Pelicula:

C I N E   E N   S A L A S

Ignacio Estaregui (Zaragoza, 1978) es un cineasta español que, aunque licenciado en Geografía en la universidad pública de su ciudad, se dedica al audiovisual desde 2010, teniendo en su haber ya varios cortos y tres largometrajes como director, Justi & Cia (2014), Miau (2018), ambos films bastante peculiares, y ahora este Rider, que también lo es, a su manera.

La película se ambienta en Zaragoza (aunque también se han rodado algunas escenas en Madrid). Conocemos a Fio, diminutivo de Fiorella, una chica veinteañera, dominicana, que se ha desplazado a España para cursar un máster; al no haber conseguido una beca, el dinero se lo ha dejado su abuela, que sigue en Santo Domingo, junto a su hija, madre de Fio, que tiene una peluquería. Fio tiene al día siguiente el examen del máster, pero esa noche, para ganar algún dinero, le está haciendo el trabajo como “rider” (persona que lleva comida a domicilio en bicicleta) a su amiga y compañera de piso Bernie, que tiene una hija pequeña, Emily, como una hija para Fío. Bernie va esa noche de cita con un hombre. A Fío la llaman desde Santo Domingo, es el prestamista que le dejó el dinero a su abuela para su máster, la amenaza con consecuencias graves para su familia si no paga lo que se le debe. Ante la ausencia de pedidos, Fío decide involucrarse en un segundo tipo de trabajo que tiene Bernie, también como “rider”, llevando mercancías ilegales (probablemente droga), lo que se paga mejor y le permitiría devolver el dinero al siniestro prestamista dominicano…

Lo más interesante de este film, Rider, rodado en tiempo real (es decir, transcurre sin saltos temporales durante los 70 minutos que dura la película -algo menos, por los títulos de crédito iniciales y finales-), quizá sea su mirada “desde dentro” del fenómeno de la inmigración en España, un mundo de precariedad y casi marginalidad, en este caso una inmigración originaria de un área geográfica que no es la más habitual en las pantallas (hablamos, por supuesto, de la africana y la asiática), sino la hispanoamericana, menos frecuente en cine y televisión aunque, en términos de número de personas, es, de largo, la más importante en nuestro país. Conocemos entonces la vida de esta chica, Fio, una inmigrante estudiantil en España, y los problemas que esa inmigración y esa estancia en nuestro país comportan, desde las relaciones con los vecinos, que prejuiciosamente ven a estos extranjeros como fuente de conflictos, hasta los problemas relacionales dentro de la propia comunidad hispana, aquí ejemplificados en la relación bastante tormentosa con su amiga y colega Bernie, tan sandunguera como cabeza hueca, un pequeño desastre ambulante cuyas carencias, errores y desidias, con frecuencia, tienen que ser soportados, y solucionados, por nuestra protagonista.

Esos problemas de la inmigración, en España, pero también en otros países, pueden llevar a coquetear, a la fuerza, con la ilegalidad, como cuando la prota se ve abocada a ejercer de “telecamello” para poder afrontar los pagos del préstamo suscrito en su tierra. Problemas todos ellos inherentes al hecho de tener que salir del país para intentar buscarse un futuro, un clásico del fenómeno de la emigración a otros países, ya sean los que ahora vienen hacia Europa, ya sean los que (como España en décadas pasadas) lo hicieron a la inversa, hacia América. 

El tema que estudia la protagonista para su máster, y que, como un mantra, irá recitando mientras pedalea al comienzo del film, nos da alguna idea también del concepto de este Rider; Fío se va tomando a sí misma la lección sobre temas de Economía de Mercado, como el principio de escasez y el marginalismo, que hablan esencialmente del valor de las cosas no por el esfuerzo realizado sino por el hecho de ser demandadas, o no, por los consumidores. Ello incide precisamente en el hecho de que, aunque los “riders” y otros oficios precarios requieren gran esfuerzo físico y un amplio horario de trabajo, al final la recompensa es escasa y no acorde con ese esfuerzo.

El guion de S. Sureño abunda en diálogos frescos, que saben a reales, tanto en las conversaciones (a veces intrascendentes, otras mucho más serias…) entre la protagonista y los otros interlocutores con los que se relacionará a lo largo de una noche infernal, conversaciones a través de las que iremos conociendo a Fio y su mundo, su pequeño universo familiar, amistoso, profesional, estudiantil, también cómo resulta compelida hacia actividades que se adentran en la ilegalidad para evitar graves problemas para su familia en su país de origen, y cómo, además, sus otros asideros emocionales (madre, amiga, hija de la amiga, que es como si fuera su hija) también empezarán a tambalearse conforme van transcurriendo las horas de esa noche aciaga. 

Estaregui, por su parte, filma correctamente ese guion, con solvencia, notándose que no es este precisamente su primer empeño cinematográfico, imprimiendo un ritmo narrativo firme y prácticamente sin fisuras, en una historia cuyo atractivo en buena medida reside, curiosamente, en su carácter de historia cotidiana, sin cosas extrañas más allá de las cuitas de una “rider” que, además, lo es de forma eventual, aunque es cierto que, en el desempeño de ese oficio, en esa noche concreta, habrá de afrontar más de un asunto que se sale de lo normal.

El hecho de que esa historia se cuente en tiempo real sin duda ayuda, sobre todo porque los casi setenta minutos de metraje están bien cubiertos por las diferentes peripecias familiares, relacionales, amistosas, profesionales, de la protagonista, casi todas ellas presentadas a través de ese móvil que (bien por llamadas en vivo, o por videollamadas, o por audios de WathsApp, o por mensajes en buzón de voz) supone su contacto permanente con todo tipo de personajes, allende y aquende el océano, con una inteligente utilización de esas nuevas tecnologías que, aplicadas a una narración, pueden resultar muy útiles y atractivas.

Algunos apuntes sobre desclasamiento (la amiga/compañera de piso le recrimina reiteradamente a la prota, en varios de los cruces de reproches que se despachan entre ellas, que Fio, supuestamente, quiera pertenecer al mundo blanco europeo en vez de al mestizo dominicano del que procede) confieren también un tono levemente ideológico al film, aunque en puridad es un tema secundario que queda como fondo de la trama.  

La Zaragoza de noche luce aquí hermosa y serena, alejada de la ciudad monumental para centrarse más en sus barrios, tanto los de clases más privilegiadas como aquellos otros menos favorecidos, componiendo en conjunto un interesante escaparate de una ciudad que, por supuesto, es mucho más que sus (por lo demás) bellísimos monumentos.  

Quizá el final feliz resulte un tanto inverosímil, o impostado, ante la vorágine de sucesos negativos que van aconteciendo a la protagonista en este descenso a los infiernos que supone la película, pero quizá también tanto el guionista como el director han optado por dar una salida esperanzada, por no pintarlo todo de negro, a lo que parecería estar abonada la historia de esta chica a la que, como al protagonista de aquel viejo film de Scorsese, Jo, qué noche, todo le salía mal.

Esforzado trabajo de la protagonista absoluta, Mariela Martínez Campos, con muy escasa experiencia ante una cámara, pero que resulta fresca y creíble, confiriéndole verdad a su personaje.


(14-06-2025)


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72'

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Rider - by , Jun 14, 2025
2 / 5 stars
Jo, qué noche...