800 balas

Tras el fracaso en taquilla de Perdita Durango y los posteriores y sucesivos éxitos comerciales de Muertos de risa y La comunidad, Álex de la Iglesia insiste en su discurso en clave esperpéntica sobre la mezquindad del ser humano, mayormente español, aquí con un retablillo sobre un niño manifiestamente estrangulable que busca a su abuelo (sí, como Marco a su madre, pero con Visa Oro, que todavía hay clases), que resulta ser un "stuntman" o especialista que malvive en un espectáculo de saldo en el desierto de Almería. Las rencillas familiares harán que se quede sin su medio de vida (por llamarlo de algún modo...) y entonces se arma la de San Quintín.

800 balas trata, en alguna forma, de la dignidad del ser humano incluso en condiciones infrahumanas, como las de este mequetrefe de la tercera edad que, sin embargo, alienta un lejano poso de gloria en el que todos creen va de farol. Alrededor de este proto-héroe gris, borrachuzo, estrafalario y arrogante, un desecho con un pie en la tumba y el otro en la más absoluta miseria, De la Iglesia y su guionista habitual Gerricaecheverría urden una compleja panoplia de seres realmente mezquinos, desde la exmujer, estúpida y creída, hasta la nuera, un tiburón especulador, pasando por el alcalde, que se aprovecha de su cargo, y un largo etcétera.

Sin embargo, como ya se está repitiendo con más frecuencia de la deseable en De la Iglesia, su cine empieza a ser ya demasiado artificial, demasiado inverosímil; toda la tangana que se arma al final, con intervención hasta de los GEOS para desalojar a cuatro desharrapados con menos seso que un mosquito resulta increíble, por mucha supuesta materia gris que le echen los sitiados, que si hubieran desarrollado tan buenas ideas anteriormente no estarían allí como sacos de pulgas...

(23-10-2002)