Serie: Cristo y Rey

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La vida de los personajes populares se ha convertido en un venero diríase que inagotable para las miniseries que las plataformas generan incesantemente. En los últimos tiempos, por citar solo algunas, en España se han producido títulos como Bosé y Bosé renacido, el primero la dramatización de la vida del cantante y el segundo en formato documental; Sofía y la vida real, documental sobre la reina emérita; Reyes de la noche, ficción inspirada libremente en la vida del periodista José María García (y también de su competidor, mejor dicho, su enemigo, José Ramón de la Morena) y Supergarcía, documental sobre el también conocido popularmente como Butanito; Nacho, ficción sobre la célebre estrella del porno Nacho Vidal; Raphaelismo, documental sobre el famoso cantante de Linares; El enigma Nadiuska, documental sobre la que en los años setenta fuera reina del Destape... y así otras muchas.

Parecía claro que la figura de Bárbara Rey, de azarosa vida artística y sentimental, era también “carne de miniserie”, y de hecho se han filmado dos casi simultáneamente, esta Cristo y Rey, que recrea con los ropajes de ficción la vida de la diva, centrándose mayormente en su relación con el domador y empresario circense Ángel Cristo, y un documental titulado Una vida Bárbara.

Y es que la vida de Bárbara Rey (nacida en Totana, Murcia, como María García: está claro que con ese nombre no iba a ninguna parte...) es, ciertamente, sugestiva, y no precisamente exenta de elementos morbosos: vedette, presentadora de televisión, actriz sex symbol, mujer de tremendo magnetismo sensual y agitada vida sentimental, fue la amante secreta durante varios años del entonces rey de España, Juan Carlos de Borbón, y posteriormente se casó con Ángel Cristo, entonces una figura muy popular en nuestro país, como domador de fieras en el Circo Ruso, de su propiedad, un personaje muy mediático de la época; la boda de ambos, tras una breve e intensa relación previa, se convirtió en la comidilla de la prensa rosa, y la incorporación de la propia Bárbara a los números del circo como domadora de elefantes le confirió también una notable singularidad a esta pareja que parecía perfecta... aunque pronto dejó de serlo...

Esos hechos se nos relatan en esta miniserie de 8 capítulos, de la mano de un veterano creador de audiovisuales como Daniel Écija, autor de famosos productos televisivos ya casi prehistóricos como Médico de familia, Periodistas y Un paso adelante, pero también de las más recientes, y no menos populares, Águila Roja, Estoy vivo y Vis a vis, entre otras muchas. La historia cuenta fundamentalmente la vida de Bárbara, pero también la de Ángel Cristo, desde sus complicados inicios cuando fue ingresado en una casa cuna en la provincia de Huelva hasta que pudo montar su propio circo, con sus amigos del orfanato Blasco y Payasito. La trama central sigue a la protagonista a lo largo de su vida profesional, con sus actuaciones en Televisión Española, en programas en los que se convirtió en una auténtica bomba sexual, así como sus relaciones con diversos famosos de la época, como el torero Paquirri, hasta ser tentada por el mismísimo rey, con el que mantuvo una relación antes y después de casarse con Cristo.

La miniserie gira fundamentalmente en torno a dos líneas argumentales, siendo la principal esa tormentosa relación conyugal con el domador, un hombre visceral, volcánico, de unos celos enfermizos, que según este audiovisual le hizo la vida imposible a su mujer, con maltrato tanto físico (propinándole palizas incluso cuando estaba embarazada de uno de sus dos hijos) como psicológico; la otra, lógicamente, quizá la más morbosa, es la que presenta la relación adúltera de Rey con el Rey (si nos permiten el retruécano: no nos hemos podido resistir...); y es que no se había visto en pantalla hasta ahora la dramatización de uno de los (al parecer) muchos amores extraconyugales de quien fuera monarca de España durante casi cuatro decenios. Écija incluso le echa valor y presenta escenas de sexo entre ambos personajes, el rey y Bárbara, ambos en pelota picada: qué lejos quedan (y nos parece bien que sea así) el tiempo en el que la figura de Juan Carlos era intocable...

