El caso de La casa de papel es ciertamente singular: serie grabada con dos temporadas consecutivas (que en realidad formaban una única unidad temática) en 2017 por Vancouver Media, una compañía recién llegada al audiovisual (aunque con gente muy experimentada dentro), para Atresmedia, con un razonable éxito en su pase en España a través de Antena 3, cuando a finales de ese año fue vendida a la poderosa Netflix, se convirtió enseguida en la serie en lengua no inglesa de más audiencia de la famosa plataforma de vídeo bajo demanda, lo que facilitaría la grabación de dos nuevas temporadas en las que, con la mayor parte de los mismos personajes y algunos nuevos, habrá nuevos objetivos y también nuevas relaciones entre ellos.
La acción se desarrolla en nuestros días, fundamentalmente en Madrid, aunque también ocasionalmente en otros puntos de España y, en la tercera temporada, también fuera de ella. La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, donde se imprimen los billetes y las monedas de curso legal, es asaltada por un comando de atracadores, disfrazados con caretas de Dalí y monos rojos, con los que visten también a varias decenas de rehenes que toman para confundir a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Los asaltantes se llaman entre sí con nombres de ciudades: Tokio, Berlín, Nairobi, Río (de Janeiro, claro), Denver, Moscú... los dirige a todos desde fuera el llamador Profesor. En el exterior de la Fábrica, la Policía y el CNI (los espías españoles, para los lectores extramuros de nuestro país) montan un estado mayor de campaña, con la inspectora Raquel Murillo al frente y con el coronel Prieto, de Inteligencia del Estado, asesorándola, y con cierta frecuencia, puenteándola (y sí, también “puteándola” de vez en cuando...). Pronto los agentes de la ley se dan cuenta de que el atraco está preparadísimo y que los asaltantes parecen anticipar todos sus pasos; pronto también se establecerá un sutil juego de inteligencias entre la inspectora Murillo y el Profesor...
La casa de papel debe su enorme éxito mundial, sin duda, a una afortunada combinación de intriga, tensión e ingenio argumental. El hecho de que se trate de un “atraco perfecto”, que en cine tiene una larga tradición (recordemos, sin intención de ser exhaustivos, algunos clásicos como Rififi, de Jules Dassin, o Atraco perfecto, de Kubrick), ayuda sin duda al éxito de este brillante artefacto que juega con la lucha de intelectos de la inspectora y sus colaboradores, por un lado, y el profesor y sus asaltantes, por otro, en un juego del gato y el ratón que Álex Pina, el creador de la serie, plantea con una inteligente narración en la que distintos flashbacks van explicando los pasos en los que los asaltantes se van anticipando a cada uno de los movimientos que maquinan las fuerzas del orden.
Pina y sus guionistas, con buen criterio, no se quedan solo en lo que sería la pura intriga y tensión del asalto a la Fábrica de Moneda y Timbre, sino que siembra en sus personajes el siempre espinoso asunto de las relaciones personales, lo que hará que el plan pluscuamperfecto tenga fallas que habrá que solventar sobre la marcha. Esas relaciones personales, de todo tipo (amorosas, pero también paternofiliales y de amistad), conformarán el factor humano en esta maquinaria perfecta ideada por el Profesor, haciendo que con frecuencia haya que improvisar en lo que parecía un plan sin fisuras.
Y lo curioso es que nadie hubiera dicho que Álex Pina, el creador de La casa de papel, fuera capaz de realizar un producto como este, prácticamente redondo, como confirma su éxito mundial. Y es que este pamplonés tenía entre sus antecedentes varias series televisivas que, ciertamente, aunque resultonas (Periodistas, Los hombres de Paco, Vis a vis), no tenían este nivel ni mucho menos. Algunas incluso tenían un inicio prometedor, para después adocenarse lamentablemente, como ocurría con El barco. De hecho, como guionista de cine, Pina ha dejado su firma en productos tan infames como Fuga de cerebros, lo que, desde luego, no hacía prever que Álex pudiera volar tan alto; se ve que con el tiempo ha crecido, ha sabido limar sus peores vicios como guionista y creador, y ha conseguido una obra ciertamente notable.
