Tiburón negro

Hace ya bastantes años Steven Spielberg logró poner de moda con Tiburón (1975) a estos temidos escualos y a ese primer título siguió una serie de ellos, todos en la misma onda, pero sin lograr ninguno de los posteriores el éxito del primero.

Hace unos años apareció una película con el título de Megalodón (2018), en la que se trataba de un tiburón gigante, que no tuvo la misma acogida, pero tal vez haya dado inspiración, cinco años después, a esta dirigida por Adrian Grunberg, Tiburón negro (2023), aunque nada tiene que ver con aquella otra.

Esta semana se estrena esta coproducción entre Estados Unidos, la República Dominicana y México, cuyo título original es The black demon (El demonio negro), que alude a un tiburón gigante o megalodón que tiene aterrorizado a todo un pueblo y ha acabado con los pescadores que se atrevieron a salir al mar. Estos monstruos gigantes se cree que desaparecieron hace millones de años, pero las leyendas sobre ellos aún permanecen.

Paul Sturges es un ingeniero que se va de vacaciones con su familia a Bahía Azul (México), donde pasó su luna de miel, hallando el pueblo muy cambiado y casi deshabitado, siendo recibido por los pocos habitantes con distanciamiento. Paul, de paso, va a inspeccionar la torre de extracción de la petrolífera que tiene su empresa, la Nixon Oil, pero nadie quiere llevarlo. Al llegar ve que tan sólo hay dos hombres en la plataforma, el resto se han marchado o han muerto. Mientras, deja a Inés, su esposa, y a los dos hijos, la joven Audrey y el pequeño Tommy en el pueblo, pero son atacados por unos desalmados y huyen a la plataforma, siendo destruida la lancha que los llevó en un ataque del gigantesco tiburón, quedando aislados y a merced de El Demonio Negro, como lo llaman los del pueblo, que creen es enviado por Tiáloc, el dios azteca de la lluvia y la fertilidad de las cosechas, en venganza por esquilmar los océanos.

Es un film de aventuras, sin pretensiones que comienza con pasar unas divertidas vacaciones que se convierten en una pesadilla que acaba en tragedia. El argumento parte de esa leyenda mexicana del demonio negro que ha dado muerte a muchos pescadores, según se dice, cuyos cuerpos nunca fueron encontrados. Entre tanto el guion mantiene el interés del espectador a base de las difíciles situaciones en que se encuentran los pocos protagonistas de esta historia, compuesta por Paul e Inés, los padres, Audrey y Tommy, los hijos, junto con Chato y Junior, los dos supervivientes de la torre.

Hay momentos en la plataforma que se hacen repetitivos, sin hallar la solución a la complicada situación, sin apenas movimiento, ni emoción, centrándose la acción en los metros finales en los que se da solución al problema, en parte. Esto hace que pierda el ritmo por momentos, mientras que el espectador espera más intervención de la bestia, que no está muy conseguida por los efectos visuales las pocas veces que aparece.

Está dirigida por el norteamericano Adrian Grunberg, un especialista en títulos de acción como los que figuran en su corta filmografía, que son Vacaciones en el infierno (2012), que fue su debut en la dirección, al que siguió Rambo: Last Blood (2019) y ahora Tiburón negro (2023), que son los tres que ha realizado y lo hace discretamente.