Pelicula:

CRITICALIA CLÁSICOS

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Aunque el londinense Alfred Joseph Hichcock sólo había cumplido treinta y cinco años cuando rodó esta cinta, no podríamos considerarlo para nada como un debutante: tenía a sus espaldas una veintena de películas (la mayoría sonoras), estaba ya casado con su inseparable Alma Reville, y era figura relevante en los ambientes del cine británico. Un año antes había rodado su primera versión de El hombre que sabía demasiado, en 1938 vendría la deliciosa The Lady Vanishes (tontamente titulada en España como Alarma en el expreso), y sólo le faltaba la exótica y aventurera Posada Jamaica para completar su inicial período inglés. El año de 1940 significó la llegada a Estados Unidos, con el rodaje y el estreno de la famosa Rebeca y a partir de ahí el desarrollo y consolidación de su genial carrera durante cuatro fructíferas décadas.

Una vez situados, ante esta 39 escalones (o también Los 39 escalones) lo primero a considerar es el abismo que existe entre ese cine de la entreguerra, su estilo, sus actores, su narración... y cómo ha ido evolucionando con el paso de los años. No a mejor o a peor, pero sí a unos formatos y a una visibilidad que nada tienen que ver con aquello. La misma pareja de protagonistas, con estrellas de aquel momento como Robert Donat o Madeleine Carroll, quedan superados por el naturalismo que luego se fue imponiendo en la interpretación. Sin contar con la influencia evidente que el expresionismo alemán impuso en esos años, con sus picados y contrapicados, sus agudos contraluces, sus sobreimpresiones de rostros o escenas... todo es diferente.

Hitchcock tomó por base una novela de John Buchan de la que luego no respetó nada, amoldando su historia a su estilo y a sus deseos. Historia -que todo hay que decirlo- farragosa y complicada sobre un complot y un personaje, Mr. Memory, al que conocemos desde el principio. Vemos a un canadiense con bigotito llamado Richard Hannay (Donat) en una sala de music-hall llena de un público de todo menos selecto y en cuyo escenario, soportando rechiflas e interrupciones, actúa este Sr. Memoria respondiendo a cualquier pregunta de todo tipo (nombre de un familiar, distancia de una ciudad a otra, qué pasó en tal fecha...) con asombrosa facilidad. Hay una refriega, suena un disparo y Hannay se encuentra abrazando a una atemorizada dama que le dice haber descubierto una trama para acabar con el poderío militar del Reino Unido, dama que será asesinada esa misma noche. Nuestro hombre huye en un tren a Escocia donde -al parecer- está la clave del misterio.

Decía François Truffaut (en su famoso libro de entrevistas a Hitchcock) que en este film recurrió por primera vez su admirado autor a usar situaciones inverosímiles, recursos hábiles para mantener el interés de sus espectadores, y tiene mucha razón. 39 escalones, a medida que la trama se va desarrollando, recurre a sorpresas o personajes que le ayudan. Así aparece la pareja de Hannay, Pamela (la rubia Madeleine Carroll), con escenas divertidas como cuando dos falsos policías los esposan uno con otro, con sus roces, sus dimes y diretes, y el habitual flechazo. Finalmente, los fatigados espectadores vemos como poco a poco nos enteramos de algo, aparece un señor con un dedo cortado que sabe muchas cosas, hasta culminar de nuevo con esa clave de Mr. Memory, que además de una persona es el nombre de una operación ciertamente fundamental para la seguridad de todo el Reino Unido.

De esta historia con tantas emociones fuertes se han hecho hasta tres versiones posteriores, la primera dirigida por Ralph Thomas en 1959, con un sólido actor como Kenneth More en el papel protagonista. Casi veinte años después fue Don Sharp quien dirigió en 1977 a Robert Powell, el Cristo de Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli, y la última tentativa (que sepamos) es una TV-movie de 2008 sin apenas resonancia. Y eso sí, quizás esa redundancia en contar esta historia ha hecho que sea un título conocido y nombrado con frecuencia.

Como es habitual en estos casos el hecho de que la primera versión esté filmada y firmada por un autor tan fundamental como Mr. Hitch, ha hecho que en muchas ocasiones se le dé un plus de importancia, se hable mucho de su habilidad y sabiduría mientras se silencian sus baches, su confusa narrativa y esa tendencia a hacer trampas que tanto le gustó en su posterior carrera. Pero acaso la teoría de los autores por encima de todo (que defendió a capa y espada la nueva generación de críticos franceses como Chabrol, Rohmer, Godard o el mismo Truffaut) ha pesado decisivamente en la defensa de la valía de esta película, que parcialmente la tiene, por supuesto. Acaso estábamos ante uno de los primeros ejemplos de la habilidad de Alfred Hitchcock para engatusar a los críticos y, de paso (lo que le importaba más), a los espectadores). Y que tan excelentes resultados le dio en su filmografía, todo hay que decirlo...


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86'

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39 escalones - by , Oct 16, 2022
2 / 5 stars
Una curiosa antigualla