescente tendrá que sortear los múltiples inconvenientes que, en una sociedad como la nuestra actual (y más en la escandinava...), supone llevar adelante una existencia más o menos normal sin tener la tutela de un pariente adulto o, en su defecto, del estado.
Y, de nuevo, en otro salto temporal, La tierra prometida, también inspirada por hechos reales ocurridos en el siglo XVIII en la Dinamarca de monarquía absolutista de la época, nos cuenta una historia teóricamente de obstinación cuasi suicida, la de un capitán del ejército, un bastardo que desea a toda costa conseguir un título que le releve de esa ignominiosa condición. Por el camino, además de tener que enfrentarse durísimamente con el correspondiente noble felón (perdón por la redundancia...), aprenderá que hay otras cosas (amor, paternidad) mucho más importantes que esa dignidad impostada.
ALEMANIA
Del país de la añorada Angela Merkel nos han llegado algunas muestras de buen cine. Nos quedamos con Sala de profesores, dirigida por un cineasta turco-alemán, Ilker Çatak, que muestra las tensiones a las que se ve sometida la comunidad educativa incluso en el cuadriculado país germánico, en un caso en el que la profesora protagonista se verá inmersa en un fuerte conflicto (interior y exterior) ante un caso de pequeños hurtos en el colegio en el que imparte clases.
Ilustración: Zoe Saldaña y Karla Sofía Gascón, en una imagen de Emilia Pérez, la magnífica película de Jacques Audiard.
Próximo capítulo: Lo mejor del cine en 2024: Estados Unidos, Hispanoamérica, Asia, África (y III)