Águila de acero III

El cine americano tiene facilidad para disfrazar, bajo los ropajes de cualquier género, el más sobado de los argumentos, y esto es lo que se ha hecho, una vez más, en esta ocasión, en Águila de acero III.

Podemos recordar que en la película Los Siete Magníficos el tema giraba en torno a un pueblo sojuzgado por unos bandidos que eran liberados por un puñado de hombres. Realmente ese argumento fue inventado por el cine japonés en Los siete samurais, de Akira Kurosawa, transformado en “western” por el cine americano.

Ahora de nuevo el tema se maquilla, se disfraza de otro género de aventuras, y en lugar de caballos y pistolas se ponen aviones y de fondo el narcotráfico, y ya está de plena actualidad. Para ello se vuelven a retomar los personajes de aquellos aviadores creados por Kevin Elders y Sydney J. Fury en la primera Águila de acero, ahora un poco más envejecidos, ya casi retirados, que se dedican a vuelos de exhibición con viejos aviones de guerra; con su valor y astucia serán capaces de arremeter solos contra estos traficantes de droga en un pueblo perdido en la selva.

Se introduce la corrupción de algunos altos mandos y una aguerrida y musculosa mujer que lucha por su pueblo y ya tenemos un nuevo argumento listo para la evasión y el entretenimiento, llevado a cabo por el artesanal John Glen, curtido en varias películas de James Bond, como montador y director de las mismas, con algunas escenas que ciertamente mueven a la risa.