Pelicula:

CINE EN SALAS


[El lector interesado en la obra de Pedro Almodóvar puede consultar también en Criticalia el artículo titulado Las chicas Almodóvar, sí, pero, ¿y los chicos Almodóvar?]


Ea, pues ya tiene Almodóvar su largometraje en inglés, proyecto que acariciaba desde hace tiempo y que ensayó, en formato cortometraje, en sus anteriores La voz humana (2020) y Extraña forma de vida (2023), con las que, quizá, esta La habitación de al lado conforme una cierta trilogía, que podríamos llamar del Amor y de la Muerte.

Almodóvar ha adaptado, a su manera lógicamente, el relato Cuál es tu tormento (en su título original, What are you going through), publicado en inglés en 2020 por la novelista norteamericana Sigrid Nunez. La historia nos presenta a Ingrid, una escritora en torno a la cincuentena, que se entera en una firma de sus libros en Nueva York que su amiga Martha, de profesión corresponsal de guerra, está gravemente enferma de cáncer. La visita en el hospital, y la vieja amistad reverdece, frecuentándose desde entonces. Cuando el tratamiento experimental al que Martha se está sometiendo no da los resultados previstos, la mujer, cansada ya de dolor y sufrimiento, decide comprar en el mercado negro una pastilla para provocarse la eutanasia, y pide a su amiga Ingrid que la acompañe en el trance, diciéndole que necesita que haya alguien cerca cuando llegue el momento, aunque sea solo en la habitación de al lado...

Con su nueva película, flamante ganadora nada menos que del León de Oro de Venecia, Almodóvar da un salto en su prestigio internacional, ya considerable, y, sobre todo, al rodar en inglés, con actrices tan reconocidas como Swinton y Moore, se hará aún más visible de lo que ya lo es en el mercado norteamericano.

Otra cosa es, o así nos lo parece, que el por lo demás estupendo cineasta manchego haya dado plenamente en la diana, porque nos parece que no es el caso. Sin regatearle méritos, que los tiene, nos parece que La habitación de al lado adolece de uno de los defectos más frecuentes en el cine almodovariano, cual es su discursividad, su carácter digresivo: en la película se habla mucho, incluso muchísimo, y no siempre esa palabrería es buena; más de una vez, y de diez, los diálogos entre las protagonistas absolutas (y no digamos cuando interactúan con los secundarios...) suenan a frases lapidarias, como dichas para ser esculpidas: nadie habla así, por supuesto, y eso chirría. Claro que Almodóvar crea siempre un universo propio, un microcosmos particular en el que las reglas las establece él, pero con independencia de ello, hay una cosa llamada aburrimiento contra la que no puede ni Almodóvar ni nadie, sean cuales sean sus reglas, y aquí, con más frecuencia de la deseada, se incurre en él, en ese pecado mortal del hastío del espectador, que mira el reloj como si no hubiera un mañana...

Porque La habitación de al lado, como otros films almodovarianos, resulta alargado en exceso, y de las historias colaterales secundarias (el fotógrafo de guerra que resulta que fue amante de un carmelita, el escritor obsesionado por el cambio climático hasta perder las ganas de vivir, el policía fanático religioso que le busca las vueltas a la coprotagonista) podría perfectamente prescindirse sin que se resintiera el film. Estamos entonces ante una historia que interesa, la relación de amistad, con sus rifirrafes, entre una moribunda y la mujer que se presta a estar ahí, para que no muera sola, una relación compleja y plagada de momentos difíciles, pero “adornada” de otras líneas argumentales que se podrían eliminar de un papirotazo, y alargada en exceso, hasta el punto de que sus virtudes, sus evidentes cualidades, palidecen en el conjunto.

