Serie: La casa de papel. Berlín

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La casa de papel (en lo sucesivo LCDP) supuso un éxito de tal calibre que era de esperar que tuviera descendencia. Así ha sido: el primer “spin-off” que nos ha llegado es esta La casa de papel. Berlín (también conocida simplemente como Berlín), a modo de precuela sobre uno de los personajes más carismáticos y especiales de la serie matriz, Andrés de Fonollosa, conocido en el serial como Berlín, de la misma forma en la que todos los atracadores llevaban nombres de ciudades del mundo.

Álex Pina, creador de la serie original, comparte ahora ese papel con Esther Martínez Lobato, guionista de larga trayectoria con conocidos títulos en su haber como Los hombres de Paco, Vis a vis y El embarcadero, entre otros. Nos parece claro que ambos han optado, como por lo demás era lógico, por seguir en esta nueva serie en la misma línea que caracterizó a LCDP: un golpe que se reputa imposible, planificado con una perfección extraordinaria, pero que, una vez puesto en ejecución, por aquello del factor humano, se complica, a pesar de lo cual el ingenio del líder (en LCDP el Profesor, aquí el propio Berlín, que aún no se llamaba así) terminará por hacer que las cosas acaben (más o menos...) bien para los atracadores. También como en la primitiva serie, en los 8 capítulos de los que consta Berlín se buscan elementos que ya estaban allí, como personajes carismáticos y claramente identificables, e historias románticas y/o puramente sexuales, para amenizar la trama y que no todo gire en torno al golpe perfecto.

Aquí la historia se ambienta años antes (de forma inconcreta, pero quizá unos 10 años atrás) de cuando tienen lugar los hechos que acontecen en LCDP. Nos reencontramos entonces con Andrés (futuro Berlín), quien está preparando un golpe perfecto en París, en una casa de subastas en las que se va a concentrar un buen número de joyas de primerísima calidad y valoradas en cifras altísimas; para ello, recluta un grupo de especialistas, como su lugarteniente Damián, un cincuentón con el que ha trabajado ya con anterioridad en varias ocasiones, quizá lo más parecido a un amigo que tiene Andrés; Damián lo sabe todo del tema de los atracos sin violencia, que desarrolla a partir de ingeniosos planes para desplumar a grandes corporaciones u organizaciones sin que estas se enteren; Keila es una treintañera enfermizamente tímida, virgen a esas alturas, pero que en lo suyo, la informática, no tiene rival; el grupo se complementa con dos chicos y una chica muy jóvenes, Roi, Bruce y Cameron (esta es la chica, aunque el nombre aparente ser de chico; claro que hay está Cameron Díaz para desmentirlo...). Pero Andrés, cuando afrontan los primeros momentos del plan para desvalijar la casa de subastas, se enamora, a través de la cámara, de la mujer del hombre que tiene las claves para abrir la caja fuerte donde estarán las obras... y entonces todo se complicará (aún más...).

Como decimos, Berlín participa voluntariamente de prácticamente todos los elementos presentes en LCDP: ingeniosa trama, anticipación del líder de la banda a los movimientos de la Policía (aquí mayormente de la seguridad de la casa de subastas, pero también después de la Gendarmerie francesa), complicaciones románticas, tensiones sexuales no resueltas (hasta que se resuelven...)... En ese sentido, las cartas están bien jugadas, si bien es cierto que, según nos parece, este nuevo empeño de Pina y su productora Vancouver Media resulta inferior a la primigenia serie, como por lo demás era previsible: y es que, aunque el carisma de Berlín (aquí solo Andrés, como hemos comentado) sigue intacto (con algunos cambios peculiares: el bisexual declarado de LCDP aquí es un hetero puro, sin sombra alguna), y es una de las bazas esenciales de la nueva serie, sin embargo algunos de los miembros de su equipo flojean apreciablemente; no hablamos de Tristán Ulloa, como siempre muy seguro, a pesar de que en los últimos capítulos, con la ruptura conyugal que propicia su ya muy harta esposa, su rol se desdibuje; hablamos más bien de los personajes jóvenes, en especial los chicos, Roi y Bruce, servidos por actores a los que todavía se les ve bastante verdes. La chica, Cameron, tiene más entidad, y también el personaje de Keila, aunque no nos terminemos de creer demasiado a Michelle Jenner en ese rol de mujer apocada y sin embargo con unos considerables calentones sexuales en su magín. Pero en cualquier caso, nada que ver con los robustos y magníficamente delineados personajes de LCDP, donde cada uno de ellos estaba perfectamente cincelado, se sabía sin problema qué se podía esperar de ellos, sin duda porque, entre otras cosas, estaban servidos por actores y actrices de toda solvencia y confianza, lo que aquí, en lo tocante a los más jóvenes, no se puede decir que sea así.

