Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS


Disponible en Filmin, Movistar+ y Prime Video.


Considerado unánimemente como el iniciador e impulsor del movimiento renovador de la Nouvelle Vague francesa (con su mentor André Bazin y sus otros compañeros como Godard, Chabrol, Rohmer o Rivette), la vida de François Truffaut fue corta, intensa y complicada, aunque también brillante y mundialmente reconocida. Con una veintena de largos y varios cortometrajes como director, también fue crítico, guionista, y un activo productor, e incluso se puso en diez ocasiones ante las cámaras como actor, en películas propias o de otros autores, siendo llamado a Hollywood por el mismísimo Steven Spielberg para incorporar al científico de su film Encuentros en la tercera fase.


Pero la vida de François fue especialmente penosa durante su infancia. Nacido en París en 1932, de padre desconocido, el amante de su madre lo adopta y da su apellido, pero siempre en un ambiente de desapego y falta de atención, lo que estimula su rebeldía. Hay detalles sórdidos, como el hecho de que muchas veces (cuando su "familia" vivía en un piso minúsculo) el niño dormía por la noche fuera, en la puerta, en una cama plegable. Los maestros no podían con él y estaba más tiempo haciendo novillos que en las aulas, eso sí, leyendo libros de Balzac o de Alejandro Dumas, y pronto descubre el cine, merodeando por las salas y robando los afiches, o colándose de tapadillo. 


Pero ¿estamos hablando de Truffaut o contando Los cuatrocientos golpes? Porque cuando después de pasar por diversos trabajos, por celdas policiales, o reformatorios religiosos, logra introducirse en ámbitos de cine-clubs o revistas de cine, conoce a Bazin, director de los Cahiers du Cinema, encauza ya su vida en el cinematógrafo, firmando cortos, hasta que en 1958 pone en pie el rodaje de su primer largo, en el que -por lógica- vierte todas sus experiencias personales. Allí nos cuenta las peripecias de quien va a ser en varios films su alter ego, Antoine Doinel, y a su vez su actor en la vida real, o sea Jean-Pierre Léaud.


Porque pocos films habrá tan sinceros, realistas y como la vida misma que éste, que inauguraba la Nouvelle Vague y abría un camino de renovación en todo el cine europeo. Y no deja de ser contradictorio y curioso que el crítico y escritor que flipaba con los grandes maestros de Hollywood, que sacralizaba a Hitchcock (con quien hizo un estupendo libro/entrevista que analizaba a fondo la obra del mago del suspense), el mismo que se rendía ante Howard Hawks o John Ford, y saludaba a Nicholas Ray como el más válido continuador de esos clásicos, se olvidó de todos en el fondo y en la forma a la hora de llevar a la pantalla su primer largometraje (realista al cien por cien) que, inesperadamente, fue un triunfo de taquilla en toda Francia, premiado en Cannes como mejor director y nominado al Oscar al mejor guión. Todo ello puso, de golpe y porrazo, al antiguo chico conflictivo en el primer plano de la fama y el prestigio cinéfilo.


Pero hablemos ya de la peli. Con una maravillosa fotografía de Henri Decaë y una música pegadiza de Jean Constantin, vemos las peripecias de un chiquillo maltratado en un Paris cotidiano y al tiempo majestuoso. Sus escapadas, sus pequeños hurtos, sus continuos rechazos en familia (con una madre que lo ningunea y desprecia, pero ante los demás simula un falso cariño), sus mentiras para salir del paso, sus choques con el maestro, las continuas bofetadas -muy subrayadas en el film-, su refugio con amigos igual de abandonados... que terminan por hacerle huir de todo ese entorno para vivir en la calle, lavándose en las fuentes, robando comida... El hurto de una máquina de escribir desencadena una espiral de no retorno familiar. La propia madre y su pareja denuncian su incapacidad para corregirlo, y tras pasar por interrogatorios policiales y celdas de comisarías (verdaderas jaulas), gestionan su internamiento en un reformatorio rural, igualmente despiadado.


Encerrado paradójicamente en un espacio abierto, también allí buscará la libertad, encuentra un hueco en la valla de aquel campo de concentración y una vez más huye. Es la escapada definitiva, que vemos en un largo y emocionante travelling a través de campos, bosques y dunas hasta divisar allí, a lo lejos el mar (para él desconocido hasta entonces) y encontrar en la playa, en la arena, en el agua... una liberación vital. La imagen congelada nos da el final de una lucha feroz que deja el futuro abierto para Antoine.


Muchos años después, muchas cintas después, en 1983, un Truffaut consagrado, galardonado y famoso, rodará con Fanny Ardant (su última pareja) y Jean-Louis Trintignant su cinta final, Vivement dimanche, un  policíaco en blanco y negro, amable y nostálgico, que adapta una maravillosa novela negra estadounidense, La larga noche del sábado, de Charles Williams, el renovador del género junto con Ross Macdonald, y que confirma (como en otras ocasiones) el gusto del francés por este género literario. Para entonces el mal ya había aparecido, en forma de tumor cerebral, y el 24 de Octubre de 1984 muere Truffaut, con 52 años, aquel Antoine/François que había alcanzado el mar tantos años atrás...


 


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99'

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Los cuatrocientos golpes - by , Jan 15, 2023
4 / 5 stars
Antoine, Jean-Pierre y François