El cine iraní que nos llega sigue interesando. Quizá en este caso no lo haga al mismo nivel que nos tiene acostumbrados últimamente, sobre todo con las películas de Asghar Farhadi (A propósito de Elly, Nader y Simin, una separación; no contamos El pasado, dado que es un film evidentemente europeo, francés por más señas), pero aún así este Nahid no carece de interés.
Una mujer divorciada; en el Irán fundamentalista hodierno, por una de esas leyes estúpidamente machistas tan típicas del país, en caso de divorcio la patria potestad de los hijos se le concede automáticamente al padre, como si la madre fuera inferior (para ellos lo es, desde luego) y no pudiera conferírsele la tarea de la educación y crianza de los vástagos. Esta mujer, sin embargo, ha conseguido la patria potestad de su hijo a cambio de no volver a casarse. Pero hay otro hombre, y entonces la mujer tendrá que decidir entre su papel de madre y el de esposa, con grave riesgo para su salud mental.
Para los occidentales lo aquí planteado suena, por supuesto, a historia antediluviana, pero lo malo es que así ocurre en el país de los persas, por mor de un régimen teocrático que, ¡ay!, no consiente que sus súbditos puedan tener la libertad de no salvarse… El caso es que Nahid es un film cuyo mayor valor está precisamente en la exposición de este problema, de la felonía de la consideración del varón como preferente en la compleja tarea de educar a los hijos. El hecho de que la dirección recaiga en una mujer le confiere un plus de interés. Ya sabíamos que había mujeres directoras en Irán, y que éstas suelen tener un papel combativo en el tema de los derechos femeninos (dentro de un orden: allí como saques los pies del plato te puede pasar lo que a Jafar Panahi, que te encarcelen por hacer cine contra el régimen teocrático), pero es estimulante que aquí sea una fémina sobre la que objetivamente descansa el film, y por supuesto que el papel principal y más interesante sea también femenino, una Sareh Bayat a la que ya vimos en Nader y Simin, una separación.
Cine veladamente reivindicativo, la propia existencia de films como éste es valiosa: nos informa de lo que para nuestra civilización sería intolerable, y en Irán debe ir sembrando la semilla de lo inaceptable de una cultura que sojuzga a la mitad de su población por el mero hecho de su sexo.
Es cierto que a Ida Panahandeh, la directora, que hace con este su segundo film, le falta todavía brío y ritmo narrativo; su película tiene lagunas que en otras manos más expertas no existirían. Pero el conjunto resulta interesante en su exposición de una realidad execrable.
Nahid consiguió merecidamente el premio especial al mejor debut en la dirección en Un certain regard, la prestigiosa sección del Festival de Cannes.
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