Y eso que tales virtudes, tales cualidades, están ahí, y son más que evidentes: por supuesto, el estilazo de Almodóvar, que ha ido destilando a lo largo de los años, desde aquel desaliño y horrible “look” de su primitiva Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), hasta convertirse, a día de hoy (ya lo es hace tiempo) en un auténtico estilista cinematográfico, seguramente el mejor entre los cineastas españoles, y uno de los mejores a nivel mundial. Cada plano, cada encuadre, es el adecuado, el perfecto; la cámara se mueve cuando tiene que hacerlo; la belleza cromática es impecable, con una paleta de colores primarios que juega con el rojo sangre como augurio de la muerte (esa Martha, la agónica protagonista, pintándose los labios de ese tono carmesí el día en el que decide llevar a cabo su suicidio), pero también con un sugestivo uso de las superficies especulares, como los cristales exteriores del casoplón alquilado por la protagonista como escenario ideal para su muerte, esos cristales en los que se reflejarán, desvaídamente, como sus propias existencias en semejante trance, las dos mujeres embarcadas en una historia que las concierne tan profundamente: Martha, porque con ella se despide del mundo, porque elige ella el momento en el que decir adiós; Ingrid, que siente un horror atávico por la muerte, compelida a asistir en ese terrible trance a la amiga en virtud de esa amistad, de esa relación cuasi fraterna.

Estilazo, entonces, en una película formalmente exquisita, donde no hay un detalle de mal gusto: hasta la guerra de Irak, que aparece fugazmente, parece de diseño... También, por supuesto, interesa el tema planteado, la eutanasia, ese derecho que algunos, todavía, no entienden, como si el ser humano, en palabras de Salvador Paníker, el apóstol de la causa en España, no pudiera ser dueño de su dolor, no pudiera decidir si quiere o no quiere sufrir, cuando ya no hay remedio, cuando ya no hay más horizonte que padecer indeciblemente hasta el final inevitable. Ese derecho a que no sea otro el que decida si vas a sufrir o no, a prolongar innecesariamente lo que ya no tiene vuelta atrás, es el tema central del film, claro, aunque también, y en algún momento por encima de él, lo es la relación entre dos mujeres que, siendo amigas, tienen también sus momentos de desafección, aunque en su caso vendrán dados casi siempre por la principal circunstancia de la historia, el voluntario tránsito a la otra vida decidido por una de ellas.

Entre los aciertos almodovarianos citaríamos sus habituales toques cultistas, como ese cuadro de Hopper presente en el casoplón donde tendrá lugar la eutanasia, y que tendrá una evidente correlación visual con la escena cumbre del hallazgo del cuerpo sin vida de Martha, o la (quizá excesiva, es cierto) recurrencia al famoso final del relato de James Joyce, Los muertos (incluido en el volumen titulado Dublineses, del que toma su título el famoso film de John Huston), con esa lírica, existencialista sentencia a modo de epílogo: “cae la nieve sobre los vivos y sobre los muertos”, una frase que termina por convertirse, por su repetición, en el “leit motiv” de la película.

Preciosa la música de Alberto Iglesias, como es habitual, pero también como suele ocurrir en el cine de Almodóvar, excesiva: casi no hay un plano, o una escena, en la que no estén omnipresentes los hermosos sones, melancólicos, nostálgicos, del gran compositor vasco, y también en eso hay que tener una medida, cosa que el cineasta manchego, al parecer, no termina de entender, porque le pasa con frecuencia.

Gran trabajo, por supuesto, de Tilda Swinton, en un papel tan (des)agradecido, a la vez propicio para el lucimiento pero, también, tan duro de interpretar (y eso que, al final, para hacer de la hija de su personaje, aparece con un lifting digital por el que más de una –y de uno...- mataría...), y de Julianne Moore, quizá menos lucido, pero igualmente notable. Ellas dos (y el estilazo formal de Almodóvar) son lo mejor de este film irregular, con algunas de las mejores cosas del cine almodovariano y, ¡ay!, también algunas de las peores...

(21-10-2024)


 


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105'

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La habitación de al lado - by , Oct 21, 2024
2 / 5 stars
"Cae la nieve sobre los vivos y sobre los muertos"