La visita

Tras el paréntesis de cine de aventura y acción que supuso Airbender, el último guerrero (2010), y de ciencia ficción de After Earth (2013), vuelve M. Night Shyamalan al cine de terror puro, en este caso en su variante moderna de filme rodado enteramente (y supuestamente) de forma amateur, un poco a la manera de El proyecto de la bruja de Blair, Monstruoso o REC,sólo que en este caso no se trata de un found footage, un metraje encontrado, sino que el dichoso metraje está editado y más que editado por sus supuestos autores, dos adolescentes de quince (ella, Becca) y trece años (él, Tyler, aunque parece más pequeño de esa edad).

Los dos pipiolos van a casa de sus abuelos; los viejos están enemistados con su madre desde antes de venir los chicos al mundo, así que estos viajan a casa de los abuelos con la no tan secreta intención de conseguir que la familia se reconcilie. Mientras, la mamá se marcha de vacaciones con su novio. Pero en casa de los yayos los chicos pronto se percatan de que ocurren cosas muy, muy raras, sobre todo por la noche…

Shyamalan juega con cierta pericia con el formato del rodaje amateur, aunque es cierto que a veces, inevitablemente, se produzcan inverosimilitudes: no es normal que uno esté a punto de morir por una agresión y siga filmando como si nada, ¿no? Pues parece que eso no está tan claro para el guionista y director hindú-americano. Aparte de ello, es verdad que a veces las relaciones entre los hermanos resultan graciosas, con cierto humor un punto negro que es quizá lo mejor del filme.

Pero el peligro que representan los viejos (no reventamos nada: en todos los trailers se puede ver que no son precisamente Heidi y Marco…) no termina de ser convincente, por mucho que, como dice el adolescente en afortunada frase lapidaria, su abuela se convierta por la noche en Michael Myers, el inolvidable “psychokiller” de La noche de Halloween (1978). Así las cosas, si el supuesto miedo no cumple la premisa de infundir pavor, ¿de qué estamos hablando? Queda entonces una historia razonablemente bien contada, aunque con más flecos sueltos de los admisibles, y una sorpresa final (otra…), inevitable por lo visto si está Shyamalan de por medio, de tal manera que se ha convertido ya en su (dudosa) marca de fábrica desde que se estrenara en el género y en la utilización de ese recurso con la primigenia, iniciática, sobrevalorada (pero a la postre quizá su mejor película hasta la fecha) El sexto sentido (1999).

Los jóvenes actores adolescentes están bastante bien: la chica, Olivia DeJonge, puede tener una carrera interesante; es evidente que la cámara la quiere, pero además resulta convincente en su papel, a pesar de que el guión de Shyamalan no la ayuda demasiado. Al chico, Ed Oxenbould, habrá que verlo crecer, porque aún es demasiado pequeño para calibrar su talento real, aunque apunta maneras. Eso sí, rapea regular…