Jonathan Glazer (Londres, 1965) es un director de cine publicitario y vídeos musicales de reconocido prestigio: sus spots para marcas de primera línea de toda laya (Kodak, Mazda, Guinness, Levi Strauss, Barclays, entre otras muchas) y sus vídeoclips para cantantes y grupos musicales de gran popularidad (Blur, Radiohead, Jamiroquai, Nick Cave...) gozan de justa fama. Además de esas sus fundamentales facetas profesionales, Glazer desarrolla desde principios de este siglo XXI una carrera como director y guionista de cine comercial, aunque lo de comercial quizá no sea el adjetivo que mejor cuadre a su cine, porque en esa vertiente se aleja sustancialmente de sus otros oficios como director publicitario y de vídeos musicales... En veinte años ha rodado solo tres largometrajes de ficción (más otro que tiene en proyecto cuando se escriben estas líneas): quiere decirse que la prolificidad no es una de sus características. Su debut en la realización de largos fue con Sexy Beast (2000), curioso cine negro a la británica con una excepcional interpretación de Ben Kingsley; su segundo largo, Reencarnación (2004), extraña historia romántica y necrofílica con perturbadora trama (viuda encuentra 10 años después de la muerte del aún amado marido a un niño de esa edad que dice ser la reencarnación del difunto), parecía jugar en dos ligas, la comercial, al contar con una estrella como Nicole Kidman, pero también la de “outsider”, teniendo en cuenta lo vidrioso de su asunto (amor, tal vez sexo, entre una adulta y un impúber, glup).
Under the skin tiene una larguísima génesis. Parte de la novela homónima publicada en 2000 por el escritor holandés Michel Faber; Glazer se hizo con los derechos poco después, desarrollando el proyecto a lo largo de una década, con diversas reescrituras de guion y problemas de financiación de varia laya, hasta que finalmente se consiguió rodar en 2013, siendo estrenada en Reino Unido, Estados Unidos y algunos otros países en 2014 pero, ante las decepcionantes recaudaciones, fue guardada en el anaquel sin estrenarse en otros muchos estados, entre ellos España. Ahora, siete años después, convertida en cierta medida en un film de culto, se estrena en nuestro país, aunque tenemos que decir que, ciertamente, defrauda las expectativas, aunque es evidente que tiene valores que comentaremos.
La trama se ambienta en la Escocia de nuestro siglo. En ese contexto, una mujer joven y muy atractiva recorre las calles de Glasgow (y otras localidades del antiguo reino de los escotos) al volante de una furgoneta; aborda a hombres jóvenes pretextando estar perdida y pidiendo alguna dirección, hasta que los convence para que suban al vehículo y la guíen hasta el supuesto lugar al que se dirige. La mujer lleva a los incautos hasta una casa abandonada, donde finalmente estos, en el paulatino proceso de desnudamiento para la coyunda a la que creen acudir, se hunden poco a poco en una especie de líquido extraño en el que quedan irremisiblemente atrapados...
Under the skin tiene, como decimos, virtudes incuestionables. La primera y fundamental, quizá, el valor temerario de su director y productores (con un presupuesto de 8 millones de libras esterlinas, la recaudación en todo el mundo apenas superó los 5 millones) al afrontar un reto como este, un film extraordinariamente críptico, donde los asideros para el espectador, siendo benévolos, son mínimos. Y no hablamos del espectador pasivo y medio, sino incluso del espectador acostumbrado a films que requieren de una actitud activa por su parte. Es cierto que la presencia de Scarlett Johansson al frente del reparto debía haber mejorado su capacidad de llegada al público, pero es evidente que, hoy por hoy, la simple presencia de una estrella no es suficiente para garantizar el éxito de un film.
Hay otras cualidades evidentes: la creación de una atmósfera alucinante y alucinada es otra de ellas, en una película que plantea justo la situación contraria a la habitual, la del depredador sexual que asalta a mujeres para satisfacer sus bajos instintos; aquí, sin embargo, será una hembra de formas aerodinámicas la que seducirá, con palabras sugestivas y curvas mareantes, a los hombres desprevenidos que, contra toda esperanza, intuyen la posibilidad de echar un polvo con una mujer 10 que inopinadamente les requiere sexualmente. En ese sentido nos parece una postura muy feminista, al dar la vuelta a lo habitual para presentar el envés de lo que suele suceder, con una mujer que rastrea, seduce, flirtea y lleva al (en este caso metafórico) tálamo al incauto de turno.
Pero no basta, nos tememos: está muy bien dar muy poca información, sugerir antes que mostrar, hacer que el espectador tenga que interpretar lo que sucede en pantalla. Pero no está tan bien que la información sea tan escasa que difícilmente se puede seguir la trama, que lo sugerido apenas sean meros atisbos desdibujados, que los datos aportados por el director y su guionista sean tan mínimos que el espectador carezca de claves para poder interpretar lo que se le cuenta. Claro, después te lees las gacetillas, las declaraciones de Glazer, las críticas sobre la peli, y te enteras de lo que no está en la cinta: mala cosa; lo diremos muy claramente: en nuestra opinión, lo que una película dice tiene que estar en su metraje, por acción o por omisión, fuera de campo o en pantalla, en silencio o con sonido. Lo que no está, ni por activa, ni por pasiva, ni por perifrástica, no se puede aportar desde fuera, desde declaraciones, gacetillas o críticas.
El cine críptico está muy bien: sin él, sin la exploración de nuevos senderos, el lenguaje cinematográfico estaría todavía, seguramente, haciendo “stop motion” para hacer aparecer y desaparecer a los personajes, como el truco de mago que hacían Méliès y Chomón. Pero una cosa es el cine críptico y otra el que parece seguir el consejo del cínico proverbio español: “ya que no somos profundos, al menos seamos oscuros...”.
Mención especial para Scarlett Johansson, por el valor de afrontar un papel como este, que le ha requerido desnudarse física y (lo que quizá sea más difícil) psíquicamente, y por hacerse cargo de un personaje que difícilmente iba a mejorar su estatus estelar en Hollywood; pero es evidente que las estrellas de cine, si se tienen respeto a sí mismas, deben, de vez en cuando, hacer cosas como esta, pequeñas pelis que intentan buscar caminos nuevos (aunque, en este caso, en nuestra opinión, el camino sea erróneo). Y también mención especial para la música de la británica Mica Levi, que debutaba en la composición para cine, y qué debut... con acordes atonales que recuerdan poderosamente a Ligeti y a Penderecki, pero siendo genuinamente original, la banda sonora de Under the skin es un elemento fundamental en la creación de una atmósfera de pesadilla, que es, sin duda, lo mejor del film. El “score” escrito por Levi se alzaría con el Premio del Cine Europeo a la Mejor Música de Película, entre otros galardones.
(12-07-2020)
108'