Buena parte del éxito de la serie radica también, además de en un vistoso diseño de producción, con elementos perfectamente reconocibles como los monos rojos con máscara de Dalí de atracadores y rehenes, en un reparto muy bien escogido (chapó para los directores de casting), en el que sobresale gente joven como Úrsula Corberó o Alba Flores (qué buena es: de casta le viene al galgo a la nieta de Lola Flores), pero también veteranos como Paco Tous y, sobre todos, Pedro Alonso, cuyo personaje Berlín es de los más brillantes, y al que él confiere un tono alucinado, entre la demencia y la mirada visionaria, pero también un villano absolutamente carente de piedad o compasión. El algecireño Álvaro Morte da con el tono justo para el Profesor, un tipo suave pero con una mente privilegiada; la vizcaína Itziar Ituño le da adecuada réplica, y ambos conforman una curiosísima pareja en la que las conversaciones telefónicas entre supuestos contrarios llegan a alcanzar un morbo notable. En la tercera temporada habrá dos nuevas y poderosas incorporaciones, Najwa Nimri, que hace una policía embarazada, con una barriga hasta la boca, que contrasta con un carácter al que los adjetivos inteligente, calculadora, impía e inicua sientan como un guante; y el argentino Rodrigo de la Serna, aquí el asaltante Palermo, en un personaje que hereda el carácter volcánico de Berlín (presente este de todas formas en los recurrentes flashbacks que suponen una de las características esenciales de la serie), aunque con su propia personalidad, y portando una atormentada mochila psicológica.
Las dos primeras temporadas conforman, como hemos dicho, una única unidad temporal, argumental y temática, mientras que en la tercera el objeto de los atracadores pasará a ser nada menos que el Banco de España y la reserva nacional de oro que se guarda en su caja fuerte, como consecuencia de un envite que el Profesor y sus secuaces se verán obligados a lanzar al Estado para solucionar un grave problema con uno de los integrantes de la banda. Habrá que decir que esta tercera parte nos parece quizá algo inferior a las dos primeras, no por los medios económicos, que aquí han sido llamativamente más cuantiosos, sino porque, como suele ocurrir en estos casos, a un gran éxito le sucede una secuela en la que hay que rizar el rizo sobre lo conseguido en el original, y aquí el factor humano de las relaciones personales quizá tenga un peso excesivo en la trama. Aún así, esta tercera temporada mantiene el tipo más que dignamente con respecto a las dos anteriores, y sigue siendo un muy atractivo producto comercial, que no desdeña, sin embargo, enviar nítidos mensajes sociales.
En cuanto a la cuarta temporada, estrenada en Abril de 2020, se puede decir sin faltar a la verdad (aunque haya habido voces en sentido opuesto) que mantiene perfectamente el tono y las constantes de la serie: esta nueva temporada, que es continuación argumental de la anterior y, por tanto, se desarrolla en el mismo asalto al Banco de España que era el eje de la tercera temporada, está también recorrida por los elementos habituales de la serie, como escenas de creciente tensión (cfr. la trama desarrollada en los dos últimos capítulos, muy original e imaginativa), el hábil recurso al flashback para explicar la anticipación del equipo de atracadores (siempre a las órdenes de la mente prodigiosa del Profesor) con respecto a los pasos que dan las fuerzas del orden, pero también la profundización en el tema de las relaciones personales, ya presente desde la primera temporada, y que aquí alcanzarán momentos de tragedia al nivel de la que tendrá lugar (y que, obviamente, no podemos destripar).
Llama la atención también en esta cuarta temporada la aparición de dos personajes nuevos, o relativamente nuevos. Uno lo es de forma absoluta, la actriz andaluza Belén Cuesta, que, aunque aparece en modo figurante durante varios capítulos en la temporada, a mediados de la misma aparecerá ya con su rol perfectamente definido, en una peculiar vuelta de tuerca que, ciertamente, da buenos réditos para la trama, y más que puede dar para la siguiente temporada. El otro personaje, en este caso relativamente nuevo, es el encarnado por el también andaluz José Manuel Poga, el jefe de seguridad del Banco de España, ya presente al comienzo de la tercera temporada pero pronto relegado al papel de mero figurante, que en la cuarta temporada cobrará inusitado protagonismo (más bien habría que hablar de “antagonismo”...), convirtiéndose en uno de los elementos cruciales para que la trama discurra por los senderos que conviene a la serie, hasta terminar en el “cliffhanger” o final en punta que permita el regreso en un tiempo de la quinta temporada de este brillante producto audiovisual que, ciertamente, ha supuesto un singular punto de inflexión en la ficción seriéfila española.