Con la buena factura habitual en los productos de Daniel Écija, la miniserie se sigue con interés, dosificando los guionistas los sucesos de la vida de Bárbara Rey para que cada capítulo no carezca de interés, bien con sus peripecias en televisión y cine, bien con las trapisondas de Cristo, al que aquí se pinta no precisamente de forma favorable, más un matón que una persona medianamente sensata, con tendencia a la irascibilidad y a levantar la mano a las primeras de cambio.

Estamos entonces ante un producto bien contado, que no esquiva los temas morbosos, como queda dicho, incluida también la relación sexual (de una sola noche, si hay que creer lo que se nos cuenta) de Bárbara con su amiga, confidente y secretamente enamorada de ella Chelo García Cortés, periodista que después se especializó en participar en programas de telebasura del tipo Sálvame y otros de similar ralea. Con buen criterio, se incluyen frecuentemente en el montaje imágenes documentales, lo que le confiere verismo a la serie y ayuda a la ambientación en los años setenta y ochenta, en los que mayormente discurre la trama.

Tiene la miniserie, eso sí, un grave defecto en los efectos especiales, en concreto en los efectos digitales que hacer aparecer en pantalla los animales que domaba Ángel, leones y tigres, y también los elefantes de Bárbara, animales que se ven a la legua que no existen más que en el disco duro del ordenador que los ha creado: y es que esos animales, que eran no solo inevitables, sino imprescindibles en una película que recrea la vida de un domador, no dan el pego nunca, ni por la apariencia que tienen, ni por los movimientos, más falsos que Judas, ni por nada; esa metedura de pata (de elefante...) hace que el espectador se salga de la historia, que debe ser verosímil y creíble: y estos amasijos de píxeles con forma aproximadamente animal son cualquier cosa menos unas fieras ni siquiera medianamente creíbles...

Y es una pena, porque el resto funciona, en general, bastante bien, con su tensión soterrada en la relación de Bárbara con Casa Real, con las grabaciones que el entonces CESID (hoy CNI, Centro Nacional de Inteligencia, el ente español encargado del espionaje) realizó de las conversaciones de la vedette, incluidas las que mantenía por teléfono con Sumer (acrónimo de Su Majestad El Rey, que era como se daba a conocer Juan Carlos cuando la llamaba). También la denuncia del brutal maltrato que infligía Ángel a su mujer funciona muy bien, resaltando la visceralidad, la ceguera absoluta en la que entraba el domador cuando los celos lo devoraban por dentro.

Hay, es cierto, algunas cosas un tanto chirriantes, como esos letreros que aparecen en pantalla, bien grandes, cada vez que aparece un actor o actriz interpretando a un personaje famoso de la época, como Manolo Escobar, Norma Duval o Rocío Dúrcal, identificándolos como tales, no sea que no los reconozcamos, cuando lo lógico sería que nos enteráramos de quienes son por el propio contexto y los diálogos.

Buen trabajo interpretativo, aunque nos parece que Belén Cuesta, una actriz estupenda, carece del magnetismo personal que tenía aquella bomba sexual que era la Bárbara Rey de los años setenta y ochenta: no es culpa de la por lo demás magnífica actriz sevillano-malagueña. Jaime Lorente sí nos parece muy apropiado para el personaje de Ángel Cristo, por la visceralidad volcánica que el actor murciano suele imprimir a sus roles. Del resto nos quedaríamos con una Adriana Torrebejano que encarna con solvencia a la secretamente enamorada Chelo García Cortes, y a Artur Busquets, cuyo personaje Payasito es lo más parecido a un Pepito Grillo que tuvo Ángel Cristo, el único que le cantaba las verdades del barquero, el personaje más positivo, más generoso y menos sectario de los que rodeaban al domador y a su esposa.


Cristo y Rey - by , Feb 13, 2024
2 / 5 stars
Una azarosa vida artística y sentimental