Tampoco el propio atraco tiene la misma entidad que los dos (porque eran dos: el primero a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, el segundo al mismísimo Banco de España) que perpetra la banda de LCDP. Es cierto que Pina puso el listón altísimo en esa primera serie, pero lo cierto es que el atraco a la casa de subastas, por comparación, parece un tirón de bolso... Y no es que no sea más o menos ingenioso, pero carece de la chispa temeraria de LCDP, del talento para la anticipación del Profesor, de la brillante y tortuosa lucha de astucias entre cacos y policías que era también uno de los atractivos de la serie primigenia.

Por lo demás, queda una serie resultona, amena, intrigante con frecuencia, aunque a veces se pasen en la generación de tensión, pero con algunas escenas (como la persecución en coche y moto por las calles de París) bastante bien resueltas. Hay sentido del humor, marca Berlín, un humor inteligente que era otra de las cualidades de LCDP, y que aquí se vuelve a aprovechar, así como golpes de guion para sorprender al espectador, como también se hacía, y generalmente muy bien, en la serie original. Aquí, por supuesto, todo gira en torno a Berlín, o a Andrés, que es la estrella absoluta, dedicando buena parte de la duración de la historia a su peculiar romance con la mujer del dueño de las claves de la caja fuerte, un romance que tendrá idas y venidas, giros de timón insospechados y decisiones que a veces desconciertan al espectador (que es lo que se buscaba, desde luego...).  

La tensión, como decimos, está en general bien dosificada, aunque a veces se estira demasiado y resulta entonces poco creíble... Y es que con mucha frecuencia los personajes protagonistas se escapan por un pelo, recurriendo quizá demasiadas veces a la casualidad, ese comodín de guionistas más bien perezosos...

Se busca, como es habitual en las series modernas de este tipo, la transversalidad en el público, incluyendo, además de los líos sexuales de los más jóvenes, algunas secuencias como la de las carreras ilegales de coches, claramente destinada al sector más juvenil de la audiencia, con mucha adrenalina para encandilar al personal de menor edad.

Hay algunas ideas francamente ingeniosas, como la forma en la que dos de los atracadores jóvenes burlan los controles policiales, jugando con un concepto XXL del emparedado o sándwich, con un camión de por medio y la gruesa lona que lo cubre a modo de pan de molde, siendo ellos el pavo frío y el queso en lonchas... Destacaremos también unos títulos de crédito iniciales muy bonitos y minimalistas, hechos con recortables en blanco y negro.

Un último capítulo de frenética acción en varios frentes, que recuerda a los mejores momentos de LCDP, nos parece que no es suficiente para alcanzar el estado de gracia de la serie original; nos parece evidente que Berlín, aunque busca lógicamente reeditar las características de la serie de la que parte, con un golpe perfecto planificado con exactitud como de relojero y una sutil mezcla de intriga y sexo, es más endeble que su predecesora, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que carezca de interés. Berlín, como cabía esperar, termina en un final abierto, por si Netflix decide darle continuidad.

En el aspecto interpretativo, hemos hablado ya de Tristán Ulloa (muy bien) y de Michelle Jenner (bien, aunque nos parece que poco adecuada a su personaje), así como de los jóvenes varones, muy verdes, y mejor la chica, Begoña Vargas. Pero la estrella es, sin duda, Pedro Alonso, un actor que tuvo unos comienzos esperanzadores en los años noventa, trabajando con gente tan buena como Borau, aunque después se centró más en productos televisivos en gallego, para volver con notable fuerza, en una segunda juventud, a partir de LCDP, que le ha hecho popular en todo el mundo.


La casa de papel. Berlín - by , Feb 09, 2024
2 / 5 stars
No llega al nivel de la serie original