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CINE EN SALAS

El cine carcelario, como casi todos los temas recurrentes en cine, permite muy diferentes abordajes, desde centrarse en los reclusos (como en los films clásicos El hombre de Alcatraz o Fuerza bruta), hasta hacerlo en los proyectos para escaparse (como en las no menos clásicas La gran evasión y Fuga de Alcatraz), pasando por los que se ambientan en los corredores donde esperan los condenados a ser ejecutados (como en Pena de muerte y La milla verde), o donde se combina (admirablemente...) un poco de todo (caso de la estupenda Cadena perpetua). Pero un film centrado mayormente en el cuerpo de funcionarios de prisiones (que suelen ser los “malos” de la película casi siempre...) no es muy habitual. Este Borgo (nombre del penal al que es enviada la protagonista desde su anterior destino en el continente) se incluiría en esa infrecuente corriente que centra el tiro (por decirlo de una forma metafórica) en los sufridos funcionarios destinados en los presidios.

Borgo presenta dos líneas narrativas diferenciadas que finalmente confluyen. Se ambienta en Córcega, la isla francesa de pasado italiano (formó parte de la llamada República de Génova hasta mediados del siglo XVIII), donde conocemos por una parte a Mélissa, una funcionaria de prisiones que ha sido destinada al penal en la isla; se ha mudado allí con su marido, el francoafricano Djibril (con problemas con el alcohol como consecuencia de una baja autoestima por su permanencia en el desempleo) y sus dos niños pequeños, como de 5 y 6 años. El penal es tranquilo, con régimen abierto, y en apariencia sin problemas; sin embargo, Mélissa pronto se da cuenta de que algunos presos tienen un poder e influencia importante en todo lo que pasa en la isla. En la otra línea argumental, conocemos la investigación que lleva a cabo un comisario de Policía de la isla tras producirse, a plena luz, el asesinato por un sicario de dos exconvictos de la prisión donde está destinada Mélissa...

Stéphane Demoustier (Lille, 1977) es un productor, director y guionista francés que, como realizador, se inició como cortometrajista en 2008, dirigiendo desde entonces varios films en ese formato, hasta saltar al largo de ficción con Terre battue (2014), siendo este Borgo su cuarta película de largometraje. Aunque su filmografía es bastante ecléctica, se aprecia interés en sus historias sobre personas normales y corrientes que se ven expuestas, a veces involuntariamente, a situaciones reprochables moralmente e incluso penalmente. Esta Borgo también participa de esa preocupación de Demoustier, como veremos.

Porque la historia que se nos cuenta (más o menos inspirada en hechos reales, según se explica en unos rótulos iniciales) es la de una mujer, proba funcionaria, a la que las circunstancias, también el miedo (y la propia conveniencia, desde luego...) atraen, casi sin quererlo, hacia el lado oscuro, hacia la parte siniestra en la que se pasa de estar dentro de la ley a fuera de ella, esa levísima línea que separa ser alguien con una vida normal, a ser un perseguido por la justicia. Las dos líneas narrativas, como decíamos, irán confluyendo, de tal manera que nos iremos enterando qué tiene que ver ese doble asesinato a plena luz del día, en el aeropuerto de Ajaccio, con la historia de progresivo deslizamiento delincuencial de la protagonista.

Desde la primera escena, en la que vemos, desde el asiento de atrás, en un plano secuencia de dos minutos de duración, al comisario de Policía al que le toca la investigación del doble asesinato, mientras llega al aeropuerto donde se encuentran los difuntos tirados en el suelo, ya barruntamos que no estamos ante una peli al uso, el típico film de acción, sino que habrá bastante más que eso.

Y, efectivamente, lo hay, especialmente el retrato de una mujer que se verá progresivamente atraída por una realidad (el microcosmos delincuencial corso, no demasiado lejano al próximo de las mafias italianas, tipo Camorra o ‘Ndrangheta) en la que inicialmente se ve familiarmente beneficiada por una de las actuaciones de ese mundo criminal, a partir de lo cual ya estará en deuda con gente con la que, desde luego, no es bueno estarlo.

Con una puesta en escena sobria, austera, sin concesiones, seca y directa, la película pronto se advierte como una muy apreciable aportación al “polar” francés, al cine policíaco, en su vertiente carcelaria, en la que el cine galo tiene algunas muy notables muestras (bien que en otro tono), como el clásico La evasión (1960), de Jacques Becker, pero también más recientemente Un profeta (2009), de Jacques Audiard; aquí, como queda dicho, mezcla una historia de funcionaria de prisiones con una investigación criminal. Estamos entonces ante un muy bien modulado thriller sobre una persona que se vio involucrada a su pesar en una pesadilla, quizá la forma que ha tenido el director y guionista de decirnos que cualquier hombre, o mujer, puede ser arrastrado hacia terrenos procelosos, en principio en contra de su voluntad, conforme al llamado “síndrome de la rana hervida”, según la cual una rana sumergida de golpe en una olla de agua hirviendo saltará fuera de inmediato por el efecto del golpe de calor, pero si se la sumerge cuando el agua aún está templada, no se percatará de que el agua va calentándose hasta que ya sea demasiado tarde.

Algo así le sucede a la protagonista, que empieza dejándose querer con el tema del vecino tocapelotas, y que, a partir de ahí, ya estará en deuda y una cosa llevará a la otra, hasta pasar de un (muy cuestionable, desde luego) favor a su familia a participar de forma activa, aunque un tanto renuente, en una acción criminal. Hay en la película también un muy conseguido ambiente de tensión cuando están en pantalla los elementos mafiosos relacionados con los presos del penal, unos elementos mafiosos que, sin apenas hacer nada, irradian una rara sensación de peligrosidad latente ciertamente acongojante.

Con un tono sombrío, la película habla, sobre todo, de ese miedo sordo a que le pase algo grave a los tuyos si no actúas conforme a los dictados de los malos, y cómo eso puede derivar en hacer lo incorrecto, lo que no tiene vuelta atrás.

Muy buena interpretación de la actriz francesa de ancestros argelinos y tunecinos, Hafsia Herzi, muy contenida en un personaje que, efectivamente, requería de esa interiorización, acorde con el tono seco y riguroso del film.

(22-11-2024)


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118'

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Borgo - by , Nov 22, 2024
3 / 5 stars
El síndrome de la rana hervida