El show de Truman

Recibida con aplausos donde quiera que se exhibe, este El show de Truman supone una puesta de largo cinematográfica de uno de los fenómenos más característicos de nuestros días, la llamada "telebasura" que todo lo pringa e invade. Bajo el extremoso supuesto de que una cadena televisiva adoptara a un bebé y situara su vida en un inmenso plató desde el que retransmitir sus venturas y desventuras existenciales, Peter Weir consigue una ácida crítica de la alienación televisiva, aunque sobre esa sangrante parodia, sobre esa corrosiva, cáustica sátira, trascienda finalmente el enfrentamiento de la libertad con la seguridad, la lucha del salto en el vacío contra la confortabilidad de un alegórico útero materno.

Parábola catódica sobre la necesidad de libertad del ser humano, mezcla con razonable éxito el humor negro con ciertas dosis de astracanada sublimada, con un resultado más que apreciable. Jim Carrey, además, está hasta moderado en sus muecas, lo que resulta lo más aproximado a un elogio.

Peter Weir no alcanza la altura de anteriores (y superiores, y ya bastante antiguos...) empeños, como La última ola o Picnic en Hanging Rock, pero consigue un producto digno que, sin dejar de ser hollywoodense, es al mismo tiempo inteligente, si se nos permite la (quizá aparente) contradicción...

(07-06-2004)