La bella mentirosa

Estamos ante una película de Jacques Rivette, uno de los pocos creadores de la Nueva Ola francesa que aún permanece en activo. La película nos plantea un tema sumamente interesante, cual es el hecho de que un arte como el cine trate de aprender la dificultad de creación de otro arte como es la pintura.

El film plantea esta temática a través de un pintor que, tras diez años de inactividad, un día recibe en su retiro campestre la visita de unos amigos que le proponen continuar su inacabada obra maestra, La bella mentirosa, a lo que se ofrece como modelo la novia de uno de ellos.

Todo el film transcurre en esa apasionante aventura de la lucha por la creación, por la captación por parte del pintor de la figura de su modelo que parece que no se quiere dejar atrapar, en una especie de diálogo mudo entre ambos. Diseños, apuntes, diversos intentos se suceden en esa lucha por conseguir el milagro del arte con toda su complejidad y dramatismo. Es como una especie de vampirismo el que quiere hacer el pintor que no solo trata de captar el desnudo físico de su modelo, sino también el espiritual para llegar a la mayor comprensión de su obra.

El complejo tema llevó a Rivette a plasmarlo en un film de cuatro horas que después redujo a esta versión comercial de ciento treinta minutos, que posee un buen trabajo de Michel Piccoli y que consiguió el Premio Especial y el Premio de la Crítica del Festival de Cannes, así como el de Mejor Película Extranjera de los críticos de Los Ángeles.