Jaulas

Después de pasar por la Seminci de Valladolid y el Festival de cine europeo de Sevilla, llega a las carteleras Jaulas (2018), la ópera prima del director sevillano Nicolás Pacheco, que tras adquirir experiencia en el cortometraje, realizando cinco de ellos, debuta en el largo con esta sencilla historia.

Concha y su hija Adela, ambas sevillanas, que habitan en un periférico poblado andaluz, un barrio humilde, lindante con la marginalidad, en el que malviven personas desarraigadas y desfavorecidas, buscan escapar ante el maltrato del marido, violento y autoritario, conocido por el Canario, que las tiene como enjauladas, al igual que a los pájaros que posee en su vivienda, como indica el título. Un día un constructor les ofrece a los que allí hacen su vida un dinero para que dejen el terreno libre para edificar. Entre tanto Adela se ha enamorado de Vasile, un chico rumano que vive en la furgoneta de su padre, aparcada cerca de su casa, y Concha aprovecha para huir con su hija en el vehículo del muchacho y marcharse al pueblo de su hermana Rosa, que le da cobijo y trabajo en su bar. En su huida Concha se lleva el dinero de la indemnización, por lo que su libertad no le durará, como tampoco le será fácil desprenderse de las ataduras sociales.

Haciendo contraste, quitándole dureza al drama, circula esta otra historia más amable y cómica. En el pueblo vive Fermín, un panadero que está loco por casar a su hija, no muy agraciada, y un día que recoge por la carretera al joven Vasile, ve la solución a su deseo de casorio, dándole habitación y trabajo.

Las dos historias coinciden en un final en el que se desata la violencia y el maltrato a las mujeres, en este mundo opresivo y cruel, con la que la delincuencia lo quiere arreglar todo.
Este argumento tiene su inspiración en un hecho real ocurrido hace diez años cuando el Ayuntamiento de Sevilla despejó el barrio chabolista de los Bermejales, el resto es ficción.

Aquí se dan cita distintos géneros y temas como la muerte, el azar, la venganza, el maltrato, la opresión, el folclore, el amor, la esperanza en un futuro mejor, en una fábula contemporánea sobre el cambio actual del papel de la mujer en la sociedad y su lucha por la liberación.

El film está rodado en los lugares que Pacheco mejor conoce, Sevilla, Alcalá de Guadaíra y San Juan de Aznalfarache, imponiendo a los actores, la mayoría andaluces, que hablen con el acento de la tierra, con lo que le pone a esta producción el sello autonómico propio de nuestro cine, como lo hacen otras con sus dialectos.

Para ello compone el reparto con actores de reconocida solvencia en el teatro y el cine andaluz, como Antonio Dechent, Manolo Caro, Estefanía de los Santos, Antonio Estrada, y la debutante Marta Gavilán, entre otros, que cumplen bien con sus respectivos papeles, que llevan a cabo con realismo y convicción en unos personajes que tratan de rebelarse contra su destino para alcanzar sus sueños.

La puesta en escena y el guion de esta historia, de Nicolás Pacheco, no parecen de un debutante, manejando bien a los actores, así como las escenas de acción o la ambientación que le dan color a la misma gracias a la fotografía de Alejandro Espadero y a la música del también andaluz Pablo Cervantes, que según confiesa el director, ha podido realizar con total libertad.

Es una interesante crónica del prometedor cambio generacional de las mujeres y en contra del maltrato que padecen.