Micki y Maude

La década dorada de Blake Edwards como director de comedias en Hollywood se suele convenir que fue la de los años sesenta, con varios films en estado de gracia, como Desayuno con diamantes, La pantera rosa (la primera, las siguientes fueron perdiendo fuelle hasta terminar en el desastre) y El guateque. Durante los años setenta apenas tuvo un éxito relevante, 10. La mujer perfecta, si bien artísticamente era regular. En los años ochenta Victor o Victoria y Cita a ciegas le devolvieron el favor del público, pero otras comedias fueron mediocridades que no le merecían, como S.O.B. Sois Honrados Bandidos (horrible título español, sí...), Mis problemas con las mujeres (infumable “remake” del truffautiano El amante del amor) y El gran enredo (comedia de líos bastante flojita).

De esa década es también esta Micki y Maude, que se eleva algo sobre las pedestres comedias citadas, sin llegar al nivel de las dos interesantes también mencionadas. Al frente del reparto está Dudley Moore, revelado en 10. La mujer perfecta; aquí se vuelve a poner a las órdenes de Edwards para esta mediana comedia de enredo, en la que el cineasta reflexionaba, entre bromas y veras, sobre temas tales como la bigamia y la paternidad.

Un popular presentador de televisión quiere que su mujer le dé un hijo, pero esta sólo piensa en su profesión. Cuando el periodista embaraza a una chica con la que tiene una aventura, se entera de que su legítima también está preñada.

Divertida con frecuencia, la película tiene también su punto de meditación sobre la naturaleza humana y su capacidad para amar a más de una persona a la vez, en eso que ahora, en el siglo XXI, se ha dado en llamar “poliamor”. Una de las dos mujeres de Moore en esta ficción la interpreta Amy Irving, en la época en la que estaba en la cresta de la ola, rodando para Brian de Palma y Barbra Streisand, entre otros. Entre los secundarios, ese pequeño gran hombre que es Wallace Shawn, que tan poco se prodiga en la pantalla.