Paul Schrader, hombre de estricta educación calvinista, aunque curiosamente su cine está en las antípodas de esa rigidez, hizo con American gigoló su tercer largometraje, la historia de un prostituto de lujo para señoras, un hombre nacido para amar por dinero, que siente pasión por su trabajo, un perfeccionista inmerso en una espiral de vicio a la que es ajeno en lo más profundo de su alma.
Con tan escabroso tema podría esperarse un semiporno: no hay tal, sino una obra densa, que bebe en fuentes tan exquisitas como el cine de Robert Bresson (del que, por cierto, nadie se acuerda hoy día).
Éste fue el título que encumbró a Richard Gere como "sex symbol" de toda una generación, en un papel que le viene que ni pintado, muy superior, desde luego, al que años más tarde reverdecería esta popularidad, en Pretty woman (1990), justamente en la otra orilla: cliente en vez de puto. Le acompaña en el reparto Lauren Hutton, uno de los rostros femeninos más sugerentes de los años ochenta, y también uno de los más desaprovechados.
(08-05-2005)
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