Elisa y Marcela

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).

El caso documentado de dos mujeres que contrajeron matrimonio religioso (en aquella época no había otra posibilidad) en Galicia a primeros del siglo XX es la base de este hermoso aunque insuficiente drama romántico de Isabel Coixet. La directora catalana, a lo largo de su ya dilatada carrera, ha solido abordar predominantemente temáticas femeninas, pero hasta ahora no había afrontado el tema del amor homosexual, ni entre féminas, como es el caso, ni tampoco entre varones.

La acción transcurre en la Galicia rural, a finales del siglo XIX. Marcela, una adolescente, conoce a Elisa, una chica mayor que ella que vive con sus tías en el recinto al que acude a recibir clases. Entre ambas surge pronto una amistad que, no tardando mucho, se convierte también en amor, también en puro goce físico. Marcela es enviada por sus padres, que se huelen lo que ocurre, a estudiar la carrera de Magisterio fuera de Galicia; cuando vuelve, su amor con Elisa (convertida también en maestra) reverdece más fuerte que nunca. Pero las habladurías ante su vida en común, ante su íntima complicidad, no tardan en surgir. Ante ello, deciden utilizar una estratagema: Elisa se marcha de la aldea como si hubiera ido a América, Marcela se insinúa a Andrés, un chico que la ronda, hasta conseguir quedarse embarazada, y poco después vuelve Elisa, disfrazada de chico y haciéndose llamar Mario, su primo, lo que justifica el notable parecido. Entonces, en otra localidad, se casan, engañando al cura...

Tiene Elisa y Marcela el valor del testimonio sobre aquellas dos primeras mujeres que, haciendo gala de un valor inusitado, intentaron vivir su amor, su existencia en común como las amantes que eran, como las cónyuges que se consideraban, aunque ni la ley, ni la moral de la época, lo consintieran. Tiene el film un tratamiento estético bellísimo, jugando con un lánguido blanco y negro que rememora la época reflejada, y también utilizando como cierre de escenas el viejo pero aquí atinado recurso del fundido circular, que es muy intencionado y pone el énfasis en alguna de las dos protagonistas para reforzar su importancia en la escena que se acaba.

Por el contrario, el film adolece de un alargamiento innecesario: las casi dos horas que dura podría haberse abreviado en quince o veinte minutos sin que hubiera sufrido la coherencia de la historia; antes al contrario, entendemos que ese aligeramiento hubiera jugado a su favor, eliminando escenas innecesarias y abreviando algunas, como las eróticas, que se hacen demasiado largas y reiterativas. Porque, y esa es otra de las claves del relativo fiasco del film, la química entre las dos actrices protagonistas nos tememos que es muy limitada: la verdad, en ningún momento nos creemos que ambas estén tan enamoradas como para ponerse el mundo por montera y urdir una patraña tan evidente. Greta Fernández y Natalia de Molina son muy buenas actrices, en especial la segunda, una linarense de talento descomunal a la que todavía estamos por ver que falle en alguna película. Pero la química con otra persona, o se tiene o no se tiene; y ambas carecen de química interna, que es la clave del arco sobre la que debería sostenerse la película.

Queda la reivindicación de este amor prohibido en un tiempo en el que el sexo entre mujeres era intolerable (entre hombres también, por supuesto...); queda el hermoso tratamiento estético y musical; queda el esforzado trabajo de las dos actrices protagonistas; queda la elegante puesta en escena de Coixet, marca de la casa; pero poco más...

Nota a pie de página: El algecireño Manolo Solo y el barcelonés Lluís Homar son dos estupendos actores; pero... ¿no había colegas portugueses para interpretar los personajes lusos que los intérpretes hispanos tan trabajosamente encarnan y declaman en una especie de “portuñol”? Hubieran resultado más verosímiles, la verdad...

(07-02-2020)