American Splendor

Parece como si todo el cine independiente norteamericano tuviera que ser bueno, por ciencia infusa. He aquí un caso que desmiente ese aserto, aunque tenga algún interés. Esta American Splendor llega con fama y buenas referencias, pero lo cierto es que tampoco es para tanto.

En esencia es un "biopic", una biografía en cine de un autor de cómix, Harvey Pekar, que obtuvo relevancia, sobre todo en los años ochenta, con sus tiras cómicas que reflejaban las vivencias de la clase obrera USA de la época. Dicho sea de paso, el mérito del tal Harvey no era otro que describir y relatar aplicadamente las peripecias que le sucedían a él y a sus próximos, mayormente sus compañeros de trabajo y sus sucesivas esposas, hasta la definitiva Joyce que le sigue aguantando (porque el tío tiene que aguantar tela...).

La curiosidad del tratamiento de los directores Berman (no confundir, por favor, con Bergman, que son palabras mayores) y Pulcini es que han optado por, en primer lugar, conferir al filme un "look" muy de cómic, con incrustaciones en la propia pantalla de imágenes dibujadas y con tirillas al modo de las viñetas, lo que, es cierto, conviene bien al tema; también los directores apuestan por la intertextualidad, incluyendo en algunas escenas a los personajes reales, Harvey y Joyce y algunos de sus adláteres (como ese "freak" absolutamente maravilloso en su idiocia que es Toby) junto a los actores que interpretan esos mismos papeles, en una suerte de extrañamiento no precisamente brechtiano, pero que es verdad que funciona como un elemento de estilo curioso.

Poco más: la vida (y la obra: es exactamente lo mismo) de este Harvey Pekar no es mucho más que una sucesión de momentos más bien insulsos, con un cierto humor que a veces cuesta creer que realmente lo sea, además de algunos pasajes, como su lucha contra el cáncer, que es drama genuinamente puro.

Paul Giamatti clava el personaje, con ese gesto permanentemente mosqueado, con esa voz entre atiplada y ronca del biografiado, e incluso podría decirse que lo mejora: el actor confiere al personaje matices que a buen seguro el muy gris y soso Pekar no tiene. Así las cosas, queda un experimento curioso, una cierta apuesta por abrir caminos (aunque los que busca están trillados hace tiempo por otros) y poco más. O sea, que menos lobos...