Abre los ojos

Tras el éxito de Tesis, Alejandro Amenábar pasa con soltura la reválida de su segundo film, que confirma que aquella película que llamó tan poderosamente la atención, aun con sus evidentes insuficiencias, no fue el sonido de la flauta del burro. Presenta aquí la historia de un hombre guapo, rico y con éxito con las mujeres a la que un malhadado día, una de sus conquistas a la que quiere esquivar, le provoca un accidente que le desfigura horriblemente la cara; a partir de ahí su vida será un infierno, hasta que, a partir de cierto momento en el que parece tocar fondo, todo empezará a cambiar para mejor; o tal vez no tanto...

Sobre la base casi de ciencia ficción de la criogenización (método aproximadamente científico que consiste en congelar a los seres humanos tras su muerte, para conservarlos poco menos que en formol hasta que se puedan resucitar y curar su mal; se dice, como saben, que eso hicieron con Walt Disney...), Amenábar imagina qué ocurriría si al susodicho cadáver exquisito le introdujeran el sueño de una vida aparente, y qué pasaría si ese sueño terminara siendo una pesadilla.

Película de varias y jugosas lecturas, no he visto sin embargo que se haya hablado de que es una nueva versión del Dorian Gray wildeano, en el que tenemos al guapo que quiere perpetuarse eternamente joven y bello, y el lugar del Diablo lo toma, muy apropiadamente, una anónima corporación empresarial sin rostro, más allá de los empleados que la representan, y hasta firman un contrato y todo...

Aparte de esa visión sobre la inmortalidad y su precio, hay un thriller percutante, con la esquizofrenia del protagonista con las dos mujeres de su vida, una en sentido positivo y otra en negativo; hay, también, una reflexión sobre la belleza y cómo cambia la percepción del otro cuando esa hermosura desaparece.

Pero, sobre todo, hay una elegancia visual, una limpidez icónica, una creatividad artística, que confirman el gusto augusto, si me permiten la cacofonía, de Amenábar; lástima que el guión sea a veces repetitivo, y que un último tratamiento del libreto hubiera podido desbastarlo de una ganga que, en cualquier caso, no empaña la calidad de un film sólido y con frecuencia fascinante.

(19-09-2002)