Arac Attack

Hubo una época, allá por los años cincuenta y primeros sesenta, con el miedo atómico y otros contextos históricos parejos, en que el cine americano se llenó de películas de serie B que presentaban inofensivos bichitos que mutaban haciéndose gigantescos, desde arañas hasta moscas, entre otros insectos de similar jaez.

Parece que esta Arac attack pretende revisitar aquel universo un tanto naïf de bichos de guardarropía, pánico entre los seres humanos y alerta sobre los peligros de la ciencia. Bien es cierto que, aunque es una serie B evidente, no lo es por los medios con que ha contado (con abundancia de infografía de la buena; vale decir que ha dispuesto de un presupuesto más que holgado, en contra de lo habitual en este tipo de producciones, donde están tiesos como mojamas) sino por su modestia argumental y carencia de ambiciones, incluso por cierto tono de comedia que no le abandona en todo el filme, ni siquiera cuando los arácnidos se zampan, como si fuera un pincho de tortilla, a todo humano que se les ponga a tiro.

Pero el material argumental es de derribo, con un puñado de personajes tópicos, desde el niño empollón a la pareja de adolescentes rijosos, pasando por el cacique corrupto, y los temas son de una elementalidad rayana en el parvulario.

La realización es meramente funcional, y los actores, de cuarta división, salvo David Arquette (que tiene más nombre pero tampoco es Laurence Olivier que digamos...), hacen lo que pueden, que no es mucho.

Así las cosas, las auténticas estrellas de la película, como ya ocurría con, por ejemplo, la trilogía de Parque Jurásico, terminan siendo los bichitos infográficos, esas arañas de tamaño armario ropero que, digámoslo ya, está uno deseando que se meriende a algún que otro botarate, como el negro radiofonista y deslenguado, paradigma del norteamericano paranoico e insufrible que ve conspiraciones en todo.