Pelicula:

CINE EN PLATAFORMAS


ESTRENO EN MOVISTAR+


(El lector interesado en el cine de Pedro Almodóvar puede consultar también en Criticalia el artículo titulado Las chicas Almodóvar, sí, pero, ¿y los chicos Almodóvar?).


Pedro Almodóvar parece haber (re)descubierto el formato del cortometraje, tras saltar a la fama a partir de su largo Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980). Anteriormente un corrosivo y heterodoxo (mucho más que lo ha sido posteriormente) Almodóvar había hecho un buen puñado de cortometrajes provocativos y enloquecidos, con títulos tales como Dos putas, o historia de amor que termina en boda, La caída de Sodoma  y Sexo va, sexo viene. Ahora, más de cuarenta años después de esos cortos, retoma el formato, tras el éxito que tuvo hace unos años con su muy entonada versión del clásico de Cocteau La voz humana (2020). Y lo hace en un género que, en principio, le parecería tan lejano como el wéstern, pero que finalmente resulta ser perfectamente plausible para presentarnos otra de sus peculiares, con frecuencia estimulantes, historias melodramáticas, irisadas de amores imposibles.

Es cierto que con anterioridad Almodóvar había vuelto esporádicamente al formato del corto (recuérdense Tráiler para amantes de lo prohibido y La concejala antropófaga), pero es ahora cuando parece que ha retomado con más fuerza este metraje, y, sobre todo, cuando está rodándolos con una evidente vocación internacional, en inglés y con intérpretes (Tilda Swinton, Ethan Hawke, Pedro Pascal) muy conocidos en el mundo anglosajón y, por ende, en el mundo, a secas.

Porque Extraña forma de vida, que toma su título del bellísimo fado que se oye al principio del film en la voz de Caetano Veloso (que no en su imagen, sustituida por Manu Ríos, un efebo “aguitarrado”, en un perfecto playback), es, en efecto, una historia de amor, pero una historia de amor de corte homoerótico, en un contexto, el Lejano Oeste, que podría parecer totalmente refractario al sexo entre hombres, aunque, como sabemos, al margen del wéstern filogay por excelencia, Brokeback Mountain (2005), el género ya aportó en su momento, incluso en épocas clásicas, historias en las que, tangencialmente, había personajes nada veladamente homosexuales, como en El zurdo (1958) y El día de los tramposos (1970), por citar solo un par de títulos.

La breve historia se ambienta, como decimos, en el Far West, para la ocasión localizado en el desierto de Tabernas y los decorados “ad hoc” existentes en Almería, heredados de la época del eurowéstern, semejando ser Arizona, o Texas, o quizá Colorado. Conocemos a Silva, un pistolero en torno a la cincuentena, que llega al poblado de Bitter Creek, donde la autoridad es el sheriff Jake, quien a la sazón, 25 años atrás, y durante 60 días, fue su amante, hasta que tuvo que dejarlo por una perentoria obligación familiar, aunque, quizá, también fue la excusa para acabar con una relación que, a los ojos de la sociedad del momento, estaba considerada nefanda. Silva y Jake se reencuentran con gran júbilo por parte de ambos; pasan la noche juntos, pero por la mañana Jake le dice que sabe que está allí para interceder por su hijo, al que todas las pruebas acusan del alevoso asesinato de su pareja; Silva le suplica que deje marchar a su vástago, pero Jake se mantiene inflexible... El enfrentamiento entre ambos será entonces inevitable...

Almodóvar subvierte los códigos del wéstern clásico en este ciertamente estimable cortometraje: mantiene la historia de amor que con cierta frecuencia aparece en el cine del Oeste, pero hace que los dos miembros de la pareja sean aquí varones. De esta forma, funde en una sola pareja la cualidad de enamorados y a la vez de enemigos, como si en el wéstern tuviéramos al clásico personaje de “cowboy” de John Wayne amando y a la vez enfrentado a, por ejemplo, la Doris Day de Calamity Jane, una mujer de armas tomar.


De esa síntesis amatoria y belicosa surge una historia ciertamente atractiva, la historia de dos hombres escindidos entre dos pulsiones: Silva, dividido entre su amor de toda la vida, con el que vivió 60 intensos días, y el amor paternofilial (aunque su hijo sea un marrajo... pero es su hijo...); y Jake, demediado entre la pasión que sigue sintiendo por su antiguo amante, en abierto conflicto con su sentido del deber, obligado por la profesión (es la autoridad, la ley en el pueblo) a la que se debe. Esa fricción entre los dilemas en los que se debaten ambos habrá de resolverse de una forma ambigua, casi una tercera vía que permita que todos puedan conseguir sus objetivos o, en su defecto, salvar la cara por haber hecho todo lo posible para ello. Con un final abierto que, sin embargo, permite adivinar que aquellos 60 días de amor y placer, tras 25 años, podrían prorrogarse ahora indefinidamente, aunque ambos con los resquemores de la inevitable pugna que los ha enfrentado a punta de pistola, Extraña forma de vida acaba tan pronto que (como ya ocurría con La voz humana) quedan ganas de que se nos cuente más de esta inusual pareja, de cómo se conocieron, cómo, en un contexto tan machista y homófobo como el Lejano Oeste, llegaron a intimar sexualmente, cómo se alejaron y, ya en el presente, qué podría sucederles en el porvenir una vez que, a la fuerza ahorcan (hay frases hechas que, en según qué contexto, suenan regular...), puede que tengan un futuro juntos.

Nos parece que hay en Extraña forma de vida bastante de los amores desaforados y heterodoxos de Douglas Sirk, el maestro del melodrama romántico del cine clásico de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta, y seguramente el cineasta germano-americano no hubiera desdeñado, si viviera y estuviera en activo, haber firmado esta apasionada a la vez que conflictiva historia de amor. Nos parece también que la forma de rodar las escenas de sexo recuerdan poderosamente las que podría haber filmado otro referente del cine militantemente gay, Rainer Werner Fassbinder, con lo que, como ya sabemos, Almodóvar continúa en su cine con su costumbre de reciclar materiales ajenos dándole su propia forma, de utilizar referencias y afluentes externos que él condensa y, a partir de ellos, hace su propia obra.

Película que, como decimos, sabe a poco, Extraña forma de vida abre un interesante venero en la filmografía almodovariana, permitiéndole seguramente dar el salto a un cine más internacional, sin por ello (como se ha visto aquí) perder sus esencias, que se mantienen intactas en esta ardiente historia de amor y deseo, un desaforado melodrama romántico “queer” fusionado con elementos de violencia masculina, brillantemente servido por dos estrellas de Hollywood, Ethan Hawke y Pedro Pascal, con la espléndida fotografía de José Luis Alcaine, que consigue que una localización ya tan tópica como el poblado del Oeste de Tabernas parezca realmente estar a casi 10.000 kilómetros de distancia, quizá allá por Arizona, y también con la hermosa partitura (¿cuál no lo es?) de Alberto Iglesias, a la vez melancólica, como conviene al relato, y con aromas del género al que se adscribe.

(31-05-2023)


 


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31'

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Extraña forma de vida - by , Oct 27, 2023
3 / 5 stars
25 años (y 60 días) después