Pelicula:

CINE EN SALAS
[El lector interesado en la figura de Paul Schrader puede consultar también los dos artículos genéricamente titulados Paul Schrader: Fulgor. Marasmo. Resurrección, pulsando en los siguientes enlaces: I y II]

Paul Schrader, el que fuera una de las grandes esperanzas (blancas o negras...) del cine de Hollywood de los años setenta y ochenta, y que perdió los libros durante al menos dos décadas, volvió a sus mejores momentos en los últimos años con un trío de pelis de lo más interesante: El reverendo (2017), la extraordinaria El contador de cartas (2021) y El maestro jardinero (2023).

Pero como Schrader parece abonado a esa máxima española de dar “una de cal y otra de arena”, y ya llevaba dadas tres de cal, pues ahora tocaba ya la de arena... Y es una lástima, porque el tema prometía: la acción se inicia en nuestros días. Vemos que se va a entrevistar a Leonard Fife, famoso documentalista norteamericano exiliado en Canadá (a donde huyó para no ser reclutado para la Guerra del Vietnam), encendido pacifista y profesor en universidades del país de la hoja de arce. Fife, enfermo terminal, se presta a esa última entrevista de su vida (concedida a un grupo de antiguos alumnos suyos) con la condición de que su mujer, Emma, esté presente, porque él la concibe como una especie de confesión testamentaria hacia su esposa. Conforme comienza a hablar, iremos viendo algunas de las peripecias de su vida, en especial las relativas a su agitada vida sentimental y, sobre todo, al hecho de que (según parece...), cuando se fugó a Canadá dejó atrás a una esposa embarazada y a un hijo de corta edad, abandonados por el acreditado procedimiento del “ahora vuelvo” y después por su continuación “si te he visto no me acuerdo”...

Sobre la novela Foregone de Russell Banks (al que está dedicada la película, habiendo fallecido en 2023, poco antes del rodaje; el director ya había adaptado anteriormente, en 1997, otra de las novelas de Banks, su notable Aflicción), Schrader escribe un guion más bien confuso en torno a este ficticio mito de la intelectualidad antibelicista, que intenta explicar, ya con un pie (casi los dos...) en la tumba, que ese mito en realidad tiene detrás algunas acciones más que cuestionables. Pero eso, que en teoría podría conformar incluso una cierta semblanza sobre aquellos jóvenes (en torno a sesenta mil, dicen las crónicas...) que en los años sesenta del pasado siglo se evadieron a Canadá para no ser objeto de reclutamiento forzoso para el conflicto de Vietnam, en la película no deja de ser sino una más bien caótica concatenación de flashbacks, en una confusión buscada, evidentemente, para presentar al público el estado semisenil del moribundo que lo está contando; pero a los espectadores no les debe, no les puede llegar de esa forma tan inconexa, tan incoherente, porque entonces el que parece senil es el director, no el personaje central de la película...

Por supuesto, hay cosas de interés en el film, como la aparición del tema recurrente en el cine schraderiano, la culpa, sin la cual su obra carecería de sentido, esa culpa inmanente a la religión en la que se crió, ese calvinismo que le impidió ver ni una sola película hasta que fue mayor de edad (de otras alegrías terrenales ni hablamos...). Los fragmentos de la historia de Fife, que se van solapando como capas de cebollas, a veces con el propio Gere en pantalla, a veces con su “alter ego” veinteañero (un Jacob Elordi bastante lejano a su Elvis de Priscilla), tienen también cierto interés, sobre todo porque permite poner algunas piezas del puzle que es el film; pero lo cierto es que, aunque se cubren algunas (pocas) piezas de ese rompecabezas, hay varias que no sabemos dónde ponerlas, y otras directamente se nos escamotean. ¿Qué queda, entonces? El relato de un agonizante que quiere (todo un clásico...) limpiar su conciencia antes de irse para el otro barrio, pero dada a través de una película dispersa, divagatoria, con frecuencia incluso contradictoria.

Esperábamos más, es cierto, de este Schrader que en los últimos años nos había dado varias alegrías. Parece claro, entonces, que su talento es intermitente, y que lo mismo te hace una maravilla sutilísima como El contador de cartas que esta película irregular, insuficiente, que solo nos ofrece a ráfagas algunos destellos de su genio, que sin duda lo tiene, aunque a veces parece que le da vacaciones una temporada...

Richard Gere se implica a fondo en su personaje, sin duda un bombón por sus circunstancias al borde de la muerte; su aparición en la película tiene algo de cierre de círculo, por cuanto el actor colaboró con Schrader como protagonista de American gigoló (1980), uno de los éxitos del cineasta de aquel tiempo en el que se creía que sería uno de los nuevos grandes del cine norteamericano, uno de los llamados a renovar Hollywood. Junto a él, Uma Thurman, en un doble papel, tan segura como siempre, después de bastante tiempo en el que no teníamos noticias de ella.

Como curiosidad, en los títulos de crédito aparecen un total de 45 (sí, han leído bien, 45...) productores ejecutivos, un auténtico batallón. Esperemos que no todos ellos hayan querido mandar en el proyecto, porque si hubiera sido así, se entiende que el producto final haya sido más bien caótico; es broma, claro... Pero lo que no es broma es que la película, con tanto productor, parece haber sido hecha casi en plan “crowfunding”, a base de micro (o quizá no tan micro) aportaciones. De hecho, las compañías productoras son nada menos que nueve... En fin, las cosas que hay que hacer hoy día para rodar pelis, incluso aunque te llames Paul Schrader y tus tres últimos films hayan encandilado al personal...
 
(30-12-2024)


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91'

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Oh, Canada - by , Dec 30, 2024
2 / 5 stars
Oh, Schrader, ahora toca la de arena